Refugio y Retorno: Historias de una comunidad reasentada en El Salvador

Porfirio Dubón Carabantes


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En esta historia oral, Porfirio Dubón Carabantes relata su experiencia durante la guerra civil salvadoreña como coordinador que organizó la agricultura y la jardinería cooperativas entre refugiados en Mesa Grande, Honduras, y más tarde, entre los refugiados repatriados reasentados en Guarjila, El Salvador. Porfirio es un ex refugiado de la guerra civil salvadoreña y residente de la comunidad repoblada de Guarjila. Explica cómo las cooperativas de trabajo agrícola organizadas en el campo de refugiados de Mesa Grande se basaron en la capacitación especializada, incluida la capacitación en agricultura orgánica, para proporcionar alimentos a la población de refugiados y, después del reasentamiento, para la comunidad de Guarjila. Aunque Guarjila fue reasentado en 1987, la guerra civil continuó hasta los Acuerdos de Paz de 1992, y la comunidad fue a veces atacada por militares salvadoreños. Temiendo ser acusados ​​por los militares de apoyar al FMLN, muchos de los agricultores destruyeron sus manuales de capacitación agrícola durante una redada, recuerda. Para concluir, comparte la historia de un momento en que un soldado encontró manuales de entrenamiento en su casa y, en un sorprendente momento de simpatía, le aconsejó que los guardara, sugiriendo que serían valiosos después de que terminara la guerra civil.

Yo me llamo Porfirio Dubón Carabantes. Yo en el poco tiempo estuve en Mesa Grande, trabajábamos en hortaliza. Alla aprendí un poco y yo era coordinador de un grupo de trabajadores y íbamos aprendiendo a sembrar repollo, rábano, zanahoria, remolacha, tomate, toda cosa.

Cuando venimos aquí, fui a un crucillo a Nueva Concepción. Allá aprendí un poco más porque nos dieron la capacitación de un mes.

Bueno, lo que quiero decir es que funcionaba con jabón orgánico, venenos orgánicos. Pues sí, se daba la fruta, como el pepino y repollo, todo eso sembrábamos. Y el rábano que fue el más abundante. Pero con agua (de la que teníamos allá abajo y aquí también teníamos agua) le regábamos bien regadito a que no se hicieran hoyos en la parte de la heras [surcos]. Un rociadito fino para que no hurgara la siembra, para que no se golpeara la siembra mucho. Porque les decía yo, si dejan que el chorro de agua así escarba el tronco de la parra, solo un regadito fino, pero bien mojado. Sembramos frijol de barra también, todo eso.

Aquí se organizaron el grupito de mujeres a trabajar en la hortaliza y entonces allí yo les decía, ‘vaya ustedes van a hacer esto aquí, y ustedes van a hacer aquella otra cosa allá y allí cuando se arrancaba la verdura ya se iban a venderla y los demás se quedaban trabajando.


Entonces, me dice Angelito, ‘yo ha comprado aquí,’ ‘pero usted me va a vender,’ le dije yo. Porque a mí me pagaban de la hortaliza. ‘Pues, vaya,’ me dijo, ‘si te vendo,’ y pues le compré que este solar a Angelito. Ya nos quedamos aquí, pues. Siempre en la casita vieja allí. Ya después vino un proyectito de tres casas y ya me dejaron esta que hicieron ranchito ahí.

Todos trabajamos en colectivo, toda la gente, tiempo de guerra todavía. Los sacaban los soldados de por allá, unas grandes manchas de hombres salíamos a la carrera para acá porque no nos dejaban trabajar. Entonces cuando salía el grano, se jalaba en las bestias que habían comunales, verdad. A un plan por allá, allá estaban las maquinas sacando el maíz y allí repartían el maicito. Ya los puñitos de maíz, a la casa. Ya en seguida, ya no quisieron trabajar en colectivo, cada quien así a su casita.

Como no, estuve unos días en la ganadería. Nosotros íbamos a cercar los porteros hasta por San Isidro. Todo eso de San Isidro para acá eran potreros. Pues allí pasábamos acercando los potreros, todo. Pero como ya después nada, el ganado se fue desapareciendo, vendiéndolo hasta que se acabó.

Aquí se empezó las hortalizas, todavía no habíamos ido—ah ya si habíamos ido, o sea--cuando se hizo un cerco aquí. Aquí se hizo un cerco, cercando todo aquí por allá, por la pasarela. Todos aquellos planes de abajo, todo eso lo trabajábamos. Hacíamos yucales y hacíamos hortalizas también, de regadillos, tomateras, hasta un papayal por allá. Y hacíamos chileras también, por allá abajo había un charcal y hacíamos repollaras, todo eso.

Mire, ya eso no recuerdo cuanto tiempo duro eso, pero había un señor que se dedicaba solo a arar la tierra no más, con los bueyes, todos esos planes. Allí fue donde vive el compadre Adán, allí hicimos una tomatera de injertos, injertos de güistomate con tomate. Como ya veníamos de, sea que, nosotros podíamos hacer eso. Hacíamos los semilleros de güistomate, la semilla de güistomate, y entonces ya con las navajas, le pelábamos el tronco por mitad cuando estaba el tomate así, lo doblábamos así por mitad y entonces rajábamos el palito, el troncón, de güistomate, y allí metíamos la espadita del tomate. Y allí lo aliábamos con hilito, y se pegaba. Y allí echabas el tomate. Eso dura para que se seque porque el güistomate, ese, cuando se pega, hasta el verano están verdes las paras de güistomate. Todo eso lo hacíamos nosotros.

Todos estos papeles los tengo aquí guardados para ver lo que estuve yo en una capacitación, y aquí los tengo guardados todavía. Estos papeles yo, cuando paso un cateo de soldados registrando las casas, algunos compañeros los metieron a los servicios, otros los quemaron, que decía que por esos papeles los iban a joder, y yo no los quise quemar ni botarlos. Cuando registraron la casa, de dijo el soldado, ‘quitarles llave de cofre’, pues le quite llave, entonces me dejaron estos papeles. ‘Y estos papeles como los tienes?’ ‘Pues sí, son de trabajo, para aprender hacer hortaliza’, les dije yo, ‘allí está todo’. Entonces vino el, lo recogió, y los leo. ‘Alzarlo’ me dijo, ‘A guardarlos bien porque estos papeles nos van a servir más adelante cuando pare la guerra’, me dijo. Eso es todo.

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