VV. AA - Reescrituras tecnológicas: Imaginar otros territorios
1 2023-10-30T00:23:16-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 42648 2 plain 2023-10-30T00:25:11-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49Lugar: Ciudad de México
Año: 2022
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- 1 media/Bibliografia.jpeg 2024-04-21T23:31:21-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 Bibliografía Alberto Tagle 18 image_header 2024-05-04T04:58:20-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49
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3.4 Otras formas de (des)apropiar
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Katherine N. Hayles considera que el paso de lo que ella llama un lenguaje natural a un código computacional artificial también es el paso de una comunicación basada en las experiencias hacia una basada en la calculabilidad procedimental. Argumenta que, conforme más se han refinado y aplicado para la regulación de la vida, los códigos se han vuelto más procedimentales y descontextualizados (142). Como hemos sugerido, la expansión de las autorías en la mediación digital está estrechamente ligada a una inclinación mercantilista basada en la idea de propiedad privada. Alberto López Cuenca apunta que desde el siglo XIX se ha generado una yuxtaposición e indiferenciación entre quien produce algo y el propietario de algo (véase subrayado de la página 16):
Este problema se acentúa con la misma expansión de las autorías escriturales, Carolina Gainza apunta que "la producción literaria digital se inserta dentro del conflicto en torno a la apropiación del conocimiento y la información (pos. 601)". Por otra parte, Ramiro Santa Ana, quien suponemos que es Perro Tuerto –el creador del tutorial Publicación desde una sola fuente utilizado para la automatización en la maquetación de En tu casa desierta: una desapropiación de Ramón López Velarde– muestra (41) cómo iniciativas que surgieron en la digitalidad como Creative Commons o Copyleft que pretenden otros modelos de propiedad son impensables sin la lucha por el código. Para Gary Hall, el problema de estas alternativas es que siguen siendo "extremely liberal and individualistic; rather than endorsing a collective agreement, policy, or philosophy, it provides a range of licenses from which authors cand individually choose (4)". Pensando desde la cajanegrización de la autoría que hemos sugerido, consideramos que la desapropiación puede ser una vía para articular nuevas relaciones con la autoría escritural, pero también con las tecnologías que las median.
Nadia Cortés propone que "[n]uestra agencia para un cambio colectivo y para la creación de formas tecnológicas alternativas implica desarmar lo ya empaquetado de las tecnologías, abrir sus cajas negras no solo para saber cómo funcionan, sino conocer los valores implícitos que conllevan (12)". Si hemos tratado de replantear a la autoría a través de la materialidad, es evidente que la desapropiación no sólo puede operar en el ámbito de la textualidad, la desapropiación también tiene que ser material y situada. Frente a la administración digital que regula nuestras relaciones con otros agentes y con la tecnología misma, Paula Ricaurte Quijano concibe las tecnoresistencias como (véase el subrayado de la página 48):
Aunque también sugiere que una suerte de homogenización tecnológica deriva en monocultivos culturales (véase el subrayado de la página 31). Sin embargo, la desapropiación conlleva sociabilidades que, al situarse, pueden volver a ser contextualizadas y diversificadas. Pensar que la operabilidad del código computacional sólo puede servir para la regulación de nuestra existencia sería una visión determinista. Desapropiar la escritura en cuanto código es también permitirle funcionar y dar sentidos fuera de este cariz totalitario. Pero las amplitudes y capacidades de la desapropiación estarán siempre vinculadas con la potencia y los grados de imbricación de los ensamblajes técnicos. Para Delia Crovi Druetta la apropiación digital, que nosotros podemos entender también como desapropiación, es una mediación que siempre se da en contextos diferentes y que se expresa en prácticas desiguales (9) ya que "la apropiación es un proceso contrario a la reproducción mecánica de la cultura material e intelectual. Se trata de sujetos activos que generan diferencias en su ámbito de acción, y lo hacen mediante una construcción transversal en el tiempo (64)". Una forma de confrontar la abstracción y descontextualización que diagnostica Hayles respecto del código, por ejemplo, es atender ocupándose de las particularidades situadas que median relaciones divergentes con la tecnología. Ya habíamos señalado como Eugenio Tisselli entiende que la adaptación y la adopción son formas de regular las dosis farmacológicas de la tecnología. La desapropiación, como práctica material, funciona como vía para descajanegrizar: porque patenta otras formas de relacionabilidad con las tecnologías más allá de un paradigma mercantilista de consumo como desvinculación, desechar, desterritorialización (12).
