No. 20
(entra puerta derecha y sale enseguida con una manta en los hombros y otra que echa en los de Ch.)—Vamos.
(Todos se disponen a salir puerta foro. Telón rápido).
ACTO TERCERO
(Cuadro Primero.)
Una tienda de camino en la que hay de todo: junto a unas cuantas bateas de cedro, se ven rollos de soga, y colgados del techo, machetes dentro de sus vainas y faroles de campo: a un extremo la cantina y en ese mismo extremo, sobro el mostrador, algunas tazas chicas de café. (Es de día).
ESCENA I
(Sánchez, el tendero. Un guajiro que hace compras).
Guajiro. (mientras mide con los brazos una soga)—Sánches, ¿no ha estao por aquí Saragosa? Ayer lo soltaron ... ¡De buena escapó!
S. (pes en la balanza frijoles)—No, entodavía no ha venío por aquí. ¿Cuántas libras de frijoles quieres?
G.-Pónme media cuarta.
S. (terminando de pesar).— Tenía que salir; si no debía haber estao preso ni una hora: to el mundo sabía quien era el que había matao a Florensio (que en pas descanse).
G.—Sí, to el mundo; pero naiden iba a desirlo; tú sabes que Dn. L. es un hombro honrao y que si mató a Florensio, fué porque tenía que defenderse y porque tenía que defender la vergüensa de su casa.
S. (sentenciosamente).—Camará, yo le digo a usted que el hombre que mata está siego, y que nadien sabe onde tiene la de perder ni la de ganar.
G. (termina de medir la soga y, hecha un rollo, la pone sobre el mostrador, junto a los demás efectos)—Dies brasas (por la soga) ... ¿ya me pusiste el tasajo?
S.—Ya. ¿Quieres alguna otra cosa?
G.—Pónme unos dulses pa los muchachos, y a mí ponme un poco e ron.
S. (envuelve los dulces, sirve el ron y luego, en un pedazo de papel blanco, hace la cuenta).—Y Charo, la novia ele Saragosa, ¿sigue en casa del negro Alejo?
G. (después de tomar 1 ron).—¡Y aonde va a dir ... Allí está bien: Alejo, sin desdorar, es una persona honrá ... no le falta sino el color.
S.—No, yo sé que la rasa de Alejo es una casa desente, pero tú sabes como son las lenguas; y... como. Juan Antonio se ha quedao e nel potrero, y está conlindante con la de Alejo ...
G. (sin comprender la intención).—Y eso ¿qué tiene que ver? Juan Antonio no le pué tener ningún rencor a Charito ni aSaragosa: ellos no se metieron pa ná en el mal de Dn. Lico. . . ¡al contrario! (va hacia puerta fondo, tiende la mano hacia fuera como que coge algo de encima de un caballo, y retira unas alforjas en las que va poniendo los efectos).
S.—Pero es que tú no sahes lo que hay; es que parese que Juan Antonio fué primero novio de Charito, y luego ella lo dejó por Saragosa. . . ¡Hasta dicen que Juan Antonio abusó de ella ...!
G.—¡Mentiras!
S.—Por supuesto, yo no hago sino repetir lo que he oírlo.
G.—Yo no creo eso, esas son novelas que inventa la gente.
S.—Y no digo que sea; pero yo no meto la mano en la candela por ninguna mujer.
G.-Yo tampoco; pero tú sabes que Dn. L. es muy reto en su casa... No digo que no fueran novios: pero si hubiera habío algo, Dn. L. obliga al hijo a portarse corno debía.
S.-Bueno, lo que te dijo, es que Juan Antonio está enamorao de caballo, y que lo mejor que hubiera hecho lsabelita, la mujer de Dn. Lico, era haberse Ilevao a Charo pal pueblo con ella.
G.—¿Y onde la iba a meter? Ella y Lolita están viviendo en casa de un familiar y a Lolita dicen que le han quedao unos ataques grandísimos; y tú sabes como es el