Capítulo 15: MITIN EN LA ESPLANADA DE LA CONCORDIA
MITIN EN LA ESPLANADA DE LA CONCORDIA[1]
Los soldados levantan sus uniformes y balancean sus espadas sobre caballos oxidados, comidos por las garrapatas. Algunos se emborracharon con permiso de un superior y caracolean. Tienen órdenes de pisar y matar al proletariado irreducible. Marchan en un pelotón con dirección de la Esplanada de la Concordia, por la noche que comienza.
- No tenemos ninguna opinión o voluntad. ¡Son órdenes!
- Si mandara, ¡sería al teniente al que yo pisaba!
Uno de ellos trae una cinta gris en el brazo como protesta.
- Mi esposa es operadora de producción...
Los vendedores de maní se reunieron.
- Habrá una pelea. Vámonos de aquí.
- ¡Voy a esconder la canasta y vuelvo para ver!
El pelotón trágico, hizo una pausa, se acerca a la multitud que llena la plaza. Es encabezado por el oficial que sacó su revólver.
El soldado en duelo es uno de los que va a la vanguardia. Sigue viendo a su acompañante aparecer al frente de él en medio de las mujeres exaltadas. De repente, empina su caballo, mantiene su distancia. Se retrae...
- Mi mujer está ahí. ¡Vean a quién vamos a pisar! ¡Son nuestras mujeres! ¡Nuestros hijos! ¡Nuestros hermanos!
Un atropello en retroceso. Una chica trágica se derrumba en vértigo histérico. El pelotón se divide y lentamente rodea a la muchedumbre rebelde. Pero los infiltrados de la policía invisible penetran entre la multitud y se acercan al gigante negro de camisa sin mangas que incita a la pelea, en el templete central. A su lado, un proletario que tiene cicatrices de látigo en el pecho sostiene la bandera roja.
- ¡Soldados! ¡No disparen contra sus hermanos! Giren sus armas contra los funcionarios...
Detonaron cinco veces. Corren y gritan. El gigante cae junto a la bandera alzada.
Su enorme cuerpo está tirado. Apenas se levanta para gritar mientras rueda por las escaleras.
Grita algo que nadie oye, pero todo el mundo entiende. Que debemos seguir luchando, ¡caiga quien caiga, muera quien muera!
La multitud toma la plaza, expulsando, en un trágico minuto, delegados, agentes secretos, caballos...
Lo llevan cargando de espaldas para un automóvil.
La policía, reforzada, ataca con espadas y disparos.
La bandera roja cae, ondea, se levanta de nuevo, desciende. Para levantarse de nuevo en las barricadas de mañana.
Carlos Marx viene corriendo del gallinero en el Parque São Jorge. Y dice en la oscuridad a su abuela paralítica:
-¡Le hicieron a papá lo mismo que a Rosa Luxemburgo!
[1] Largo da Concordia es ahora una plaza importante en São Paulo en el barrio de Brás. Actualmente figura en este lugar una escultura en honor a los migrantes del noroeste.