Alma Guajira : 1927

No. 19


Dña. I.—(corriendo a él). Que se llevan preso a tu padre, hijo mío.
J. A.—(queda un momento sin comprender, luego reacciona). ¿Quién?... ¡No! Hay que matar primero (va a echarse sobre el cabo; éste se prepara para repeler la agresión, pero Dn. L. se interpone).
Dn. L.—(a J. A.). No te metas; déjame (J. A. se refrena). . .  Es el Destino, mi consensia.
C.—(colérico por lo de J. A.) Sin guaperías; ¡ahora se acabaron las consideraciones! A ver, Cabrera (al soldado) traiga las esposas (el soldado saca las esposas del cinto y va a ponerlas a Dn. L., éste se hace hacia atrás en actitud fiera).
Dn. L.—¡Así no, carijo! a mí que nadien me toque, que nadien me insulte, porque lo mato.  (hace ademán de sacar el machete).
A. y J. A. interponiéndose entre Dn. L. y los guardias). Cuidaíto: no es ningún presidiario; con esposas no va.
C.—(a Dn. L. con gesto autoritario). ¡Dése preso! (a S.) Echele mano (a A. y a J. A.) y ustedes, pa atrás (ambos retroceden un poco).
Dña. I.—(abrazándose a Dn. L.). Lico, ¿qué. has hecho?
Du. L.—(a los guardias). Yo me doy preso; yá está (se quita el machete y lo tira al suelo, lejos). Compadre no se meta; es el destino, mi estrella. No te metas tampoco tú hijo; ¡qué le vamos a ser!...  rechaza suavemente a Dña. I. y extendiente las manos como para recibir las esposas).
C.— (ya sosegado al S.)  Deje las esposas (a Dn. L.). Vamos, va ir suelto.
Dn. L.—(a todos). ¡Adiós! (se dispone a salir, Dña. I. lo retiene, Ch. coje suplicante, la mano del cabo).
C. (Rechazando a Cch. y apartando a Doña L)—Vamos.
A. (estrecha la mano a D. L.)—¡Comadre! ¡Compadre!
J. A.—Yo voy con usted papaíto (se dispone a acompañarlo).
C.—No, ¡nadie! (empuja a D. L. puerta foro).
S. (rechazando a J. A.)—Usted se queda.
(Salen los soldados con Don L. puerta foro. Doña l. se desploma sollozando en un taburete; Ch. agarrada al umbral, mira angustiada al exterior; A. permanece en pie cerca de ella, en actitud desolada. J. A. vuelve al centro de la escena, lleno de rabia).
J. A.—¡Mi padre hecho un presidiario, sacao de aquí como un asesino! ... Y to por ese maldito gallego (a Ch.) Y por tí, por ti que has traío to lo malo a esta casa ...! ¡Vete! (va a agarrarla por un brazo, Ch. se encoge temerosa, A. se interpone).
A.—Cuidao ... Mucho cuidao con tocarla, Juan Antonio.
J. A.—¿Tú la defiendes?
A.—Sí, yo la defiendo y no permito que nadien abuse de ella.
(Los dos hombros se mirar un instante frente a frente con rabia).
Dña. I. (desde donde está).—Juan Antonio, hijo, déjala! ¡Pobrecita!
J. A.—Está bien; pero que se vaya. . . ¡que se vaya!
A.—Sí, se va conmigo, pa mi casa (a Ch.) Hija: tú sabes que un techo y un bocao de pan no te han de faltar (a Dña. I.) Comadre usted sabe que en mi casa estará respetá como en la primera, usted sabe que Lico me dió el encargo.
Dña. I. (haciendo el gesto de quien no puede ocuparse de cosa alguna.—Ya, ya lo sé.
Ch. (corre a Dña. I. y la abraza llorando).
J. A.(  con súbita resolución.)—Yo me voy pal pueblo, a ver que le pasa a mi padre (coje el sombrero y sale precipitadamente puerta foro).
Dña. I. (rechazando suavemente a Ch.)—Vete hija, vete ...  (a L.) Compadre llévesela; esta casa está maldita (levantándose resuelta). Y yo también me voy esta noche pa en casa de usté, compadre, mañana pal pueblo con Lolita
 

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