Refugio y Retorno: Historias de una comunidad reasentada en El Salvador

Ángel Serrano


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En esta historia oral, Ángel Serrano ofrece un relato histórico de largo alcance de la organización y migración de personas originarias del norte de El Salvador en los departamentos de Chalatenango y Cabañas. Angel ha ocupado roles de liderazgo en la comunidad repoblada de Guarjila, El Salvador durante muchos años. Primero analiza cómo la desigualdad extrema estaba detrás de la larga historia de la migración laboral agrícola estacional regional y plantó las semillas para el movimiento campesino que eventualmente se convirtió en una guerra civil. Como él explica, a medida que aumentaba la represión militar, algunos campesinos comenzaron a participar en las organizaciones que formaban el FMLN. Otros huyeron de El Salvador, miles de los cuales terminaron en los campos de refugiados de Mesa Grande en Honduras. Describe el papel de las organizaciones internacionales involucradas en el Movimiento de Solidaridad Internacional en el apoyo a la decisión de los refugiados de organizar su regreso colectivo a El Salvador durante la guerra, a pesar de la resistencia inicial del ACNUR y el gobierno salvadoreño. Su historia oral concluye con una reflexión sobre la importancia del movimiento campesino y la decisión de los refugiados de regresar a El Salvador.

Soy Ángel Serrano. Soy originario del municipio de San Antonio de la Cruz y domiciliario actualmente en Guarjila. En el año 79 nos organizamos en las organizaciones campesinas, otros en las organizaciones cristianas, nosotros en la UTC, porque veíamos que no eran reconocidos nuestros derechos en las prestaciones que demandábamos en las zafras de caña y en la corta de algodón y la corta de café. Entonces era necesario unirnos para exigirle a las haciendas, o los finqueros, derechos a tener un techo por lo menos por la noche para dormir en las fincas, o una mejor alimentación. Y había, por ejemplo, otros campesinos que demandaban, que nos uníamos a ellos, que demandaban tierras. Quiero decirles que, en este lugar, o en la región donde nosotros estamos, que la región nororiente de Chalate, todos somos inmigrantes desde hace muchos años. 

 Porque en épocas de veranos salíamos a todos esos trabajos para conseguir algunos centavos, que nos servían para cultivar o alquilar tierra para sembrar y la sobrevivencia. Pero estas organizaciones, la respuesta que tuvimos, por ejemplo del gobierno de ese entonces, y del ejército, fue una represión contra las organizaciones campesinas, y entonces la represión nos permitió, por ejemplo, ya en los ochentas no participar ya a la corta de los cafés, a la corta de las cañas, y a la corta de algodón porque así desaparecía él que protestaba por sus derechos. Entonces eso nos permitió, mejor, estar en casa y mantenernos de manera organizada con la gente, analizando la situación, pero la represión se desbordó del gobierno contra los campesinos, contra los católicos, con la comunidad de base. Entonces eso nos llevó a que no teníamos seguridad en las casas, porque si lo encontraban en la casa era también capturado y desaparecido, si no lo encontraban en la casa era de la misma manera. 

Entonces huíamos juntos con la gente: mujeres, ancianos, y niños. Entonces al huir, por necesidad, nosotros nunca pensábamos en una guerra, si no que nos salimos para defendernos de no ser capturados. Pero ya estando en la montaña, había la necesidad para establecer control para no ser capturados y las primeras armas que nosotros tuvimos eran pistolas, algunas, y cohetes de pólvora con mecha para avisar para que se corriera la gente. 


Entonces llegamos a un momento que fuimos más perseguidos y los operativos nos perseguían y eso nos obligó a defendernos con lo que teníamos, o con lo que pudiéramos, o quitarle las armas a los mismos patrulleros que andaban. Había que pelear muchos, muchos se quedaron en el camino. Y mucha gente huyo hacia Honduras que era el país más cercano. Los que nos quedamos resistiendo, por ejemplo, en el caso de nosotros quedamos—y eso era un proceso acelerado—los que nos quedamos, por ejemplo, como milicianos sosteniendo ya pudimos tener algunos fusiles, pero todavía no era la guerrilla, era la milicia o era gente que nos organizamos para defendernos, para tirar dos tiros aquí y huir para que siguiera la gente. 

