Bruno Latour - Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red
1 2023-10-25T12:08:30-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 42648 5 plain 2024-01-16T07:48:29-08:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49Lugar: Buenos Aires
Año: 2008
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- 1 media/Bibliografia.jpeg 2024-04-21T23:31:21-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 Bibliografía Alberto Tagle 18 image_header 2024-05-04T04:58:20-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49
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media/A writer being disintegrated in a highly complex computer network, Panoramic view, Realism, art, Diego Rivera (1).png
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La patente insuficiencia de la autoría individuada
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El presente trabajo busca enarbolar una concepción de las autorías escriturales centrándonos en las particularidades que puede tomar a través de prácticas digitalmente mediadas. Para ello, haremos un especial énfasis en la propia escritura que surja en la investigación a través de la creación de un experimento de desapropiación literaria que funciona a través de la implementación de código computacional, así como del uso de la plataforma Scalar.edu. Con esto buscamos responder a las diversas formas que estas escrituras adoptan y que no pueden ser aprehensibles desde una visión individuada y apropiacionista de la autoría. Para ello, nos basaremos en una postura posthumanista, centrándonos en los conceptos de agencia, mediación técnica y materialidad.
Consideramos, al igual que K. K. Ruthven y Andrew Bennett que, si bien la noción de artista como genio tiene como principal fuente tanto teórica como literariamente al romanticismo europeo, parece que su verdadero sentido totalizante fue determinado por una visión del siglo XX hacia su pasado romántico. Entender las formas situadas en las que es capaz de operar la autoría fuera de los márgenes instituidos de una figura individuada como creadora de lo escrito responde a la necesidad de entender qué clase de agentes, humanos y no-humanos, están en juego y qué tipo de agencia tienen para la conformación de dicha autoría. Conceptos fundamentales como propiedad, genio, originalidad, derechos de autor o plagio han colmado las preocupaciones de los estudiosos –sujetos prioritariamente a realizar análisis desde diversas teorías literarias o en el campo de una sociología de la literatura– en relación con el concepto de autor y su papel central en cualquier teoría e historia de la literatura. Trabajos recientes escritos en español como las compilaciones Autorías encarnadas: Representaciones mediáticas del escritor/a (2022) a cargo de Aina Pérez Fontdevila y Juan Zapata u Horizontes teóricos y críticos en torno a la figura autoral contemporánea (2019) coordinado por Adriana de Teresa Ochoa muestran cómo muchos de los estudios actuales escritos en español sobre la autoría se siguen tramando desde una visión individuada de la misma que busca atender problemáticas como la cuestión homérica o la forma en la que ha sido presentado, por ejemplo, Mario Vargas Llosa como intelectual en los programas televisivos del siglo pasado. Pérez Fontdevila y Zapata apuntan, por ejemplo, cómo:Vincent Kaufman reflexiona sobre las nuevas modalidades de la función-autor que han emergido en la videoesfera y en la hiperesfera digital. A las viejas imágenes del compromiso, “El sufrimiento, la locura, la huelga ante la sociedad [o] el cuerpo a cuerpo con la lengua”, los nuevos medios han añadido otros productos: el escritor/a “humano y banal” del plató televisivo y “el escritor disponible y alcanzable” de las redes sociales (9).
Es una clara muestra de cómo su foco de atención –si bien entiende el carácter protagónico que toma la mediación técnica en la construcción espectacularizada de personalidades autorales– sigue centrando su mirada en una condición romántica de la autoría, como si las diferentes transformaciones posibles de ésta fueran simplemente una diversificación del humano singularizado sustantivado como autor. Por nuestra parte, creemos que este modelo, si bien nunca completamente estático, de la autoría se encuentra anclado en un entendimiento que sólo trata de comprender el carácter situado de los contextos sociales pero sigue atendiendo a una visión universalizadora de lo humano que es susceptible de transformarse en una condición universal de autor. Tony Davies piensa que “[o]ne of the effect of a universalising notion like a ʻManʼ is to dissolve precisely such particularities as race, sex and class (26)”. Es decir, para tramar articulaciones de la autoría que sean capaces de entender prácticas contemporáneas que no son hechas con un modelo de autoría individuada y sus dependencias de conceptos como los de originalidad o propiedad es necesario anclarse en una idea de humanidad que sobrepase la condición universal y atemporal del hombre moderno. No sólo se trata de situar el contexto histórico y técnico por el cual se ha recreado modelos de autoría individuados, sino de situar también los modos, técnicas, materialidades y a las personas que están en relación con las prácticas escriturales relacionadas con la emergencia de la autoría. En este sentido, el presente proyecto entiende que la estética, ontología y epistemología del posthumanismo es capaz de explicar formas de autoría donde el sujeto abstracto moderno no es entendido como el supremo centro neurálgico de su constitución. Rosi Braidotti entiende sobre el sujeto posthumano que:defino al sujeto crítico posthumano a través de una ecofilosofía de las pertenencias múltiple, como sujeto relacional determinado en la y por la multiplicidad, que quiere decir un sujeto en condiciones de operar sobre las diferencias pero también internamente diferenciado y, sin embargo, aún arraigado y responsable. La subjetividad posthumana expresa, por ende, una forma parcial de responsabilidad encarnada e integrada, basada en un fuerte sentimiento de la colectividad, articulada gracias a la relación y a la comunidad (64).
Un pensamiento posthumanista debe, antes que nada, situarse, encarnarse y materializarse en su enclave específico para encontrar las singularidades de la realidad en la que discurre. Por lo tanto, cualquier visión posthumanista de la autoría escritural estará necesariamente situada en el lugar en el cual se enuncia, en este caso particular, desde la compleja realidad mexicana donde Estado y narcotráfico están enraizados a tal grado que son muchas veces indiscernibles e indiferentes el uno del otro, donde las agencias escriturales son coptadas y destruidas a través de la sistemática desaparición de periodistas, donde las escrituras de las narcomantas son uno de los más claros ejemplos de la complejidad que implica comprender de dónde y cómo emergen las autorías escriturales. Así, escribir desde un punto de partida posthumanista implica considerar una ontología relacional donde los agentes no-humanos –ya sean máquinas, redes infraestructurales, animales, instituciones, etc.– no sólo están al servicio del hombre moderno como herramientas para saciar sus necesidades y cumplir sus deseos, sino que esta visión implica un aplanamiento ontológico donde dichos agentes no-humanos tienen una capacidad de agencia –entendida como la capacidad de incidir en la realidad y en la percepción de la misma–.
Por ejemplo, al hacer especial énfasis en un estudio socio-técnico de la ciencia, Bruno Latour considera que “[l]a verdadera diferencia entre las dos escuelas de pensamiento [Latour distingue entre una sociología de lo social que presupone una suerte de esencia de lo social y defiende, en cambio, una sociología crítica que niega dicho condición esencial] se hace visible cuando los ʻmediosʼ o las ʻherramientasʼ usados en la ʻconstrucciónʼ [se refiere a la construcción de lo social] son tratadas como mediadores y no como meros intermediarios. Si esto parece demasiado sutil es porque lo es (64)”. Descentrar, aplanar la ontología y comprender la relacionabilidad de los agentes no-humanos implica concebir nuevas formas de autoría en las que no sólo se busca entender la espectacularización televisada de Octavio Paz como una nueva iteración del mismo sujeto individuado, sino en los complejos cambios que tienen agentes situados en redes agenciales –como lo podría ser en este caso toda la mediación tecnológica necesaria para el funcionamiento de la señal televisiva así como su consumo– que no sólo funcionan como herramientas para nuevas formas de representación autoral, sino que remedian la realidad sobre la que se dan estas prácticas. Entender el peso que tiene la mediación técnica –como parte de la red de agentes– que configuran nuestros modos de operar y percibir la realidad presupone que no hay una esencia humana que determine nuestra relación con los demás agentes. La relación que tenemos con la realidad, en ese sentido, siempre ha estado técnicamente mediada y un acercamiento posthumano implica que los demás agentes no-humanos son mediadores indispensables para pensar el concepto de autoría. Tener como punto de análisis una ontología relacional nos hace entrever que la autoría escritural funciona más como un proceso distribuido entre diversos y heterogéneos agentes que como una sustantivación individuada. En este sentido, este trabajo busca entrever –sin ningún tipo de previsión instituyente en cuanto se arranca de un concepción relacional y situada del análisis mismo– las formas específicas por las cuales las autorías escriturales pueden ser capaces de adaptarse y responder a prácticas escriturales que no son pensadas ni articuladas técnicamente desde nociones clave como originalidad, propiedad o derechos de autor que responden a una configuración mercantilista e individual de la autoría.
Estructura
La estructura general del trabajo está pensada para articularse y desplegarse desde la propia mediación digitalizada ya que, para concebir formas relacionales de las autorías mediadas digitalmente, consideramos que es necesario participar desde esta misma forma particular de escritura. El trabajo está dividido en tres partes: la primera parte, De la esencia humana a la relacionabilidad posthumana busca plantear las bases conceptuales principales que resultan fundamentales para teorizar alrededor de una autoría posthumana. Su orden general es:
Parte 1. De la esencia humana a la relacionabilidad posthumana
1.1 La teórica muerte del teórico genio romántico donde se analiza la importancia que tomó el concepto de autoría en la teoría literaria del siglo pasado, así como la relación que se ha establecido entre la idea de autor individuado y ciertos ideales de humanidad.
1.2 La abstracción de lo humano: la escritura como base del ideal humanista donde se indaga en el ideal de humanidad ilustrado como forjador de una visión abstracta y supuestamente universal de autor y de lo humano.
1.3 Siempre fuimos posthumanos: el brote de lo humano desde la técnica donde se pretende mostrar la inclinación de la filosofía posthumana por ontologías situadas y relacionales. Asimismo, se explora la importancia que tiene la técnica en las ontologías relacionales actuales.
1.4 La agencia y su rastreabilidad material donde se explora el concepto de agencia como confrontación con una visión mecanicista de la influencia de los agentes no-humanos. Se analiza la importancia que tiene la participación de los agentes no-humanos en la conformación de la realidad.
1.5 La mediación técnica y su materialidad donde se analiza las formas en que las agencias no-humanas y humanas pueden relacionarse entre sí. De igual forma, se estudia la importancia que tiene el estudio de la materialidad para los análisis posthumanistas.
Tras haber hilado este horizonte teórico para situar las autorías escriturales posthumanas, en la segunda parte de la investigación desarrollaremos un experimento escritural a través de la poesía de Ramón López Velarde –tras haberse cumplido, en 2021, cien años de su muerte y su obra haya pasado al dominio público– por medio de la implementación de código y de ordenadores de bajo costo. El dispositivo creado busca busca responder a la noción de desapropiación propuesta por Cristina Rivera Garza, la cual será detallada en este segundo apartado. Por ahora basta aclarar que, como considera Janneke Adema (73), las prácticas escriturales como el remix, el plagio o el anonimato son sendas que nos invitan a cuestionar la idea de una autoría individuada y personal. Por lo tanto, el segundo apartado dará cuenta de la desapropiación como práctica escritural posthumana, así como de la creación del dispositivo digital para su puesta en funcionamiento. Su contenido es el siguiente:
Parte 2. La desapropiación como escritura posthumana: un experimento a través de Ramón López Velarde y el desplazamiento en Jerez, Zacatecas
2.1 La intracción como forma de relación del conocimiento posthumano, que describe el concepto de intracción como punto de partida para la generación de conocimiento posthumano.
2.2 La desapropiación como práctica para otras formas autorales, que muestra la técnica y estética de la desapropiación escritural perfilado por Cristina Rivera Garza, así como de las posibilidades que puede tener para un análisis de la autoría desde una perspectiva posthumanista.
2.3 El desplazamiento en el Jerez de López Velarde, que esboza los pormenores de la situación de inseguridad actual de Jerez, Zacatecas como parte del ejercicio de desapropiación en cuanto se parte de un entendimiento de la necesaria contextualización de las escrituras.
2.4 La selección y la base de datos como estética de la desapropiación, que analiza las particularidades estéticas y técnicas que implica tomar escrituras ajenas en un entorno sociotécnico digital.
2.5 Guía para programar código para un Raspvelarde Pi, que da cuenta, a través de la creación de un manual, de cómo la escritura en código es parte fundamental para la comprensión de autorías que vayan más allá de la supuesta intencionalidad humana en un ambiente profundamente tecnificado.
Consideramos que la inclusión de código computacional dentro del propio aparato textual nos servirá para tratar de responder a las formas de mediación que se dan entre las escrituras hechas para la legibilidad humana y las que se realizan para la legibilidad no-humana, aunque cabe resaltar que éstas no se dan de forma separada, ya que pueden suceder simultáneamente e incluso yuxtaponerse y confrontarse. Escrituras, lecturas y autorías humanas siempre están en una constante mediación con sus iteraciones no-humanas digitalizadas, por lo que si se pretende comprender las singularidades que puede tomar la autoría escritural en dicho enclave sociotécnico es fundamental atender a estas formas de escritura que modifican nuestra relación con lo que se autora. En un momento donde la opacidad es parte elemental de los objetos técnicos que nos rodean, creemos que escribir y teorizar alrededor del código computacional es clave para comprender su agencia y la manera en que ésta nos atraviesa.
El tercer apartado presenta una serie de reflexiones de las autorías escriturales desde el análisis del horizonte teórico posthumanista propuesto y del experimento detallado en el capítulo previo. Su orden general es:
Parte 3. Implicaciones de las autorías escriturales posthumanas: descajanegrizando a Raspvelarde Pi
3.1 Escrituras, lecturas y autorías no-humana digitalizadas donde se explora la mediación que hay entre las formas tradicionales de escritura, lectura y autoría y sus versiones computables conduciéndolas a su distribución, pero también a su opacidad.
3.2 Scalar, la digitalización de la autoría y su dependencia energética donde se analiza la dependencia energética y material que las autorías escriturales posthumanas tienen debido a su alto grado de tecnificación.
3.3 La expansión de las autorías y su domesticación donde se muestra cómo, a través de la implementación del código en prácticamente todos los órdenes de la realidad, la autoría expande sus campos de aplicabilidad en cuanto vía de mercantilización.
3.4 Otras formas de (des)apropiar donde se propone la desapropiación como un camino para otras formas de entendimiento que se alejen de la visión de autoría como sinónimo de propiedad.
Conclusión: Responsabilidades distribuidas
El uso de la plataforma Scalar.edu servirá para hacer uso de mediaciones como el hipertexto, la implementación de código y la incrustación de contenido multimedia como parte de los diferentes niveles que puede tomar la escritura digital. Se aboga por una escritura que, en su mediación digital, pueda mostrar tanto en forma y contenido las condiciones hipertextuales, fluidas e informacionalizadas de la escritura. Sin embargo, no consideramos que la simple implementación de ciertas tecnologías específicas –así como su relación con otras en la medida en que ninguna tecnología opera en una esfera aislada– implique causalmente ciertas consecuencias inherentes. Es decir, no partimos de un reduccionismo tecnológico; no creemos, por ejemplo, que la escritura como tecnología implique necesariamente un tipo de linealidad de manera esencial. Las tecnologías, más allá de su condición invitacional y en cuanto están determinadas para ciertas formas de relacionarnos con ellas, también tienen que ser consideradas desde la forma en la que operan situadamente. Una visión posthumanista no sólo debe situarse a sí misma, sino también sus puntos de interés. En este sentido, el hablar de las condiciones y las implicaciones que tiene una autoría posthumana, a través de nuestros intereses situados, mostrará iteraciones específicas, pero siempre en relación a las demás autorías posthumanas.
¿Por qué Scalar?La plataforma de código abierto Scalar, diseñada por The Alliance Networking Visual Culture que tiene como principales colaboradores a académicos de la University of Southern California, es definida por sus propios creadores como una semantic web authoring tool que busca tipos de formación, distribución y consumo de publicaciones académicas que se adapten a un entorno digital multimedia. Buscan vías alternativas que no estén pensadas bajos los paradigmas de las publicaciones académicas centradas en la captación económica por lo que adoptan una visión abierta del acceso de sus materiales. El entorno digital de Scalar permite la incrustación de imágenes, videos, código fuente, integración de API’s y widgets de diversas fuentes –como podrían ser iteraciones de Google Maps–y más configuraciones digitales en orden de ofrecer un entorno no lineal, distribuido, con estructuras flexibles que se piensa de antemano como una plataforma multi-autoral de los proyectos. Scalar presenta alguna suerte de restricciones, como el hecho de que para poder registrar un nuevo usuario –lo cual es indispensable para crear un nuevo proyecto y que, en caso de que fuera así, cada colaborador necesita registrar su propia cuenta–solicita an email address affiliated with an academic or cultural heritage institution por lo que no es accesible para cualquier persona.
El margen de personalización que ofrece Scalar a través del uso de diversos lenguajes de código fuente ofrece la posibilidad a los usuarios de moldear tanto las formas de interacción, la visualización y la integración de funcionalidades en los proyectos que van más allá de simplemente dotarle una importancia al carácter visual de la escritura, sino de experimentar las particularidades que le son posibles desde entorno digital. Por otra parte, ofrece la integración de la hypoteshis.is, herramienta también de código abierto, que permite la incorporación de comentarios y señalizaciones por parte de los lectores del proyecto vía previo registro, esta vez sin ningún tipo de restricción, por lo que los integra en el proceso mismo de escritura y, por lo tanto, de autoría. Scalar nos permite que el propio proyecto trate de ser partícipe no sólo en el entendimiento de formas de autorías posthumanas, sino en la intervención activa a través de técnicas y formas de escritura que resalten el carácter relacional que entendemos fundamental en el concepto de autoría.
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3.4 Otras formas de (des)apropiar
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Katherine N. Hayles considera que el paso de lo que ella llama un lenguaje natural a un código computacional artificial también es el paso de una comunicación basada en las experiencias hacia una basada en la calculabilidad procedimental. Argumenta que, conforme más se han refinado y aplicado para la regulación de la vida, los códigos se han vuelto más procedimentales y descontextualizados (142). Como hemos sugerido, la expansión de las autorías en la mediación digital está estrechamente ligada a una inclinación mercantilista basada en la idea de propiedad privada. Alberto López Cuenca apunta que desde el siglo XIX se ha generado una yuxtaposición e indiferenciación entre quien produce algo y el propietario de algo (véase subrayado de la página 16):
Este problema se acentúa con la misma expansión de las autorías escriturales, Carolina Gainza apunta que "la producción literaria digital se inserta dentro del conflicto en torno a la apropiación del conocimiento y la información (pos. 601)". Por otra parte, Ramiro Santa Ana, quien suponemos que es Perro Tuerto –el creador del tutorial Publicación desde una sola fuente utilizado para la automatización en la maquetación de En tu casa desierta: una desapropiación de Ramón López Velarde– muestra (41) cómo iniciativas que surgieron en la digitalidad como Creative Commons o Copyleft que pretenden otros modelos de propiedad son impensables sin la lucha por el código. Para Gary Hall, el problema de estas alternativas es que siguen siendo "extremely liberal and individualistic; rather than endorsing a collective agreement, policy, or philosophy, it provides a range of licenses from which authors cand individually choose (4)". Pensando desde la cajanegrización de la autoría que hemos sugerido, consideramos que la desapropiación puede ser una vía para articular nuevas relaciones con la autoría escritural, pero también con las tecnologías que las median.
Nadia Cortés propone que "[n]uestra agencia para un cambio colectivo y para la creación de formas tecnológicas alternativas implica desarmar lo ya empaquetado de las tecnologías, abrir sus cajas negras no solo para saber cómo funcionan, sino conocer los valores implícitos que conllevan (12)". Si hemos tratado de replantear a la autoría a través de la materialidad, es evidente que la desapropiación no sólo puede operar en el ámbito de la textualidad, la desapropiación también tiene que ser material y situada. Frente a la administración digital que regula nuestras relaciones con otros agentes y con la tecnología misma, Paula Ricaurte Quijano concibe las tecnoresistencias como (véase el subrayado de la página 48):
Aunque también sugiere que una suerte de homogenización tecnológica deriva en monocultivos culturales (véase el subrayado de la página 31). Sin embargo, la desapropiación conlleva sociabilidades que, al situarse, pueden volver a ser contextualizadas y diversificadas. Pensar que la operabilidad del código computacional sólo puede servir para la regulación de nuestra existencia sería una visión determinista. Desapropiar la escritura en cuanto código es también permitirle funcionar y dar sentidos fuera de este cariz totalitario. Pero las amplitudes y capacidades de la desapropiación estarán siempre vinculadas con la potencia y los grados de imbricación de los ensamblajes técnicos. Para Delia Crovi Druetta la apropiación digital, que nosotros podemos entender también como desapropiación, es una mediación que siempre se da en contextos diferentes y que se expresa en prácticas desiguales (9) ya que "la apropiación es un proceso contrario a la reproducción mecánica de la cultura material e intelectual. Se trata de sujetos activos que generan diferencias en su ámbito de acción, y lo hacen mediante una construcción transversal en el tiempo (64)". Una forma de confrontar la abstracción y descontextualización que diagnostica Hayles respecto del código, por ejemplo, es atender ocupándose de las particularidades situadas que median relaciones divergentes con la tecnología. Ya habíamos señalado como Eugenio Tisselli entiende que la adaptación y la adopción son formas de regular las dosis farmacológicas de la tecnología. La desapropiación, como práctica material, funciona como vía para descajanegrizar: porque patenta otras formas de relacionabilidad con las tecnologías más allá de un paradigma mercantilista de consumo como desvinculación, desechar, desterritorialización (12).
A pesar de que la desapropiación se erige como una técnica para contrarrestar la apropiación, los procedimientos no pueden ser los mismos. Leandro Rodríguez Medina piensa la capacidad de absorción epistémica como (véase el subrayado de la página 46 en Más allá del Derecho de Autor). Si tanto las autorías como las escrituras dependen de una red compleja de materialidades, entre más omnipresente sea dicha red más fácil es su capacidad de crecer. Es decir, la desapropiación de Velarde no se da únicamente en el acto de tomar su escritura, ya que también implica toda la red de lectura, distribución, protección y apertura que se haga de dicha desapropiación. El alcance material de los ensamblajes que buscan apropiar como mecanismo de producción económica –como lo pueden ser las megaconstrucciones algorítmicas capaces de construir y mantener en funcionamiento infraestructuras como el data center de Quincy– es infinitamente superior a los escenarios donde la desapropiación se piensa como alternativa de estos modelos privativos. Los desplazamientos en Jerez mostrados en el experimento de Velarde operan, por lo tanto, como apropiación. La red infraestructural necesaria para el desplazamiento de mercancías por parte del narcotráfico tiene una capacidad de absorción mucho mayor respecto de las comunidades dedicadas, principalmente, a una agricultura precarizada.
En dichos desplazamientos se buscó lo mismo que con la apropiación: la cooptación y privatización de lo común para su mercantilización a través de la desvinculación. Sin embargo, los desplazamientos también suponen movilidad agencial y, por lo tanto, escrituras no-humanas de sentido. Si las autorías posthumanas emergen por medio de una distribución agencial, esto no supone necesariamente una armonización entre dichos agentes: las autorías también son capaces de emerger de la disputa, del conflicto y de la búsqueda de anular las relaciones mismas. Julie Sanders piensa que la apropiación es inevitablemente un acto político (97) y, como argumenta Jennifer Gabrys (62) una forma de enfrentar a la supuesta inmaterialización tecnológica es a través de mapear materialmente las relaciones políticas en juego. La desapropiación es una forma de construir y evidenciar redes heterogéneas. Aunque, frente a los ensamblajes técnicos totalizadores que son capaces de absorber todo a su paso a través del procesamiento de datos o la asimilación de territorios, la desapropiación parte de una clara desventaja material frente a lógicas apropiacionistas. Si proponemos que la descajanegrización de las autorías digitales puede darse a través de su desapropiación, el acto mismo de cajanegrizar tiene la capacidad de servir como una respuesta frente a la apropiación. Retomando a Hall, uno de los problemas de iniciativas como Creative Commons es que son una alternativa que sigue sosteniéndose tanto en la idea de propiedad individual como en la de elecciones personales. Es verdad que se alejan de pretensiones económicas pero en su apertura “democrática” se ofrecen a sí mismas a ser devoradas por las megaconstrucciones. La alternativa que ofrece Creative Commons, por ejemplo, es la apertura de la cultura, incluso la filosofía open source de Scalar y la escritura del código fuente de Raspvelarde Pi en su accesibilidad se vuelven proclives de ser apropiadas. En este sentido, Zach Blas (198) piensa que la búsqueda de la opacidad puede ser capaz de proteger lo diverso. Mientras que la opacidad mercantilista está cerca de ideas como las de secreto empresarial, la opacidad como resistencia a ser apropiado está próximo a la búsqueda de protección de relaciones subalternas, de formas de habitar diferentes. No obstante, parece que ambas alternativas se conciben desde una visión de la materialidad que no sólo la entiende como un recurso. Parece que la homogenización y la descontextualización de la apropiación, en su afán de desvinculación, deja tras de sí materias que ya no son explotables. Así, toma relevancia otorgar nuestra atención a lo residual. Agustín Fernández Mallo afirma que:
cuando desde un sistema de referencia en el cual hemos dotado de un sentido a una obra, y mediante un leve desplazamiento –un shift– pasamos a otro sistema que otorga otro sentido a la misma obra, en esa traslación de sentidos se genera un residuo, un sedimento –un excremento, si se quiere–, algo que en ese camino de traslación es abandonado y que por lo general, por aparentemente inútil, acostumbra a no ser considerado. Es ese residuo, producto de la traslación, lo que provoca que el cambio de sentido que acontece en la relectura de una obra no sea una mera reasignación arbitraria, no sea un «todo vale», en tanto que sin ese residuo la traslación no hubiera sido posible (202-203).
Prestar atención al residuo es atender a una materialidad que ha sido intencionalmente ocultada en la objetualidad mercantilista. El residuo es parte fundamental de la heterogeneidad material que se pierde en la necesidad de la artificial pureza material necesaria para el funcionamiento de lo digital (126). La desapropiación permite otras escrituras, lecturas y autorías residuales que no formaban parte, o dejaron de formar parte, de la estandarización, canonización, de una producción cultural anclada en la desvinculación y la abstracción que promueve configuraciones escriturales planteadas desde una supuesta universalidad de la literatura. Desapropiar a Velarde y relacionarlo con Jerez más allá de un tópico poético es, también, desestabilizarlo desde sus residuales porque no hay autoría literaria individuada sin procedimientos e instituciones estabilizadoras (58). Como apunta Ricaurte (véase el subrayado de la página 26) el territorio no es sólo un espacio material, sino que se conforma desde las relaciones siempre en movimiento, en constante negociación, siempre escribiéndose en la materialidad. En este sentido, desapropiar a Velarde para volverlo a relacionar con Jerez no sólo puede darse a través de la textualidad de la base de datos generada por más que, como Bill Seaman señale (125), cada elemento combinatorio arrastre su pasado. Desapropiar es hacer patente la pérdida de la supuesta autonomía de la escritura literaria que teoriza Ludmer. Desapropiar a Velarde es sacarlo de un Jerez idílico y abstracto, sustraerlo de una provincia antes ignorada por la crítica literaria para fijarse como parte de un canon regulador; es incrustarlo en otro Jerez materializado y adverso que ahora está volviendo a ser presa de otro orden regulador; es confirmar que –a través de las autorías y escrituras situadas– no es posible pensar al uno sin el otro. Así, la desapropiación debería poder apuntar hacia otras maneras de habitabilidad en los territorios que generan escrituras siempre situadas. Cristina Rivera Garza sostiene que las desapropiaciones son:prácticas de escritura que traen a esos zapatos y a esos otros a la materialidad de un texto que es, en este sentido, siempre un texto fraguado relacionalmente, es decir, en comunidad. Y por comunidad aquí me refiero no sólo al entramado físico que constituyen el autor, el lector y el texto, sino también [...] a esa experiencia de pertenencia mutua; con el lenguaje y de trabajo colectivo con otros, que es constitutiva del texto [...] Estamos frente al surgimiento de autorías plurales que, lejos de proponer una fusión estable, una especie de bicéfalo monstruo al que le corresponde la unidad, mantiene y muestra la tensión que marca la relación entre lo literario y lo escritural propiamente dicho (20).
Por ello Rivera Garza habla de la desapropiación como una des-propiedad. Reconsiderar las posibilidades de la autoría, en su expansión, es reconsiderar profundamente las relaciones que tenemos hacia las materialidades y agencias no-humanas dadas desde la propiedad. Si nuestra capacidad de autorar está condicionada materialmente, entonces transformar nuestras relaciones desde la descentralización de lo humano también afectará a la autoría. La propia Rivera Garza habla de la pertenencia mutua porque en la desapropiación se puede tener sin poseer ya que tener implica establecer vínculos. Podríamos perfilar las autorías escriturales posthumanas a través de la propuesta que hace Lawrence Lian (283): una alternativa a la autoría individuada que apropia –como decir yo tengo estos libros publicados– podríamos afirmar que tener, y pertenecer, se tiene como cuando se dice yo tengo un amigo.
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1.4 La agencia y su rastreabilidad material
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Partir de posiciones de pensamiento posthumanistas implica no sólo el entendimiento de que nuestra propia condición está supeditada a modos de emergencia entramados desde la materialidad que nos constituye, sino también que los objetos –sobre todo los objetos técnicos– no son simplemente herramientas protésicas para el cumplimiento de la voluntad, deseos o necesidades humanas. Una ontología relacional posthumana entiende que la materialidad, en sus diversas y heterogéneas iteraciones, no simplemente opera como un intermediario del quehacer humano en cuanto actúa como un mediador que posee agencia. En ese sentido, y siguiendo la estela de Alfred Gell, “se puede atribuir agencia a aquellas personas y cosas [...] que provocan secuencias causales de tipo particular, es decir, sucesos causados por actos mentales, de voluntad o de intención, en lugar de por simple concatenación de hechos físicos. El agente es quien “hace que los sucesos ocurran» en su entorno (48)”. Entender la agencia como una capacidad de los agentes de influir, a través de sus relaciones con otros, en la realidad en la cual están situados implica dos aspectos fundamentales: que se determina a través de las formas de acción que relacionan a diversos y heterogéneos agentes y que dicha acción “actúa en el mundo material (51)”.
Bruno Latour ejemplifica este agenciamiento técnico con un sencillo ejemplo: considera que hay dos visiones principales respecto de la venta prácticamente libre de armas en Estados Unidos, la primera visión es la que busca una regulación para la compraventa que puede reducirse al eslogan “Las armas matan a la gente (251)”, mientras que la segunda visión defendida por el lobby de la National Riffle Association promulga que “La gente mata a la gente; no las armas”. La primera postura, la cual Latour clasifica como materialista, presupone que el actuar de los consumidores está directamente ligado a los objetos que los rodean, que las posibilidades de acción de los ciudadanos dependen de su capacidad de alcance material. Si Estados Unidos es el país con más tiroteos escolares es porque, para la visión materialista, hasta el alumno más ejemplar puede tornarse malvado si tiene acceso a un arma; el ser humano se convierte en lo que tiene, en lo que es capaz de portar y accionar. La segunda postura, definida como moralista, considera que los objetos técnicos son una simple extensión material que nos permite lograr nuestra voluntad, así, si un ciudadano tiene la total certeza de que su voluntad es asesinar a alguien lo hará con cualquier otro tipo de herramienta que le sirva para su propósito. Latour entiende a través de este esbozo, del cual comprende su superficial reduccionismo, que ambas posturas tienen una inclinación tan grande que terminan por volverse ingenuas: la visión materialista por ignorar la capacidad de las personas como agentes con intenciones y fundamentar una visión de lo humano estrictamente como depositario de sus condiciones externas; por otra parte, la visión moralista se ancla en una visión tan sustancialista de lo humano que lo ve como un ser capaz de controlar unidireccionalmente, a través de su voluntad y raciocinio, las formas por las que se relaciona con el mundo material a través de la materialidad misma. Latour descarta ambas vías y propone una tercera: si entendemos que las entidades no-humanas también son portadoras de agencia entonces el verdadero punto de interés no debe centrarse ni sólo en el comprador ni sólo en el arma, sino en la relación –en la red– que conforman: un hombre deja de serlo para convertirse en un hombre-armado mientras que el arma deja de serlo para convertirse en un arma-portada. Latour denomina a estas formas de relación como traducción que entiende como “[...] significar desplazamiento, deriva, invención, mediación, la creación de un lazo que no existía antes y que, hasta cierto punto, modifica dos elementos o agentes (254)”. Es decir, buscar las condiciones de posibilidad de lo humano desde este tipo de perspectivas no debe tratar de aislarlo para remarcar su condición sustancialmente, sino concebirlo como parte de una compleja red de agentes relacionados desde la colaboración, la disputa, la contradicción y la movilidad. Es desde esta perspectiva que la agencia se vuelve un factor fundamental para rastrear las formas de emerger de la autoría en un ensamblaje de heterogéneos agentes.
Sin embargo, ampararnos en una ontología relacional no niega la integración de cualidades –aunque no entendidas de forma universalizante ni necesaria– a los agentes aislados. Nos remitimos al experimento mental que propone Graham Harman sobre un trozo de plutonio en el desierto donde no hay ninguna criatura viva cerca. Su alta peligrosidad no depende de si está operando sobre algún ser vivo en ese momento porque “existe una realidad adicional en este material artificial extraño que no se agota en las uniones y asociaciones en las que actualmente lo vemos (83)”. Más allá de que actualmente su letalidad no esté siendo expresada en la red de la que forma parte –un vasto e inmenso desierto con sus condiciones climáticas específicas– pensar simplemente el trozo de plutonio “como parte de una red que lo trasciende es solo dar por cierto que puede reducírselo al conjunto de cualidades y relaciones que el objeto muestra en esa red en particular (97)”. Es decir, si bien la agencia como posibilidad de acción dentro de la realidad está determinada a través de la red en la que es llevada a cabo la acción, esto no significa que los agentes sólo sean exclusivamente en su asociación en la medida que esto desembocaría en un ensamblaje de relaciones de nodos como tabulas rasas que sólo van configurándose a través de su integración. Si los agentes tienen la capacidad de mediar y ser mediados por otros agentes es por su heterogeneidad (228). Lo que se promulga aquí es que las formas en las que operan, se integran, se rechazan y se median interdependientemente los agentes insertos en una red no se configuran como una estructura profunda que los subyace o los determina. La posibilidad teórica que implicaría, hipotéticamente, establecer la totalidad de la red de agencias que efectúan a la autoría literaria individuada no resultaría en la generación de un marco con orden de aplicabilidad para cada caso concreto. Filosóficamente, la agencia descarta cualquier tipo de causalidad necesaria y debe entenderse como un “hacer hacer (308)”.
Si la agencia cobra relevancia en los modos que toma su operar a través de las formas no universales de ensamblaje de agentes, entonces es evidente que la forma de estudiarla siempre será ex post facto: la agencia, a diferencia de la causalidad mecánica, no se profetiza ni se sistematiza, sino que se rastrea. En consonancia con Latour, consideramos que “una agencia invisible que no produce ninguna diferencia, ninguna transformación, no deja rastro y no aparece en ningún relato no es una agencia (82)”. Por lo tanto, la agencia siempre tiene un grado de rastreabilidad material que da cuenta de su existencia y de la posibilidad de seguirla. Para Latour, por ejemplo, la red a la que refiere la Teoría del Actor-Red no es que esté necesariamente tejida a través de sustancias como conexiones o palabras, “sino que es el rastro que deja algún agente en movimiento (192)”. La rastreabilidad se vuelve profundamente material en la medida en que cada conexión de un agente con otro implica un esfuerzo, un gasto energético o material para ser efectuada. Las marcas escriturales depositadas en una hoja de papel a través de una máquina de escribir son imposibles sin un coste energético y mecánico a través del tecleo. Más allá de que la autoría pueda fungir como un agente dentro de una vasta red o bien la autoría se efectúe como una condición procesual emergente de la interacción de una red compleja, la vía para su comprensión es a través de este rastreo agencial. Pero ¿cómo debe operar este rastreo?
Catherine Adams y Terrie Lyon Thompson, en Researching a Posthuman World, proponen diversas heurísticas para la investigación posthumana. Una de ellas se articula a través del seguimiento de actores (33) y sugieren al investigador hacer los siguientes cuestionamientos: primero, subrayar una actividad o práctica como la prioritaria a examinar –en este caso la emergencia de la autoría– para luego preguntarse: ¿qué microprácticas son discernibles? ¿Quién o qué está actuando y qué es lo que está haciendo específicamente? ¿Hay actores con más protagonismo que otros? ¿Cómo se han reunido los agentes y que tipo de relaciones entablan? ¿Qué tipo de trabajo pretende hacer el ensamblaje? ¿Cuál es su sociabilidad? ¿Cuál es su materialidad? Es evidente que la investigación de la agencia debe ser considerada desde la condición situada del pensamiento posthumano. Queda por preguntarse respecto de la agencia: ¿cómo se puede ejercer este tipo de investigación respecto de la autoría en un ensamblaje donde se relacionan agentes tan diversos como escritores, máquinas de escritura, instituciones y leyes sobre la protección de la propiedad intelectual?
N. J. Enfield y Paul Kockelman que, aunque no parten de una base de pensamiento estrictamente posthumana, consideran que son dos los componentes clave en el estudio de la agencia: la flexibilidad y la responsabilidad (xiii). Por flexibilidad entienden tanto la diversidad de agentes y las diferentes formas que pueden tomar sus relaciones; la responsabilidad se entiende como la rendición de cuentas –ya sea moral, jurídica, económica, política, etc.– tanto de las acciones como de los efectos generados por éstas. Así debería considerarse, por ejemplo, qué diversos grados de responsabilidad tienen los escritores, las editoriales, los modelos de almacenaje, distribución, venta y consumo de libros, la Ley Federal de Derechos de Autor, el Instituto Nacional del Derecho de Autor en una autoría centrada en individuos particulares. Consideramos, en consonancia con Janneke Adema que (véase el subrayado de la página 90):
Distribuir la autoría más allá del sujeto lírico, del sujeto de derecho, del genio creador es también distribuir la responsabilidad de lo autorado.
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