Refugio y Retorno: Historias de una comunidad reasentada en El Salvador

Emeteria Rivera Miranda


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En esta historia oral, Emeteria Rivera recuerda cómo era vivir en el campo de refugiados de Mesa Grande en Honduras y en Guarjila, El Salvador después del reasentamiento de refugiados allí en 1987. Emeteria es una persona adulta mayor y ex refugiado de la guerra, reside en la comunidad repoblada de Guarjila, El Salvador. Primero describe el traslado de su familia a Mesa Grande y su situación en los campamentos. Luego habla del viaje de regreso a El Salvador, después de que los refugiados de Mesa Grande decidieron regresar, y sus impresiones sobre Guarjila poco después de que los refugiados comenzaran a reasentarse en la comunidad. También comparte algunos recuerdos de su experiencia de la guerra civil salvadoreña mientras vivía en Guarjila después de su repoblación en 1987 y antes del fin de la guerra con los Acuerdos de Paz en 1992. Finalmente, reflexiona sobre sus buenos recuerdos del Padre Jon Cortina, el sacerdote jesuita que acompañó a la comunidad de Guarjila después de su repoblación y fue un organizador comunitario instrumental y guía espiritual para los nuevos habitantes de Guarjila.

Buenas tardes, yo y [mi esposo] Julián pertenecíamos a la organización que teníamos. Entonces el trabajito de él no era más que ir a las hortalizas a trabajar.Él no salía de allí y cuando decían “vamos a una reunión,” él siempre iba a la reuniones.  Yo era coordinadora de los diez cuartos. Entonces él y yo nos reuníamos en el mismo módulo. Así si se le decía—el módulo—porque eran de treinta cuartos el módulo. 

¿Cuántos módulos tenía Mesa Grande?

Mire que eso, no me recuerdo yo, solamente—el Módulo Uno, el Módulo Dos, el Tres, el Cuatro, el Cinco. Ese es el que yo me recuerdo, sí, de donde nosotros vivíamos, sí. Entonces y los reuníamos para hablar de las organizaciones, como dice usted, va, y así de los repartos que los daban, que repartíamos. Y a mí me daban cosas para que le diéramos a la gente, como ropa, así los daban, verdad, los zapatos, pues. Y allí hablábamos, pues, de la organización, pero yo no me recuerdo si la organización que teníamos era del FMLN, pero como uno eso no lo mentaba [mencionaba] allí, sí, así. Pues sí que casi poco ya ni me recuerdo, pues sí, de la organización que dice usted.

Más o menos, pero si se acuerda usted. Le voy a hacer otras preguntas. ¿Cuánto tiempo estuvo usted en Mesa Grande?

Pues mire, yo estuve--estuvimos siete años. Y a los siete años llegaron más personas a reunirlos, allí y darlos a saber que nos iban a traer para aquí para El Salvador. Entonces pues--yo como decía, algún día nos deben de decir que nos vamos a ir para El Salvador. Yo no me quedo allí. Y asi fue, y allá donde los dijeron: miren ustedes se van a ir para Mesa Grande y allá, pues, a trabajar, y ustedes van a ser que, los van a apoyar allá, decían a las personas que llegaban ya después aquí. Como quien dice los que estaban en el monte. Eso es los daba a saber también.

Entonces la gente allá, unos decían “¿Y ustedes que van a hacer? Ustedes van [allá] a que los maten.” Pues, de todos modos, decíamos nosotros, “para morir hemos nacido. Si ya nos toca la muerte, pues hasta allí llegamos.” Pues sí, porque unos se conforman allá, sí. Pues yo le dije a Don Julián “yo no me quedo [aquí],” le dije yo, “porque yo me quiero ir ya para El Salvador.”

¿Y la Juanita, Rosita y Leno, que le dijeron?  ¿Como fue el tema en familia de ustedes?

Mire, Leno, él se me quedo aquí con el tío que vive aquí por San Simón porque ese no lo lleve a Mesa Grande porque no quiso ir conmigo. Solamente llevaba la Juanita, la Rosita, ella. Y tenía una cipota, una nieta, que era hija de la Teresa, de la que vive en Las Flores.  Entonces ellas alegres decían que se venían también ellas decían, “los vamos, mamá” y ellas alegres, pues sí. No me dijeron “mamá, no se vaya,” no. Ellas ya decidieron también, como estaban pequeñas, no están muy viejas. Ya ellas trabajaban allá, como a dar clases. Las pusieron allá a dar clases a los niños y aquí cuando vinieron, lo mismo. La Juana daba clases a los niños, pero como se mantenía un dolor de cabeza, mejor se salió ya ella no quiso trabajar en eso. 

Digamos si yo le preguntara, como fue un día antes, de repoblar allá en Mesa Grande, como estaban ustedes, que es lo que preparaban, que es lo que traían, ¿qué es lo que no traían de allá?

Nosotros nos preparábamos de comida, de totopostes, tortilla y pan y teníamos gallinitas aliñamos unas gallinitas para traer. Nosotros alegres, pues, haciendo para traer para comida, porque dijeron, aunque si quera totopostes hagan, allá no va a ver comida al llegar. Y fue cierto. Lo que traíamos nos sirvió para comer y los dijeron en la reunión, si tienen un puñito de maíz, lo llevan, algún puñito de arroz, aceite, todo lo que se ocupa, verdad, los frijoles. Porque recién llegado no va a ver nada para comer. 

Y con respeto, cuando usted está en el lugar, cual fue el medio de transporte que vio en el que se iba a subir, ¿cómo fue? Cuénteme.

Pues mire, yo lo vi bien porque en el bus que nos traían, nos traían bien, pero ya puesto en El Poy, ya allí, se pusieron más que no nos querían dejar pasar. Entonces pues sí, ya los que nos venían acompañándolos a nosotros, las comisiones que venían, ellos hablaron de que nosotros veníamos… para el lugar de nosotros. Que no querían que pasáramos de allí. Allá en migración en el Poy, allí nos tuvieron toda la noche. Y después ya descendieron el papel que nos iban a dar porque uno por uno los llamaba a dar datos allí para sacarlos de allí para darlos para El Salvador. Pero costó, sí. Desde allá de Mesa Grande, costó porque nosotros quedamos allá. Se trajeron un poco de gente y los demás nada. Entonces nosotros allá, los que se reunían con nosotros, le dijimos nosotros que, si no los traían, nosotros nos íbamos a venir a pie. Caminando nos vamos a ir y así toda la gente había quedado bastante si, caminando nos íbamos a venir porque no los querían traer ya. A pues, allá dormimos esa noche y al siguiente día los trajeron, sí. Y los otros esperándonos en el Poy, porque se vino un grupo esperándonos en El Poy.

Cuando ustedes estaban en El Poy para donde le dijeron, para que departamento lo llevaban, ¿no le habían dicho?

Como no, como desde allá ellos decidieron que nosotros venimos para Guarjila y otros para Las Vueltas y otros para Santa Marta.  No me recuerdo si solo esos, los otros. Entonces los grupos que se iban ir para un puesto, los sacaron para un puesto, y los otros para otro puesto y nosotros aquí para Guarjila. Veníamos dos grupos y así unos se iban para Los Ranchos y los otros de Guarjilita, se iban para Los Ranchos, y los otros de Guarjila que se le decían, iban a quedar aquí. Pero como no se podía pasar para Los Ranchos porque estaba muy feo.  Estaba por lo menos minado y tenía miedo la gente. Pues fue que se quedó allá abajo la gente por Guarjilita, todos nos quedamos aquí.

¿Cuándo usted entra a Guarjila qué impresión le da? ¿Qué encuentra en Guarjila?

Yo aquí me siento bien, yo no siento que vivo mal aquí. Yo me alegro que estamos bien ahora porque cuando venimos, venimos aquí que los tiraron en la zacatera, En la calle no podíamos meternos por un lado ni al otro estar solo allí a la orilla del caminito. Allí no pasaban buses ni carros. Solamente la gente que pasaba, porque los de Las Flores, ellos como ya estaban repoblados primero, ellos vinieron en progresión vinieron. Allí los traían comida porque yo, la hija mía, hizo un paquete de tortillas y me trajo para que comiéramos. Yo en ese momento estaba haciendo el fueguito en la tarde y íbamos a sancochar arroz para comer. Ya ella nos trajo las tortillas. Pues contenta la gente que vino a la progresión pues, de allá de Las Flores.  Alegres que habíamos venido nosotros. Y esa gente venían a traer la producción hasta allá en ese viejo, que le decían. Y por eso estaba ese caminito ya para el lado de Las Flores porque les venían a dejar las cosas a ellos y de Chalate a saber dónde, pero de ese lado les traían la producción a ellos.

Ya después aquí ya los hombres ellos se pusieron a chapear. Don Israel, como era el coordinador que traíamos, él vino con los hombres a buscar una casa, esa donde está él, y allí nos reunimos nueve familias todos juntos. No nos peleábamos y allí era lo poquito que se arreglaba de comida compartíamos y de este poquito compartíamos. Y así pasábamos nosotros hasta que ya decidieron hacer los ranchos y los dieron a cada familia. Los dieron ranchos a cada uno, si. Y de allí pues nosotros lo que hicimos fue jalar madera para ponerle las parales, las barras, y a los ralos para en barrar de tierra. Yo vine a trabajar aquí.  Decidieron a poner ese comedor a donde esta los pedajes. Yo allí trabaje tres años, 18 días, dándoles comida a los compas los que venían de allá desde San Salvador que venían a las marchas. Yo era la coordinadora trabajando para darles comida. 

¿Que parece entonces, como sintió usted lo de la guerra? ¿Era igual la cuando la comisión se fue? ¿O era distinto esta ves que estaba de nuevo acá en El Salvador? 

Casi igual porque peleaban los unos a los otros quedábamos entre en medios de las balas nosotros. Casi igual porque no podíamos decir que no y tuvieron cuatro años peleando en ese entonces, que venimos nosotros aquí, entonces. Pero ya no era igual porque como estábamos en las casas nos corríamos a defendernos, entonces, pero estuvo feo después que nosotros nos venimos. 

¿Recuerda una experiencia que tuvo usted en la guerra cuando ya estando aquí en Guarjila alguna experiencia sobre la guerra que allá vivido usted con su familia?

Sí, como no. Mire, aquí una noche, un dos de febrero, yo no me encontraba aquí, me encontraba en Arcatao. Y a las cuatro de la mañana, se oía la balacera que se peleaban aquí, en este cerró y otros cerros allá, se oían los grandes bombazos. Vengo yo y le digo a una sobrina, “ay María, le digo yo están peleando en Guarjila, yo me sentía afligida ya verdad.”

“De verdad,” me dice ella.

“Sí,” le digo yo, “están peleando.”

“Entonces ya primero Dios que no pase nada,” me dice ella. Vaya, cuando vine ya no tenía de que la Juana estaba acostada con Etelvina que estaba chiquita de brazos y cayó, mire, así al lado de la pared, cayeron seis balas, alado donde ella tenía la cabeza. Se fueron en la pared de los parales. Allí se fueron las balas. Esas seis balas le hubieran cayado a ella y a la niña allí hubiera muerto y ella como sorda ella ni oyó.  Y Don Julián le hablaba del otro cuarto y le decía Juana, “levántese que están peleando.” Y así se levantó, dice, y tiro el petate debajo de la cama, y allí se metió debajo de la cama. “No Juana,” dice que Don Julián, “se salga de allí. Vénganse para otro cuarto.” Porque nosotros habíamos hecho una pared de pierda. Él nos había dicho que hiciéramos una pared de piedra para que cuando se pelearan que nos acostáramos al lado de allí para que no los cayera las balas. Pero cuando peleaban de allá para acá no nos defendíamos. Nos defendíamos de las balas que venían de este lado. Pero mire, gracias a Dios no nos pasó nada. Pero rumbaban las balas cuando peleaban. Nos aflijamos por rato.

¿Usted recuerda como conoció en su vida a Padre Jon? Recuerda la primera vez que lo vio, qué impresión le dio, ¿que sintió usted después con la presencia de él? 

Bueno a mí me alegro mucho que viene un padre para acompañarnos a nosotros. Yo contenta y yo misma le daba la comida a él y a la hermana Ana porque me habían dicho que le diera la comida haya en el comedor, a ellos y llegaban ellos a comer. Y ellos allí platicaban como ellos platicaban, como era internacionales platicaban, verdad. Pero después me seguían a mí platicando a mí de las cosas.  Yo me alegraba mucho cuando ellos llegaban al comedor a comer. Ya él, cuándo mataron los Jesuitas, entonces si llego triste y yo le puse el desayuno, y me dice “ay Emeteria, yo te quiero contar algo,” me dice.

“Aja,” le digo yo.

“Se me murieron mis compañeros,” y dijo él unas palabras. “malditos,” dijo éel, “que me mataron mis compañeros.” Y le rodaron las lágrimas y solo se tomó dos tragos de café y ya no quiso. “No voy a tomar café, Emeteria.” Yo no le dije que coma porque él se sentía mal y hasta nosotros.  Ya oí decir que mataron un puño de los que andaban con él. Era duro.

¿Usted recuerda las misas que el Padre Jon daba en Guarjila? 

Las misas que daba el, quizás pocos padres nos dan. Él que viene para la fiesta—no me recuerdo, porque pasa aquí por Los Santos—ajá,  es él.  tarde le llega a lo que el Padre Jon decía. Porque el Padre Jon aconsejaba mucho. Él no le gustaba que hubiera esas cosas que uno no le parece. Él la aconsejaba mucho, porque cuando el da para las navidades, las personas se ponían a reventar cuetillos, y él no le gustaba eso. Él lo rechazaba. “Porque se ponen [a hacer esas cosas]?” decía él. “De eso no le gusta a que se pongan reventar cuetillos. Podían quemar la gente.” 

Y él, aunque sea debajo de un palo—como a los principios debajo de un palo hacían las misas—sí, no habían ni iglesias, ni nada. Después hicieron ese monumento y ese era la iglesia que estaba. Y él no pudo ver una iglesia aquí. Pero él decía, “yo estoy conforme que la gente tenga casas que una iglesia porque las iglesias nosotros las hacemos.  Si debajo de un palo se hace la misa, entonces debajo de un palo se hace. Y allí estaba la iglesia.”

Ahora en actualidad, como se siente usted de su vida, de su familia, con sus logros que usted tuvo al final de la guerra, ¿cómo se siente?


Yo me siento tranquila porque si no tenemos cosas, pero por lo menos que la comida no los falta. Porque yo, mi hijo que vive aquí, él me da el maíz y me da frijoles. Y el otro que tengo en El Rincón, el me da maíz, y me trae maicillo me trae frijoles y me trae la leña. Yo me siento feliz, sí. No como antes que vivíamos en una pobreza tan dura, que no teníamos el sustento, por decir así, yo salía, mire, a porrear maicillo duramente para mantenerme. Y ahora como le digo yo a Don Julián, si tenemos la comidita para el día. Y todo porque los hijos nos dan.

Usted como, como recordaría la guerra, ¿con que palabra la recuerda? 

Yo recuerdo que la guerra estuvo dura para nosotros. Lo primero era que donde decían que vienen los soldados, nos coreamos. Allí no mirábamos, ni nada, sino que solo los niños eran lo que jalábamos para defendernos.

¿Y ahora que vivimos en un ambiente diferente, con que palabras lo describe? ¿Como se siente con esta vida de ahora que no hay guerra?

Pues yo me siento feliz porque por lo menos ahora vamos a una alegría. Pues no nos sentimos afligidos. Vamos a una misa también con la alegría. Como esta que ha pasado de San Francisco, que es  una alegría que hay. Yo me siento distinta como la vida de antes de la guerra.












 

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