Ya no era mortero de pólvora con papel. Y la represión se fue acrecentando de tal manera que se da, por ejemplo, los asesinatos de los curas como la más máxima expresión de la represión. Entonces eso también nos asustaba, porque Monseñor Romero era como un mediador, porque no estaba en ningún lado, estaba en el lado del pueblo en el sentido de que en la parte en que la gente me decía que le respetaran la vida, que le respetaron, por ejemplo, los cultivos, sus animales para la sobrevivencia. Pero no había eso. Quemaban los cultivos, mataban los animales y entonces quedaba la gente comiendo raíces de jocotes o frutas de árboles estaban. 


Pero la situación cada vez se fue agravando y agravando, y entonces ya del 81 habían puesto militares en todos los municipios. Y entonces ya la huida era tan difícil que había que andar entre ellos, entonces se formó la guerrilla. Nosotros continuamos como milicianos, pero los grandes montones de gente—porque la gente de Cabañas, Cuscatlán—se sintió más seguro en Chalatenango.  Se pasó para para este lado. 

En momentos que no había operativos militares, pues algunos que podíamos algunas letras, fuimos maestros, ya en el 82. En el caso mío, fui maestro enseñando a leer y a escribir a los niños con lo que podíamos. Era más la voluntad que la capacidad que podíamos tener, entonces íbamos a darles clase a los heridos que estaban en los hospitales clandestinos. Ya había, por ejemplo, médicos como Benito, el que acaban de enterrar aquí en Guarjila, que fue el primer médico que llego a Chalate, y andaba con la población y la guerrilla. 

Yo después del 82, 83, junto a otra gente que dábamos clase en la zona, se formaron los Poderes Populares, porque los poderes populares se organizaron con un objetivo de buscar cómo resolver juntos la seguridad de la población. La guerrilla se apartó porque tenía que pelear con los soldados, y la población quedamos ahí. Entonces había que dar control civil, por una parte, la otra eran los botiquines con las promotoras de salud, la educación, y la producción. Entonces eran como cuatro áreas y había una directiva en cada región que se le llamaba el Poder Local y se reunía para ver todo lo que era la salud, la educación. 

Pero se da en el 86 la invasión del Andrés Carreño, un operativo que metieron 18,000 militares y capturan casi a la mayoría de la gente, porque ya muchos se habían ido a Honduras, en los campamentos de refugiados había 11,500 personas. Entonces ese operativo duró un montón de tiempo y la gente no resistió y la capturaron. Entonces el Poder Popular no era poder entonces, porque ya estaba capturada la gente. Y había gente que quería regresar. Por ejemplo, Carasque fue la primera gente que en el municipio de Nueva Trinidad donde cinco familias llegan para repoblarse, y al Arcatao que llegaba y salía. Cuando llegaba los operativos la gente salía, cuando se iban los militares llegaba la gente.

Entonces justamente en octubre del 86 nos vamos algunos a los refugios y empezamos allá a acompañar el proceso de consulta junto con los que estaban ya organizados con los comités de campamento y coordinadores de sectores a organizar la consulta para el regreso con los que tenían la voluntad. Porque ¿cuál era la apreciación de ese momento? Que había gente que quería venirse porque aquí tenía sus hijos, o había, por ejemplo, hijos que aquí tenían sus papas (de la guerrilla), entonces querían establecer ese contacto. Pero además querían producir, porque también estar militarizado y refugiado, la cara de un refugiado en cualquier parte del mundo es una cara con trauma porque están sin patria, sin derechos y tendida la mano para que les estén dando la comida a través del ACNUR también está difícil. Entonces la gente vio qué podía producir y que no tenía ningún delito, por lo que podía tomar represalia el mismo ejército, que era entonces el presidente Duarte. El proceso de consultas se dilató nueve meses y en esos nueve meses se tuvo, por ejemplo, el esfuerzo de conectarnos con la solaridad internacional, con los sacerdotes y obispos como fue el de Luis Santos y Monseñor Uriostes de San Salvador, y otros pastores como el pastor luterano para acompañar esa idea. 

Pero menos el gobierno estaba dispuesto a dar la luz verde para que nosotros nos viniéramos. Entonces es en la última hora que, después de nueve cartas que se le mandó al gobierno, llega la comisión del gobierno para decirnos que nos iba a tender un puente aéreo y que estaba permitido, pero para que nos fuéramos a unas cooperativas de la reforma agraria que nosotros no conocíamos a donde era…perderlos, que íbamos a venirnos 100 por 100 cada mes 100. Y nosotros ya habíamos organizado para venirnos juntos, por ejemplo, a Guarjila, 1,464. Y para Las Vueltas, mil. Y para Copapayo y para Santa Marta, la población había tomado la decisión de regresar y ya había decidido los lugares. Y como el gobierno nunca dio el sí, entonces ese se publicó afuera a través de la solidaridad que jugó un papel tan importante en ese momento. Creo que en todos los momentos cuando uno ve el problema, aunque sea al otro lado del mundo la solidaridad no deja de tener su precio. 

Y entonces eso vino y lo publicaron, y eso para el gobierno fue un susto porque nosotros publicamos en el comunicado que regresamos el 10 de octubre. Cuando el gobierno no había querido contestarnos, entonces manda la delegación del gobierno para que nos reuniéramos con el comité de repatriación. Y el comité de repatriación estuvo listo, los acompaño Monseñor Luis Santos de Santa Rosa de Copan, y realmente no pudimos llegar a un acuerdo porque ellos querían despedazarnos (la organización que teníamos). No fue posible. Tuvimos que—ellos fueron a reunirse con la gente en los campamentos de refugiados—la decisión de la gente era firme y era sentida. Querían producir también lo que lo que iban a consumir. Supuestamente en el primer momento iban a necesitar del apoyo de la alimentación de que las iglesias y todo eso, pero la gente tenía una alta disposición. 

 Luis Santos se reunió con nosotros con el comité de repatriación y nos dijo “Miren, piénsenlo. Pueden llevar a una masacre a esta población. ¿Y porque no se van los que tienen más fuerza y dejen a los más débiles?” Pero como los ancianos y las mujeres—no—nosotros sabíamos que estaban dispuestos a regresar. Y nosotros sabíamos que la solidaridad nos iba a acompañar. Confiamos en la solidaridad. Luis Santa nos dijo que no tuviéramos la repatriación porque el veía una amenaza, un peligro en la situación que estaba en guerra. 

Finalmente tomamos el camino, la decisión, y el ACNUR como nos vio indetenibles, dio luz verde a la carrera. No dio las condiciones para hacer el traslado tan grande como 4,500. 

Era más que todo una situación sin alimentos, sin medicamentos, e incomunicados. Y así caminamos, con solo la coordinación por cada 10 familias. Y que perdimos esa coordinación en el camino. No había forma de comunicarse de una punta a la otra. Así fue como llegó a Las Vueltas. Tuvimos una serie de dificultades en el camino. En El Poy, allí dormimos. Y allí dormimos debajo de los buses y otros adentro. Y a las cuatro de la mañana nos levantamos porque el Coronel Majano llegó para reunirse con el comité de repatriación y nos dijo: “Ustedes van a caminar en la noche.” Y nosotros lo resistimos. Allí el Monseñor Urioste nos dijo, “Miren, hay que respetar la decisión de los que van, de los compatriotas y la representación de ellos.” Pues el Monseñor intervinó allí, y así fue como nos quedamos en El Poy porque nosotros consideramos que si podíamos tener un problema en la noche.

Entonces, ahora ya puestos en los lugares, consideramos que todos los que levantaron la mano y que tenían uso de razón, en ese momento, para tomar la decisión de los que se venían para Guarjila y dijeron y levantaron la mano, “¿nos vamos?”. Como los de Las Vueltas, los de Santa Marta, y de Copapayo, creo que fue una decisión correcta. Porque hoy lo disfrutamos nosotros, los mayores, los pocos que estamos, y lo disfrutan los que conocen la historia, y la vivencia comunitaria que tienen las comunidades. Entonces, una decisión que fue tan correcta, que no hay porque arrepentirse, porque ni uno se regresó de regreso al refugio. Porque perfectamente podía irse, si estaba arrepentido, estaban por la montaña, podían caminar como se fueron para llegar al refugio porque quedo gente haya. 

Entonces fue muestra que la gente vino con ganas a enfrentar las dificultades, a trabajar y a buscar la sobrevivencia. Y también aquí la iglesia nos apoyó: la iglesia católica, la iglesia luterana, la universidad nacional y otras universidades, y la solidaridad que no se hizo esperar, ¡que hizo presencia! Y eso nos permitió ser vistos por el mundo. Al ser vistos, también se tenía el cuidado aun que había una guerra, que podía hacer, por ejemplo, victimas masiva—de una matanza masiva. Entonces, tanto la aviación, como el mismo ejercito (eso no quiere decir que no se dieron casos), pero fue una cosa muy bonita, bien sólida. Y creemos que fue el paso que se dio también de contribución…muy poquita, pero bien significativa, con la solidaridad y la gente que regresó fue el elemento importante.


 

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