A pesar de que la desapropiación se erige como una técnica para contrarrestar la apropiación, los procedimientos no pueden ser los mismos. Leandro Rodríguez Medina piensa la capacidad de absorción epistémica como (véase el subrayado de la página 46 en Más allá del Derecho de Autor). Si tanto las autorías como las escrituras dependen de una red compleja de materialidades, entre más omnipresente sea dicha red más fácil es su capacidad de crecer. Es decir, la desapropiación de Velarde no se da únicamente en el acto de tomar su escritura, ya que también implica toda la red de lectura, distribución, protección y apertura que se haga de dicha desapropiación. El alcance material de los ensamblajes que buscan apropiar como mecanismo de producción económica –como lo pueden ser las megaconstrucciones algorítmicas capaces de construir y mantener en funcionamiento infraestructuras como el data center de Quincy– es infinitamente superior a los escenarios donde la desapropiación se piensa como alternativa de estos modelos privativos. Los desplazamientos en Jerez mostrados en el experimento de Velarde operan, por lo tanto, como apropiación. La red infraestructural necesaria para el desplazamiento de mercancías por parte del narcotráfico tiene una capacidad de absorción mucho mayor respecto de las comunidades dedicadas, principalmente, a una agricultura precarizada.
En dichos desplazamientos se buscó lo mismo que con la apropiación: la cooptación y privatización de lo común para su mercantilización a través de la desvinculación. Sin embargo, los desplazamientos también suponen movilidad agencial y, por lo tanto, escrituras no-humanas de sentido. Si las autorías posthumanas emergen por medio de una distribución agencial, esto no supone necesariamente una armonización entre dichos agentes: las autorías también son capaces de emerger de la disputa, del conflicto y de la búsqueda de anular las relaciones mismas. Julie Sanders piensa que la apropiación es inevitablemente un acto político (97) y, como argumenta Jennifer Gabrys (62) una forma de enfrentar a la supuesta inmaterialización tecnológica es a través de mapear materialmente las relaciones políticas en juego. La desapropiación es una forma de construir y evidenciar redes heterogéneas. Aunque, frente a los ensamblajes técnicos totalizadores que son capaces de absorber todo a su paso a través del procesamiento de datos o la asimilación de territorios, la desapropiación parte de una clara desventaja material frente a lógicas apropiacionistas. Si proponemos que la descajanegrización de las autorías digitales puede darse a través de su desapropiación, el acto mismo de cajanegrizar tiene la capacidad de servir como una respuesta frente a la apropiación. Retomando a Hall, uno de los problemas de iniciativas como Creative Commons es que son una alternativa que sigue sosteniéndose tanto en la idea de propiedad individual como en la de elecciones personales. Es verdad que se alejan de pretensiones económicas pero en su apertura “democrática” se ofrecen a sí mismas a ser devoradas por las megaconstrucciones. La alternativa que ofrece Creative Commons, por ejemplo, es la apertura de la cultura, incluso la filosofía open source de Scalar y la escritura del código fuente de Raspvelarde Pi en su accesibilidad se vuelven proclives de ser apropiadas. En este sentido, Zach Blas (198) piensa que la búsqueda de la opacidad puede ser capaz de proteger lo diverso. Mientras que la opacidad mercantilista está cerca de ideas como las de secreto empresarial, la opacidad como resistencia a ser apropiado está próximo a la búsqueda de protección de relaciones subalternas, de formas de habitar diferentes. No obstante, parece que ambas alternativas se conciben desde una visión de la materialidad que no sólo la entiende como un recurso. Parece que la homogenización y la descontextualización de la apropiación, en su afán de desvinculación, deja tras de sí materias que ya no son explotables. Así, toma relevancia otorgar nuestra atención a lo residual. Agustín Fernández Mallo afirma que:
cuando desde un sistema de referencia en el cual hemos dotado de un sentido a una obra, y mediante un leve desplazamiento –un shift– pasamos a otro sistema que otorga otro sentido a la misma obra, en esa traslación de sentidos se genera un residuo, un sedimento –un excremento, si se quiere–, algo que en ese camino de traslación es abandonado y que por lo general, por aparentemente inútil, acostumbra a no ser considerado. Es ese residuo, producto de la traslación, lo que provoca que el cambio de sentido que acontece en la relectura de una obra no sea una mera reasignación arbitraria, no sea un «todo vale», en tanto que sin ese residuo la traslación no hubiera sido posible (202-203).
Prestar atención al residuo es atender a una materialidad que ha sido intencionalmente ocultada en la objetualidad mercantilista. El residuo es parte fundamental de la heterogeneidad material que se pierde en la necesidad de la artificial pureza material necesaria para el funcionamiento de lo digital (126). La desapropiación permite otras escrituras, lecturas y autorías residuales que no formaban parte, o dejaron de formar parte, de la estandarización, canonización, de una producción cultural anclada en la desvinculación y la abstracción que promueve configuraciones escriturales planteadas desde una supuesta universalidad de la literatura. Desapropiar a Velarde y relacionarlo con Jerez más allá de un tópico poético es, también, desestabilizarlo desde sus residuales porque no hay autoría literaria individuada sin procedimientos e instituciones estabilizadoras (58). Como apunta Ricaurte (véase el subrayado de la página 26) el territorio no es sólo un espacio material, sino que se conforma desde las relaciones siempre en movimiento, en constante negociación, siempre escribiéndose en la materialidad. En este sentido, desapropiar a Velarde para volverlo a relacionar con Jerez no sólo puede darse a través de la textualidad de la base de datos generada por más que, como Bill Seaman señale (125), cada elemento combinatorio arrastre su pasado. Desapropiar es hacer patente la pérdida de la supuesta autonomía de la escritura literaria que teoriza Ludmer. Desapropiar a Velarde es sacarlo de un Jerez idílico y abstracto, sustraerlo de una provincia antes ignorada por la crítica literaria para fijarse como parte de un canon regulador; es incrustarlo en otro Jerez materializado y adverso que ahora está volviendo a ser presa de otro orden regulador; es confirmar que –a través de las autorías y escrituras situadas– no es posible pensar al uno sin el otro. Así, la desapropiación debería poder apuntar hacia otras maneras de habitabilidad en los territorios que generan escrituras siempre situadas. Cristina Rivera Garza sostiene que las desapropiaciones son:prácticas de escritura que traen a esos zapatos y a esos otros a la materialidad de un texto que es, en este sentido, siempre un texto fraguado relacionalmente, es decir, en comunidad. Y por comunidad aquí me refiero no sólo al entramado físico que constituyen el autor, el lector y el texto, sino también [...] a esa experiencia de pertenencia mutua; con el lenguaje y de trabajo colectivo con otros, que es constitutiva del texto [...] Estamos frente al surgimiento de autorías plurales que, lejos de proponer una fusión estable, una especie de bicéfalo monstruo al que le corresponde la unidad, mantiene y muestra la tensión que marca la relación entre lo literario y lo escritural propiamente dicho (20).
Por ello Rivera Garza habla de la desapropiación como una des-propiedad. Reconsiderar las posibilidades de la autoría, en su expansión, es reconsiderar profundamente las relaciones que tenemos hacia las materialidades y agencias no-humanas dadas desde la propiedad. Si nuestra capacidad de autorar está condicionada materialmente, entonces transformar nuestras relaciones desde la descentralización de lo humano también afectará a la autoría. La propia Rivera Garza habla de la pertenencia mutua porque en la desapropiación se puede tener sin poseer ya que tener implica establecer vínculos. Podríamos perfilar las autorías escriturales posthumanas a través de la propuesta que hace Lawrence Lian (283): una alternativa a la autoría individuada que apropia –como decir yo tengo estos libros publicados– podríamos afirmar que tener, y pertenecer, se tiene como cuando se dice yo tengo un amigo.
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1.5 La mediación técnica y su materialidad
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La agencia como un concepto central para enmarcar la forma del proceder de la investigación posthumana cimenta que las formas de relacionabilidad de los agentes es lo que permite su posterior conceptualización, siempre en constante movilidad. La primera controversia que establece Latour, por ejemplo, en Reensamblar lo social es que no hay grupos, sólo formación de grupos en cuanto la estabilización de estos está siempre sujeta a la posibilidad de cambio. Presuponer una estructura previa de lo humano, de la autoría, de los grupos sociales es momificarlos, es dar por hecho su existencia y no preguntarse por su forma de hacer. La consideración de la agencia de lo no-humano –con el aplanamiento ontológico que esto conlleva– implica asumir que estos agentes no sólo modifican lo humano, sino que lo componen. Esta composición –ahora situada en un tiempo, entorno mediático, espacio y condiciones particulares– no sólo tiene peso dentro de las configuraciones materiales; es decir, esta imbricación no sólo se articula en la diferencia que implicaría utilizar una bicicleta o un caballo como medio de transporte, sino que también la percepción, la subjetivación, la memoria, la forma que toma nuestro conocimiento y entendimiento están constituidos desde y a través de estos ensamblajes. Bernard Stiegler, amparado en los estudios de Katherine N. Hayles, piensa en las formas atencionales (2) de nuestra percepción mediada y que hace un par de siglos décadas un lector tuviera la capacidad de permanecer atento a su novela durante un lapso prologando está profundamente relacionado con el enclave técnico en el que se encontraba de la misma manera en que en la actualidad Gary Hall comprende que la mediación digital contribuye exponencialmente a desórdenes como el déficit de atención, la constante ansiedad, el pánico generalizado y la normalizada depresión debido a una constante sobreestimulación e hiperconexión en nuestras formas de vida:
Si bien consideramos verdadero, como se ha mencionado previamente, que siempre fuimos posthumanos en la medida en que pensamos que ontológicamente siempre nos hemos determinado –que no sólo influido– de forma relacional con la materialidad también resulta verdadero que dichas formas de relacionarse están sujetas al cambio. Es en este sentido que Gary Hall (57) piensa que la filosofía que hace Bernard Stiegler respecto de la técnica resulta fundamental para comprender las particularidades de un mundo tecnificado hasta los más insospechados límites.
Bernard Stiegler, en su obra La técnica y el tiempo I: El pecado de Epimeteo, argumenta que las preguntas ¿Quién es el hombre? y ¿qué es la técnica? (203) no pueden ser respondidas de manera independiente. Para Stiegler, a través de una lectura hecha con Heidegger en mente, la forma en la que el ser humano es capaz de insertarse en el mundo, y por lo tanto en el tiempo, es a través de la técnica. Para Stiegler ese ser prístino, puro –en la medida en que es previo a la técnica– que teoriza Rousseau en Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres ni siquiera es hombre en cuanto que “[m]ientras el salvaje no esté en el desequilibrio de la libertad, mientras que su perfectibilidad permanezca en potencia y no perturbe el juego originario de la naturaleza y de su naturaleza propia, mientras que su poder no se haga real, es decir, técnico, no tiene el sentimiento de la muerte y no anticipa: no está en el tiempo (184)”. Hasta los objetos técnicos más rudimentarios, como los creados para la caza, implican una condición de previsibilidad la cual resulta fundamental en la visión tecnológica y ontológica de Stiegler. Todo objeto técnico, así como su relación con los ya adoptados, es capaz de permitir ciertas formas de relación con el mundo y, por lo tanto, con el tiempo. Así, la agricultura, en cuanto técnica que favorece el almacenamiento de energía metabólica materializada en alimentos, posibilita maneras de sociabilidad sedentarias y mucho más conscientes respecto del paso del tiempo en términos de estaciones, así como configuraciones respecto del espacio para sembrar que deviene en la noción de propiedad. Es por esta base de pensamiento que Hall considera a Stiegler, sin ser posthumanista, como un filósofo que puede ser un punto de partida para la investigación propiamente posthumana. Sin embargo, el propio Stiegler comprende que nuestra relación con la técnica –más allá de que entienda dicha relación con un carácter protagónico– es muy diferente en un momento en el cual hay una tecnificación de todos los dominios de la vida (204).
Desde el trabajo de Gilbert Simondon, Stiegler plantea que los procesos de transindividuación –entendidos como los procesos de transformación mutuos entre los individuos y los objetos técnicos, del cual Stiegler pone énfasis en cómo las experiencias colectivas, como lo puede ser la educación, surgen de este tipo de procesos provenientes de experiencias individuales (2) – son radicalmente diferentes en un entorno mediático ensamblado industrialmente: “[l]a caracterización de la máquina por el automatismo desconoce su virtud, que es también su verdadera autonomía, a saber, la indeterminación [...] En la época industrial, no es él [el hombre] el origen intencional de los individuos técnicos tomados por separado que son las máquinas. Más bien ejecuta una cuasi-intencionalidad de la que es portador el objeto técnico mismo (103)”. Hay una transformación que va de entender al hombre técnico como un “actor intencional” con un conocimiento técnico sobre la acción a devenir un “operario” de objetos técnicos cajanegrizados que le son incomprensibles. En un enclave donde los objetos técnicos provienen de los objetos técnicos mismos y su complejidad e inaccesibilidad articulan nuestras formas de vida y relacionabilidad es que una visión como el posthumanismo toma especial relevancia. Siempre fuimos posthumanos, pero cada vez es más urgente saberlo y actuar desde tal concepción.
Bajo estas ideas es que no podemos comprender la autoría simplemente como la sustantivación o la adjetivación de individuos singularizados, porque las formas que puede tomar la autoría dependen tanto de bases materiales como técnicas para su existencia. Incluso la concepción ilustrada de un hombre universal es comprensible partiendo de que “[...] todo humanismo es logocéntrico. Privilegiar la escritura alfabética es privilegiar al hombre, el ʻfono-logocentrismoʼ (206)”. De ahí que la aspiración ilustrada de Kant se sujeta de una inscripción escritural del uso público para un universo de los lectores (86). Escritura y autoría no es que sean exclusivamente dos fenómenos depositarios o ejemplares de los ideales del hombre abstracto de la modernidad, sino que son dos técnicas que moldearon dicha concepción. Reconfigurar alternativas de la autoría individuada, por lo tanto, no sólo es una pretensión de pronunciarse en el marco de la teoría literaria o los estudios del arte o la estética, en la medida en que (véase subrayado de la página 26):
En este sentido, Donna Haraway da una enorme importancia a la escritura, así como a la autoría, porque la entiende tecnología primordial del cyborg (302) desde la encriptación del genoma humano hasta la creación de patentes, como derechos de autor, de Monsanto. En un mundo prácticamente englobado a través de su digitalización –como escritura en código– la escritura, su autoría y la materialidad de la que se soportan se vuelven fundamentales para entender nuestra relación mediada con el mundo.
Estamos en un momento en el que el grado de imbricación técnica es de tal profundidad que Teresa Aguilar García en su Ontología Cyborg considera que “[e]l cuerpo se revela como inservible sin las prótesis tecnológicas que lo capacitan para funcionar en el mundo actual (57-58)”, adherido a la cooptación prácticamente total del mercado respecto de los objetos técnicos. Nuestra relación con los objetos técnicos –anclado a su grandísimo nivel de opacidad que nos sitúa en una desventaja considerable– ha sido apropiada por una distribución mercantilista de estos: los laboratorios de I+D, las industrias de ensamblaje, las cadenas y redes de distribución, los espacios de almacenaje, las formas de venta y los patrones y modos de consumo de los objetos técnicos están entramados desde una ambición monetaria y devienen así en objeto de consumo. Paula Sibilia considera que el hombre postorgánico se entiende pensando que “en la sociedad contemporánea tanto la noción de masa como la de individuo han perdido preeminencia o han mutado. Emergen otras figuras de aquéllas [sic]: el papel del consumidor por ejemplo (34)”. Pero los modos por los cuales nos relacionamos con la tecnología industrializada y la forma en la que somos mediados por ella no está determinada por su constitución. En este sentido es que Adema entenderá que: véase la página 62 de Living Books mostrado anteriormente.
El hacer hacer de los ensamblajes de las agencias no-humanas y humanas no puede ampararse en un d̶e̶t̶e̶r̶m̶i̶n̶i̶s̶m̶o̶ ̶t̶e̶c̶n̶o̶l̶ó̶g̶i̶c̶o̶ que entienda que los efectos de las tecnologías son sólo inherentes de sus características materiales y de uso, ni tampoco en un ̶c̶o̶n̶s̶t̶r̶u̶c̶t̶i̶v̶i̶s̶m̶o̶ ̶s̶o̶c̶i̶a̶l̶ que desdeñe por completo dichas características rígidas de los objetos técnicos en aras de un entendimiento meramente político, moral, afectivo y estético de su uso e influencia. La agencia implicará, por lo tanto, formas de co-constitución entre lo humano y lo no-humano. Por ello, Stiegler entiende que el quién del hombre y el qué de la técnica son inseparables. Asimismo, entiende que la tecnología y los modos en que rearticulan nuestra atención desde la noción platónica –como crítico de la tecnología escritural que exterioriza y espacializa la memoria conduciendo a la pérdida de ésta en los propios individuos– de pharmakon en tanto que “is the thought that all exteriorisation leads to the possibility, not only for knowledge but for power, to take control of these processes of transindividuation (12)”, porque las mediación ejercida no sólo depende de su composición técnica como una visión determinista propondría. Para Stiegler, por ejemplo, las formas de adopción se tornan elementales para aminorar o expandir sus efectos: así como el pharmakon, la dosis hace la cura o el veneno. Sin embargo, como opina Eugenio Tiselli la dosis de la implementación tecnológica no debe ser pensada cuantitativamente: los efectos de la adopción de un objeto técnico pueden dosificarse por medio de adaptaciones divergentes que no correspondan a sus programas de acción –“[u]n primer sentido de mediación [...] es el de programa de acción, la serie de metas, pasos e intenciones que un agente puede describir en un relato como el de la historieta del arma (253)”– preestablecidos. Véase la carta escrita por Tiselli para Nadia Cortés:
En ese sentido, podríamos argumentar que ejemplos señalados en secciones anteriores como el problema que muestran los ensayos del libro Autorías encarnadas: Representaciones mediáticas del escritor/a es justamente que se centran en formas paradigmáticas que no cuestionan ni el soporte técnico de la autoría ni de su propia inscripción textual. Pensar mediáticamente la autoría tiene que ir mucho más allá de simplemente cuestionarse en qué poses o fondos fue fotografiado Mallarmé o cómo era convertido en un personaje Juan Rulfo al ser entrevistado por Joaquín Soler Serrano. Las mediaciones técnicas no sólo permiten nuevas formas mediales de presentar y representar la autoría individuada –en la medida que también lo hacen– sino que también, y más importante aún, alteran las posibilidades de emergencia de nuevas formas de autoría. Este proyecto busca, por lo tanto, articularse como un tecnotexto teorizado por N. Katherine Hayles (25) como:
Podemos considerar que cuando una autoría escritural interroga la inscripción tecnológica que permite su producción crea una reflexividad entre el mundo imaginativo y el aparato material encarnado como presencia física. Aquí es fundamental comprender que la materialidad no sólo debe entenderse desde la visión de los objetos técnicos a los que se refiere Stiegler a través de dos aclaraciones: primero, suscribimos al entendimiento de una materialidad performativa como la que enuncia Johanna Drucker en la medida en que (véase el subrayado del párrado 10):
Si Harman nos sugería que no es posible reducir un objeto sólo a través de sus relaciones factuales, tampoco se trata de reducirlo sólo a sus características intrínsecas. Segundo, la materialidad no debe sólo ser pensada desde las condiciones de la objetualidad técnica ya cajanegrizada porque, en palabras de Jussi Parikka “la materialidad de los medios comienza mucho antes de que los medios se conviertan en medios. En segundo lugar, y paralelamente a ello, necesitamos ser capaces de discutir sobre los medios que ya no son medios (82)”. Un análisis materialista que considere la agencia de lo no-humano debe, en ese sentido, entender que la rastreabilidad se despliega en distintas capas de la temporalidad que sobrepasan y anteceden lo humano mismo. Una computadora no es el objeto sustancial que tengo frente a mí y en el cual estoy (estuve) escribiendo estas palabras; una computadora también es el cobre utilizado en sus buses de comunicación que trasladan las instrucciones del teclado al procesador o el indio, aluminio y estaño que se requieren para fabricar su panel LCD; una computadora también es la suma de todas las cargas eléctricas retenidas en las celdas del SSD, fabricadas principalmente a base de silicio, que son traducibles a código binario; una computadora también es la suma de cargas eléctricas específica que almacena la edición Home de la licencia preinstalada del Sistema Operativo Windows. Aunque tampoco debemos comprender que su materialidad está enteramente dentro de su chasis porque sería una visión sustancial: debemos mirar relacionalmente a través de tiempos y espacios. Los más de 1500 litros de agua utilizados en su producción, los residuos sintéticos de ácido perfluorooctanoico (PFOA) –evidentemente nocivo para la salud– deprendidos del proceso de fotolitografía necesario para la creación de procesadores, hechos a base de silicio, compuestos por transistores que apenas si son 50 o 100 veces más grandes que un átomo de helio o los más de 4000 años que tarda una computadora en degradarse también son esta computadora. En este sentido, cuando referimos a lo no-humano también inscribimos al tiempo, al espacio, al mundo. Las redes de agenciamiento no deben implicar una homogenización de la realidad ni un ultrahumanismo que piense a los agentes no-humanos desde los límites de nuestras percepciones: el espacio de los estratos geológicos es indiscernible e inexperimentable para nosotros, el tiempo de las almejas de Islandia tampoco es el nuestro, basta con pensar, como sugiere Parikka, que incluso cualquier bolsa de basura que utilizamos y utilicemos a lo largo de nuestra vida tendrá una presencia mucho más larga que nuestra propia existencia (222).
Partir de un concepto como las naturalezas mediales de Parikka donde hay una doble articulación en la medida en que los medios traman y co-construyen nuestras percepciones sobre la Tierra al tiempo que los medios son posibles gracias a la Tierra misma refuerzan el alejamiento de las lógicas dualistas que separan lo natural de lo artificial, lo natural de lo cultural, etc. Pensar tanto en la mediación técnica y la forma en la que nos vemos mediados y mediamos a los soportes escriturales y su materialidad debería conducirnos a maneras de tramar la autoría que vayan más allá de los límites de nuestra subjetivación pero que no ignoren su agencia, una base de pensamiento posthumanista debe producir iteraciones posthumanas de la autoría: por ejemplo, como veremos en la segunda y la tercera parte, las autorías posthumanas ya no se anclan, necesariamente, en escrituras alfabéticas que apunten a significados, las autorías pueden devenir conceptuales, distribuidas; las autorías pueden emerger a velocidades subfenomenológicas tan aceleradas como en el procesamiento del código binario. Es objetivo de este trabajo visualizar esta apertura de las autorías hacia la materialidad, la agencia y la responsabilidad de lo no-humano.
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