No. 4
J. A. (con reticencia).—Hoy te piensas divertir mucho, eh?
Ch. (displicente).--Como to el mundo.
J. A.--Es que hoy vendrá Saragosa.
Ch.-No sé.
J. A.—Sí, esta noche estás contenta, porque esperas a Saragosa, y crees que te vas a divertir bailando con él, mientras yo sufro, mientras yo me rompo el corasón de rabia (Charo hace un gesto de fastidio, e impaciencia que irrita a J. A.). Piensas divertirte, burlarte de mí con ese gallego asqueroso.
Ch.—No tienes que insultarlo, sabes?
J. A.--¡Ah! Lo defiendes ... Defiéndelo, defiéndelo bien, que ye te lo repito: no es más que un gallego asqueroso.
Ch.-Tú lo dises por detrás dél, lo dises de despecho.
J. A.--¡Ja! ¡Ja! ¿Té figuras que le tengo mieo?... Pues mira, en cuanto venga se lo voy a desir en su cara, alante e ti, pa que si tiene valor, se mate conmigo.
Ch. (aterrada).-No, Juan Antonio (suplicante): no seas así yo a ti te quiero como un hermano, igual que quiero a Lola; vds. pa mí no pueen ser otra cosa, porque en esta casa he encontrao yo: padres, cariño, protesión... No seas malo, Juan Antonio: tú antes no eras así, tú antes me querías. .
J. A. (con voz ahogada).-Y hoy te quiero más que antes, te quiero tanto que... no sé... ¡voy a volverme loco! Pienso en ti siempre, padesco lo que nadie es capás de pensar (con pasión). Charo: yo no pueo vivir d' este modo: a toas horas me acuerdo de ti, de que tú no me quieres, de que tú me despresias... ¡Ni pa el trabajo, ni pa ná sirvo! Hay veres que voy a montar y en ves de atender a las reses, dejo que el caballo vaya por aonde le paresca, y como un bobo, yo voy montao con la cabesa doblá sobre el pecho, pensando en veinte disparates, hasta que el caballo se para a comer en cualquier lao, o el perro empieza a trabajar con algún animal (suspira). No sé qué me pasa Charo, yo quisiera no quererte. . . pero no pueo, no pueo!
Ch. (con compasivo cariño.—Deja esas cosas, Juan Antonio. No te encalavernes en esas sensilleses; hay muchaas mujeres por ahí... yo soy pa ti como una hermana.
J. A. (vivamente).—Na, pa mí no hay más mujer que tú (con algo de esperanza). ¡Si tú me quisieras! ...
Ch. Yo te quiero, siempre te he querío, igual que a toos los de esta casa.
J. A.—Ese querer no; que me quieras como yo te quiero.
Ch.—No seas fato, ¿pa qué te empeñas en eso?
J. A. (con amargura).—Está bien (hace una ligera pausa). Está bien (sombrío,) pero que yo no te vea bailando con ese... que no te vea hablarle, porque no respondo de mí.
Ch.-¡Pero, Juan Antonio!
J. A. (apartándose de ella como quien teme ser vencido. –Ni una palabra más, no me digas na más: no pueo soportar verlo al lao tuyo.
Dña. Fermina (fuera).--Qué, ¡no hay gente en esta casa
Ch. (yendo a la pfa. foro).--Adelante (J. A. sale precipitadamente pta. lateral izquierda).
ESCENA IV
(Charo, Dña. Fermina, Monsita, Antoñica, Remigio)
Dña. F. (entrando en compañía de M. y A. mientras Remigio se queda fuera).—Ave María, hija, parese la casa robá: no se ve a nadien por ahí!
Ch:--Es que están por allá adentro, orita vienen.
(Las tres mujeres besan a Charito en ambas mejillas.)
Dña. F.— ¿Que tal por acá?
Ch:--Todos bien; ¿y don Pedro, y Rafael?
Dña. F.--Bien; Rafael está cortando unos cujes de tabaco en el monte y Pedro se quedó esperándolo pa venir juntos pa cá los dos, luego (repara en Remigio que se ha quedado en la puerta como atontado). Muchacho, dentra: