Autorías Escriturales Posthumanas

Conclusión: Responsabilidades distribuidas

En el último capítulo se exploraron algunos de los pormenores de las autorías escriturales centrándonos en aquellas que se encuentran atravesadas por un alto grado de tecnificación digital. Desde una postura posthumanista, hemos advertido que las implicaciones que tiene descentrar las autorías de un régimen exclusivamente humano revelan tanto posibilidades de apertura que permiten formas más distribuidas de su entendimiento, al igual que efectos como su violenta expansión en cuanto forma de propiedad. En este marco, hemos sugerido que la desapropiación puede servirnos como una idea y una técnica que puede aproximarnos a formas de pertenencia menos mercantilistas e individuadas de lo que se autora y de las relaciones que se generan en los procesos escriturales. Pero no sólo basta con que nuestras concepciones de la autoría escritural se articulen desde otras formas de (des)propiedad, también pensamos que debemos ligarnos con las autorías más allá de estos sentidos de pertenencia.
          Benjamin Boysen y Jesper Lundsfryd Rasmussen, en Against New Materialism, argumentan que una de las mayores debilidades de corrientes de pensamiento como los nuevos materialismos o el posthumanismo es que –en el afán de descentrar la agencia más allá de nuestra  exclusividad hacia todo tipo de agentes, al tiempo que se diluye una esencialidad de lo humano al pensar a través de ontologías relacionales– es fácil que se dé una tendencia hacia explicaciones sin pretensiones políticas o demasiado ingenuas de los efectos de nuestra actividad, como en la crisis climática. Asumen que “[i]n other words, one may find that the new materialism flirt with romantic escapism and self-indulging reveries that in practice entail a passive stance that shies away from responsibility (25)”, que es un pensamiento cercano a la preocupación que mostraba Claire Colebrook sobre un devenir ultrahumanista. Por nuestra parte, creemos que para que una postura posthumanista no se vuelva acrítica debe tener claro cómo se entiende la responsabilidad desde un orden relacional. Definir las relaciones que tenemos con las autorías –por más distribuidas o basadas en la desapropiación que estén– a través de la propiedad o la pertenencia no es suficiente. Creemos que para evitar el escapismo romántico y sujetarnos a una ética posthumana, debemos pensar que las relaciones de las cuales emergen las autorías escriturales tienen que estar mucho más cerca del concepto de responsabilidad que de la idea de propiedad. Ser parte de los agentes inmersos en la autoría no sólo es tener esto o pertenecer a, también debería implicar hacerse cargo de, pero ¿cómo podemos entender la autoría escritural como una forma de responsabilidad y cómo podemos hacernos responsables por lo autorado?
          Dimitris Papadopoulos escribe, en “Insurgent Posthumanism”, que las prácticas políticas basadas en el posthumanismo deben efectuarse desde la comprensión de que la política abarca más que un asunto de confrontación de ideas e instituciones, ya que también son prácticas encarnadas que refieren a modos de relacionarse con la materialidad, tanto de otros como de los agentes no-humanos. Simultáneamente, propone el descentramiento del sujeto humano “as the main actor of history making (135)” que podríamos conjuntar con nuestra concepción de que las formas de lectura, escritura y autorías no-humanas se articulan a través de sus desplazamientos de sentido material. Como ya sugería Gabrys, una forma de politizar la materialidad de los ensamblajes técnicos es a través de rastrear sus agencias, de volver patente las dependencias, conflictos, intereses e inclinaciones que están en juego. Cuando sugerimos que la autoría conlleva hacerse cargo de, no nos referimos exclusivamente al contenido significativo que puede brotar de lo escrito, como lo podría ser en los casos de censura o de discursos de odio. Responsabilizarse implica hacerse cargo de las relaciones materiales que se dan a través de las autorías. La autoría se manifiesta en la relacionabilidad con otros agentes y si seguimos sus rastros de sentido podríamos ser capaces de percibir –aunque sea de una manera diferente a lo escrito por los agentes no-humanos en su expresividad material– los efectos que nuestra agencia ha tenido sobre estos. 
         Janne Bennett considera que, en una ética basada en la distribución de la agencia como en el posthumanismo, las posibles acciones de los individuos podrían reflexionarse por medio de cuestionarse “¿intento librarme de los ensamblajes cuya trayectoria probablemente haga daño? ¿Me acerco a ensamblajes cuya efectividad conjunta tienda hacia la promulgación de fines más nobles? (95)” Bennett cree que no debemos, ni podemos, deshacernos de la indignación que causa pensar en agentes individuados como los autores de las crisis actuales, pero descentralizar a la agencia también implica tramar una ética de la responsabilidad más que una moral de la búsqueda de culpables sustantivados. Es decir, la actual precariedad e incertidumbre generalizada no se deben únicamente a los residuos del ejercicio de la voluntad de individuos específicos, ya que también debemos ponderar el papel que tienen nuestras formas específicas de relacionarnos con los demás agentes a través su adueñamiento. Señalábamos que Rosi Braidotti llama "marcadores de historicidad" a nuestros problemas más urgentes como la crisis climática. Una ética posthumana puede ayudarnos a marcar vías de comprensión y de respuesta hacia estos marcadores que no se sujeten en una moral que señale autores individuados como el origen de los problemas; una ética de la responsabilidad posthumana debería asumir que la autoría de los marcadores de nuestra historicidad también se distribuye –bajo la premisa que distribuir no es una asignación homogénea para todos los involucrados, siempre habrá agentes que tengan más protagonismo y por eso es necesario situar la distribución misma– y que darle atención entraña alterar nuestras formas de relación hacia los agentes no-humanos, hacia lo diverso y, en este proceso, dejarnos mediar y orientar por otras vías de sentido de mundo. La responsabilidad se vuelve una parte fundamental de cualquier especulación posthumana. Braidotti, que la llama "imputabilidad", cree que ésta debe ser “tan epistémica como ética. Epistemológicamente, es cuestión de producir los conocimientos adecuados en el mundo y para él. Éticamente, implica generar relaciones afirmativas (66)”.  Relaciones que, si la autoría es distribuida, también distribuyen y comparten dicha responsabilidad.
          Si hemos especulado la desapropiación, por la facilidad que tiene de proliferar en la mediación digital, como una vía de alteridad frente al autor propietario es porque creemos que, en su lógica de la selección, se dirige hacia la concepción del autor como responsable. En un entorno sociotécnico en el cual pueden surgir autorías escriturales sin la necesidad de una escritura “propia” u “original”, ya que pueden darse a través de la administración de lo ya escrito, entonces, como sugiere Rivera Garza (102), la autoría implica dar la cara por lo seleccionado, por las decisiones tomadas respecto de los desplazamientos de otras materialidades. Aunque estamos en desacuerdo cuando apunta que “[e]l escritor no tiene una responsabilidad con los otros; tiene una deuda con los otros. La deuda no es moral, sino material: tiene una deuda con los otros (112)”, porque incluso si se quiere entender desde una jerga mercantilista, la deuda es una forma de vinculación, de estrechar relaciones, derechos y obligaciones hacia otros agentes y su disposición material. Sin embargo, sí suscribimos que la deuda y la responsabilidad es positiva cuando al efectuarse, antes que "pagarse" o darse por terminada, se vuelve más profunda. Siguiendo en el argot mercantil, las acciones hechas para el cumplimiento de una deuda realmente promueven la creación de más deuda, de más estrechamiento y de un reconocimiento de dependencia de los agentes ensamblados en sociabilidad. Responsabilizarse debería generar más responsabilidad.
         En un entorno donde nuestras relaciones están siempre atravesadas por mediaciones técnicas reguladoras, se vuelve primordial proyectar otro tipo de vínculos con las tecnologías que no estén adheridos necesariamente al consumo mercantilista y al exceso energético. Nadia Cortés piensa que “[h]acerse responsable está lejos de sentir culpa o de juzgarnos a nosotrxs mismxs o a lxs demás por aquello con lo que no nos hemos comprometido. Hacernos responsables tiene que ver más con revincularnos y volvernos a afectar que con redimir o restaurar algo que quizá ya no puede volver a ser como era antes (13)”. Vemos en la desapropiación una forma de comprender otras vías de escritura que deriven en otro tipo de autorías; la desapropiación actualiza, vuelve a vincular, pero también permite nuevas relaciones siempre en negociación. Las autorías escriturales posthumanas deben adherirse a la movilidad constante, a la imposibilidad de ser heraldos de la fijación de sentidos, de propiedad, de la presunción de estabilizar las relaciones. Tanto la apropiación como la desapropiación, en su ejecución, actualizan las relaciones de las materialidades. La apropiación desplaza a través de la reducción, de la regulación de las relaciones y su esterilización. Por ello argumentábamos del Cuaderno Nielo como una actualización de la fijeza y nada más. De igual forma vemos que los desplazamientos forzados en Jerez, para la distribución de mercancías, son una forma de apropiación: desplazan materialidades, dejan marcas de la regulación por medio escrituras que dan cuenta de la fragmentación y desvinculación de sociabilidades otrora situadas. Apropiar es maniatar agencias, reducir sus posibilidades. La lógica empresarial de los cárteles que desplazaron comunidades enteras en Jerez conduce a que su apropiación siga operando bajo una idea de autoría como propiedad. Al igual que el autor individuado y propietario, los desplazamientos que apropian funcionan como estabilizadores de significado a través escrituras impositivas e instituyentes. En la autoría del propietario, la autoría se establece como autoridad. Por lo tanto, el solo intento de protección de lo diverso, de lo no instituido, es ya una forma de responsabilidad. Las autorías escriturales posthumanas tienen que perseguir la vinculación que parece erosionar la apropiación. En vez de aspirar al control y la propiedad sobre lo otro, las autorías escriturales deberían insistir en la relación misma, en la conformación de redes en la medida en que en ellas se da la coexistencia.
         La desapropiación permite escrituras y autorías heterogéneas y diversas que rehúyen de las pretensiones de universalidad. No obstante, la desapropiación no debería suponer tampoco la falta de propiedad. Hacerse responsable también es proteger en la medida de lo posible. El alto nivel de homogeneización digital que recorre a las autorías posthumanas, en su distribución, hace que la responsabilidad tenga que ocuparse de nuestros modos de leer, circular, difundir, ocultar, publicar y cuidar nuestras escrituras y la oportunidad de constituirse desde la diversidad, de modo que ésta sea ruta para emplazamientos situados. Así, la autoría como responsabilidad radica en la protección de lo diverso y en la promesa de su constante actualización por medio de su movilidad. Es verdad que las autorías escriturales posthumanas podrían tenerse como se tiene un amigo y tener un amigo es responder por él, cuidar de él; pero también es dejarse cuidar, dejarse afectar y dejarse orientar por él.

This page references: