Refugio y Retorno: Historias de una comunidad reasentada en El Salvador

Ernesto Cruz Franco


Para ver la transcripción y su traducción como subtítulos, haga clic en "CC" y seleccione español o inglés.

En esta historia oral, Ernesto Cruz Franco ofrece sus recuerdos de las diferentes formas de organización colectiva que se dieron entre los campesinos salvadoreños que huyeron de la guerra civil en El Salvador para vivir en campamentos de refugiados en Mesa Grande, Honduras y luego regresaron para reasentar comunidades en el noreste. Chalatenango, El Salvador. Ernesto es un ex refugiado de la guerra y un anciano que reside en la comunidad repoblada de Guarjila, El Salvador. Primero habla de su papel de liderazgo en la supervisión de la producción cooperativa de ropa en el campo de refugiados de Mesa Grande. Continúa describiendo cómo los refugiados de Mesa Grande organizaron su regreso colectivo a El Salvador. Analiza el papel de las iglesias y organizaciones internacionales que apoyaron el regreso de los refugiados a El Salvador. Describe cómo, una vez reasentados en la comunidad de Guarjila, los ex refugiados trabajaron de manera cooperativa para construir casas, cultivar alimentos y participar en talleres productivos similares a los que existían en Mesa Grande. Para terminar su historia, canta una canción popular local que transmite la historia de la huida y el regreso de los salvadoreños a El Salvador durante la guerra.

Mi nombre es Ernesto Cruz Franco. Yo soy originario de Nueva Trinidad.

Cuando el tiempo de la guerra nos fuimos para Honduras. Nos organizamos en coordinadores. Yo coordinaba 10 familias. Eran 10 cuartos. Pero siempre trabajaba en el taller de zapatería, allá teníamos un coordinador. Trabaje dos años y medio. Y trabaje dos años y medio en sastrería. Allí aprendí a hacer camisas y pantalones. Y un año trabaje en hortaliza. 

 Siempre en la noche hacíamos--era coordinador de un grupo de cinco personas--que hacíamos turnos en la noche, para vigilar el campamento. Eran siete campamentos que habían más abajo. Como a un kilómetro estaban los otros cinco campamentos. Y los dos que habían arriba donde vivía yo. Allí nos organizamos para el trabajo con coordinador. Con hora de entrada, hora de salida.

No teníamos pago porque el pago era únicamente dos mudadas de camisas y pantalón al año. Dos pares de zapatos al año. Y la comida que Caritas y ACNUR nos llevaba. Trabajamos para todos los dos campamentos. Trabaje primero en la zapatería, los dos años y medio, hacíamos zapatos, botas coma estas, pero no de este material sino de cuero, y sandalias para las mujeres.  Luego los otros dos años y medio que trabaje en sastrería, allí hacían brumeras [ropa interior] para las mujeres, se hacían brasieres. Hacíamos cachuchas para los hombres, hacíamos bolsones guerrilleros, hacíamos pantalones guerrilleros así con bolsas aquí por los lados, sombreros guerrilleros. Hacíamos los sombreros de tela negra y los traíamos para la zona. 



Después que trabajaba yo allá estuve de canal para jalar gente de allá, de Mesa Grande, para El Salvador para la güerilla. Habíamos cinco. Los cinco veníamos armados. Unos con M16, ortos con Fal, otros con 22 carabina. A mí me dieron un Fal. Veníamos a dejar gente. Salíamos de Mesa Grande a las nueve de la noche. Llegábamos a la seis, siete de la mañana aquí a la frontera de El Salvador con Honduras. Traíamos hasta 30-35-40 personas. Estas personas se quedaban aquí en los mandos y nosotros no íbamos de regreso. 
 
 A los quince días veníamos otra vez con otro grupito, aunque sea un grupito de diez, quince, pero allí veníamos a dejarlos a la zona aquí. Traíamos medicina, y traíamos zapatos, los que hacíamos nosotros. El compadre Angel sabe bien porque él estuvo uno vez en Los Amates. Yo le traje un parcito de zapatos a él cuándo estaba yendo a Los Amates. Muchas cositas traíamos. Traíamos hasta fororos.  Eso fue en el tiempo que estábamos jalando gente para acá.


Ya estábamos procurando organizar los grupos de gente para venirlos ya para aquí para El Salvador en el retorno. Veníamos los coordinadores, no me recuerdo cuantos éramos, pero éramos varios. Éramos como unos doce o catorce coordinadores y cada uno traía su grupito de diez familias. 

Salimos de allá, pensábamos salir el diez de octubre. Pero como ACNUR nos puso una traba, no pudimos salir el diez. Nos quedamos con los camiones llenos de tambaches [sacos para cosas de cocina] que traíamos allí.  El once llegamos a El Poy y allí dormimos abajo de los camiones. Abajo de los buses, otros adentro. El doce amanecimos allí en El Poy. 

Salimos de allá porque no lo querían dejar pasar. Decían que aquí estaba peligroso, aquí de allá había una guerra, un conflicto y si los guerrilleros los mataban, decían de los de la Fuerza Armada, no era culpa de ellos. Por eso los querían llevar a un lugar donde los protegían. Queda allá por La Libertad. Y nosotros les dijimos no, nosotros vamos para Guarjila y nosotros no vamos a pelear con nadie. Nosotros no somos contra la guerrilla ni en contra de ustedes, a los soldados. Nosotros vamos a trabajar, no vamos a pelear.

Nos dejaron venir para Guarjila. Cuando llegamos aquí a Guarjila, todas esas calles eran zacatales, no había camino. Allí llegábamos, pero apenitas estar de allí para abajo, no había camino. Un caminito solo de guerrilleros. De allí no había carretera. Carretera había, pero estaba lavada, estaba bien tapada por pedazos, pero que no servía. 



Bueno cuando llegamos aquí estaba el batallón del DM1 del Chalatenango. Tenía tomado todo Guarjila. Pero venia ACNUR, venia una institución de SEDIN de Honduras, y venia Caritas, y venían otros internacionales apoyándolos, la iglesia católica, la iglesia luterana que todavía está vivo el hombre que los apoyó, se llama Merardo Gómez, es el obispo. Él los apoyo en todas las casas que hicieron aquí. Ya en el proyecto de las casas, la iglesia católica no los apoyo, sino quien los apoyó fue la iglesia luterana en todas las casas que hicieron. La iglesia católica no quiso, porque el obispo no estaba de acuerdo tampoco.

Entonces ya han puesto aquí los organizamos en los mismos grupitos, para ya a empezar hacer las casas. Los soldados, los corrimos entre todos, y se fueron, porque estaban en cada palo había un soldado para intimidarnos a nosotros. Pero nosotros como ya sabíamos que es lo que nos iba tocar, nosotros no teníamos miedo. Si nos mataban, nos iban a matar, y si no nos mataban, nos íbamos a quedar.  Pero como sabíamos nosotros que traíamos una protección internacional, con ellos se hablaban los tenientes, los sargentos se entendían con ellos, con nosotros no. Se fueron.


Después ya se comenzó la construcción de las casas. Un grupito por aquí con un coordinador, otro grupito por allá con otro coordinador, otro grupito por allá, pero todos haciendo las casitas. Cuando se terminó de hacer las casas, ya por las familias que veníamos sea enumeraron las casas y se hizo una rifa. No fue que le dijeron, que me dijeron a mí, “mira Neto, esa casa es la tuya, ¿no?” Había que rifarla.  En la rifada, allí salía la casa que era mía y para que no hubiera problema, para que no hubiera pleito, para que no dijera “hombre, este por lo privilegiaron, le dieron la casa más bonita,” eran iguales. Pero, por ejemplo, unas casas quedaron más en los charcos, había agua, y otras más en lo seco. Allí era la suerte de uno.

Bueno de allí, que ya teníamos las casitas, las primeras eran de zacate. De zacate de jaragua [un zacate local] encima y nailon, un año. Al otro año fue que empezamos los ranchos. Después que ya vivíamos en los ranchitos de parales, ya nos organizamos siempre en, en, grupitos de diez, doce, que yo todavía tengo la lista por allí de lo que yo coordinaba para trabajar. Trabajábamos allá en las milpas colectivas. En las milpas colectivas sembrábamos maíz, frijol, maicillo no sembrábamos todavía. Ya como a los tres años de haber venido, ya sembrábamos maicillo. Maíz, frijol, arroz. 




Cuando sacábamos la cosecha, la llevábamos a una bodega que esta allá abajo, y se hacía un solo montón, y dependiendo de la cantidad de familias, se repartía. Si nos tocaba veinte libras por persona, si ustedes eran tres, le tocaban sesenta libras. Y si eran cinco, le tocaba cien libras. Pero que así, se iba repartiendo. Si era por medio, y tocaba un medio por persona pues un medio, porque un medio le decimos aquí, a una arroba y la arroba son veinte y cinco libras. Así se repartía. Algunos que no trabajaban en la agricultura, se les daban igual, porque también estaban trabajando en otras áreas. No se dejaban de menos. Las mujeres viudas, se les daba igual como la mujer que estaba acompañada. Era igual, un mismo reparto. 

Luego se fue perdiendo el trabajo colectivo. Ya solo pensábamos no más en lo individual. Lo individual es bueno para el que tiene dinero. Para el que no tiene dinero, es bueno lo colectivo. Porque se ayuda uno del uno al otro. Y hay individual, si yo tengo, yo tengo, si usted no tiene, no tiene. Por eso, es que el individual no es bueno. Pero como el sistema así los acostumbró, y así estamos. 

Entonces trabajamos bastante tiempo aquí en lo colectivo, en la milpa. Luego después ya empezaron a repartir allí desde tierra un poquito donde sembraron como unas dos libras de maíz. O tres libras de maíz. Y allí lo íbamos a agarrar donde allá con lo individual. Pero siempre hacíamos colectivo. Yo trabaje dos años de motorista de, de los primeros camiones que había aquí. Pero como aquí al según vivíamos al principio, viviéramos fuera una comunidad sana porque a mí me sacaron del camión porque me había echado unos traguitos así, los habíamos echado unos traguitos así. Solo porque les llego aliento a los directivos que estaban nos llevaron a una reunión, vaya dijeron, Neto y Jesús ven a entregar las llaves. Era estricto. Si usted venia de Chalatenango le revisaban la mochila haber que traía. Si traía guaro, allí no más se lo botaban. Había un grupito de personas que se dedicaban a eso, pero era porque la misma comunidad los habían puesto. Hasta yo estuve también en eso, yo les botaba algunas cosas a otros. Pues si como ya era una organización. Pero ya después se fue botando eso que, si eso todavía existiera, no hubiera esas ventas aquí de guaro. Fuera ya una comunidad más sana. 


Pero como toda la organización se fue perdiendo y se fue perdiendo, ya hasta el temor estamos ahora, que, para mí, no está bien, así como estamos. No está bien así como estamos viviendo. Pero, aun, todavía seguimos un poquito de organización porque todavía existe un ADESCO. Sin ADESCO en una comunidad, no hay organización. Porque la ADESCO, es la cabeza de la comunidad y una comunidad sin cabeza no sirve. Y una cabeza sin cuerpo no sirve. Entonces todavía hay una organización, aunque sea, que no es igual a lo que teníamos. Pero todavía hay una organización que podemos decir todavía se pueda recuperar algunas cositas que se están perdiendo.

 Bueno, cuando se comenzó a formar los comités allá en Mesa Grande para ser los grupos, tuvimos varios problemas. Los problemas fueron primero con el gobierno hondureño, gobierno salvadoreño, como siempre las instituciones como Caritas, ACNUR se reunía con representantes del gobierno. Entonces el gobierno hondureño, lo que nos prometió fue combinado con el gobierno de aquí, de El Salvador, llevarnos a un lugar que les dicen La Mosquitia. Es un lugar que es allá por Gracias, que queda a la orilla del mar de Honduras, mar Atlántico. Entonces a una montaña, que mejor nos iban para allá para que no nos viniéramos para acá. Nosotros nos resistimos que para acá nos íbamos a venir. Hubieron bastantes reuniones con ACNUR. Se le presentó a ACNUR todos los coordinadores que veníamos para acá. Y se le presentó ya todo el plan, como estábamos organizados para venirlos. Porque ellos mismos decían que si veníamos para acá, a morir íbamos a venir.


Entonces nosotros lo que les dijimos fue que a pesar a de que ellos nos metían este miedo, nosotros venimos para El Salvador, porque éramos salvadoreños, y que nadie nos detenían. Entonces allá estábamos organizados en el comité de repoblación. Después del comité de repoblación estaba los coordinadores. Porqué el propio comité que estaba hablando con todas las instituciones solo eran siete personas. Los coordinadores, si, el comité, que estaba hablando con las instituciones que los podían apoyar. Escogieron a nosotros para coordinadores. Entonces en el comité, propiamente en el comité de repoblación no estaba yo. En el mero comité de repoblación, no. Ya me formaron como coordinador de diez familias. El comité de repoblación ese sí habló más con las organizaciones y ellos podrían dar un poquito más información de las consecuencias que habían. Porque el compadre Ángel estuvo en ese comité. Yo ya estuve solo de coordinador.

En cuanto los talleres, los mismos talleres que estaban en Mesa Grande, porque, en Mesa Grande había un taller de hojalatería donde hacían guacales, se hacían valdes, y varias cosas de lámina o lata, por eso le dicen hojalatería. Había un taller de hamaca. Donde se hacían hamaca, se hacían, nosotros aquí le decimos cebadera. Bolsones como ese también. Se hacían matates [sacos] para, acarear maíz, acarear semillas. Este yo aprendí a también hacer hamacas, hacer matates, y hacer cebadera. Las puedo hacer todavía.
Habían también taller de sastrería, taller de carpinterilla, taller de, de hamaca que le dicen jarcería, taller de hojalatería, y taller de sastrería. Esos cuatro talleres son los que había allá. Aquí había un taller de sastrería que se en el grupo viejo cerca de la iglesia que está ahorita, el templo que se ha hecho allí pues. Estaba el taller de sastrería. A donde vive el compadre atrasito, estaba el taller de carpinterilla. Y este el taller de zapaterilla también ahí estaba abajo, porque era compartido. Estaba el taller de zapaterilla ahí mismo. El taller de hamacas, ese no me acuerdo donde estaba, pero había un taller de hamacas también. Lo mismo que se hizo allá, se hacía aquí. Pero como le digo, poco a poco se fue perdiendo las organizaciones.


Dice la canción:

[Cantando:]


“Por causa de la guerra,
Nos fuimos para Honduras.
Nos fuimos para Honduras,
Dejando el Salvador.
Nos fuimos para Honduras,
Dejando El Salvador,
La gente hondureña nos dio su protección.
Nos fuimos para Honduras,
Dejando El Salvador,
La gente hondureña nos dio su protección.
Sonaban los balazos por cerros y zanjones.
Por causa de la guerra, nos salimos de aquí.
Unos en la Majada, y otros en San José.
Otros en La Virtud, y otros en Guaniquí.”



Después dice:

“En el ochenta y uno,
Dan pa Mesa Grande.
Allá estamos cercados por todo alrededor.
La gente allí decía,
Que una profecí-, Que era una profecía,
Que se llega el día,
De volver al El Salvador.


 Ya se me está olvidando ya. (se ríe)

(cantando) “En el ochenta y siete,
                     Llegamos hasta El Poooy…”

Ahí, como, este ya se me olvido, el, es la nerviosidad va. (se ríe)

(cantando) 
“En el ochenta y siete, 
Llegamos hasta El Poooy..
Hicimos el retorno como el dia de hoooy….
Ahí amanecimos toditos desvelados,
Pero con la esperanza de volver al El Salvador.
A las dos de la tarde,
Llegamos a Guarjila…
Ahí por todos lados,
Todo era zacatal…
La gente se bajaba,
Toditos aflejidos,
Porque por todos lados,
Habían militar…  


Bueno, más o menos-