No. 25
venío a arrodiyarme a tus pies si hase falta, pa que dejes tranquilo a Saragosa, y pa que no me hagas sufrir a mí. . . Me dijeron to lo que pasó hoy en la tienda, lo que tú dijiste (con voz dolida) ¡nunca creí de ti semejante cosa!
J. A. (avergonzado).—Fué un momento de rabia, Charo, un momento ...
Ch. (interrumpiéndole con un gesto en el que significa que no da importancia a aquello).—Ya, ya lo sé... Yo no me ocupo de eso; pero déjanos tranquilos, Juan Antonio. . . bastantes desgracias han pasao ya. Tú eres como un hermano, pa mí, ¡el único hermano que he tenío! Y si no lo quieres haser por mí, hálo por tu hermana, por tu madre y por ese pobre viejo que sufre hoy en una cársel (le toma las manos y busca anhelante en los ojos de J. A. una respuesta mientras éste procura esquivar la mlrada).—¿Qué dises, Juan Antonio, responde.
J. A. (como si le costara gran trabajo emitir las palabras, a medida que habla, se va irritando).—Charito, tú sabes lo que yo te he querío y lo que te quiero; por tí sería rarás de tó... ¡de arrasar medio mundo, de asesinar, de quemarlo tó…de abrirme el corasón de una puñalá!... Por tí lo haría tó ... tó ... menos perdonar a ese hombre; porque le tengo mucho odio; tanto odio, que ca ves que me acuerdo de que existe, no sé lo que me pasa ... ¡quisiera poderlo coger, y estrujarlo entre mis manos, y beberme su sangro!
Ch. aterrada).—¡Ave María purísima! ¿Qué te ha hecho pa eso?
J. A.—Na ... y mucho: se ha metío por el medio de mi cariño; ha venío (¡el diablo sabe de aonde!) y ha conseguío que tú lo quieras v que me despresies a mí y que me juyas (con la voz ahogada). ¡A mí, que no tengo en el mundo na más grande que tú!
Ch.—¡Mentira!... Tú no me quieres: si me quisieras como dises que me quieres, no te portarías como te estás portando, no harias lo que estás hasiendo.
J. A. (so levanta y se pasea agitado).—No sé... No sé...
Ch.—El que quiere a una persona, se alegra de verla feliz, no la hase padeser a mi…
¡Mentira! ... Tú no me quieres.
J. A.—Cuando uno quiere como te quiero yo, prefiere que la persona a quien quiere, se muera mil veces antes quo sea do otro.
Ch. (se levanta para marcharse).—¿Es desir que tú no das tu brazo a torser? ¿Qué no me consedes el favor que te pido?. . . Esta bien. . . adiós (va a salir, J. A. la detiene).
J. A. (implorando).—No te vayas, Charo. (Ch. se detiene).
Ch.—¿Qué quieres?
J. A. (luchando indeciso).—Yo ... tú sabes que tú el mundo va a desir que soy un cobarde, que le he cogío mieo. . . ¡no pueo! Si él me provoca. . . y va a venir a buscarme. . . ¿en qué vergüenza quedo yo si no le hago frente?
Ch.—No, él no vendrá a buscarte... ¡Y aunque viniera! ... Si tú lo hases por mí, no por él ni por nadie, ¿qué te importa lo que los demás puean pensar?... Yo sé que tú no eres ningún cobarde.
J. A. (se deja caer en un taburete y se coge la cabeza entre las manos, con gesto desesperado).—No sé... No sé ... Charo... Charito ...
Ch. (se le acerca - casi posternada a sus pies, le coge ambas manos entre las suyas.).—Anda, Juan Antonio ... Júrame oue no te meterás con él, que no vas a peliar con él ...
J. A.—Bueno, te lo juro. Ch.—Júramelo por tu madre.
J. A.—Por mi madre … por ti, ¡que te quiero más que a mi madre! Si quiere, que venga y me diga botija verde... y me escupa en la cara... ¡Quedaré como un gallina! (siente que una lágrima, le corre por Ia mejilla