Guillermo Sheridan - Un corazón adicto: la vida de Ramón López Velarde
1 2024-04-29T06:50:48-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 42648 2 plain 2024-04-29T06:53:43-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49Lugar: México
Año: 1989
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- 1 media/Bibliografia.jpeg 2024-04-21T23:31:21-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49 Bibliografía Alberto Tagle 18 image_header 2024-05-04T04:58:20-07:00 Alberto Tagle 39277dc1900e1238e2544a607393307d200d1d49
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2.3 El desplazamiento en el Jerez de López Velarde
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Velarde (1888-1921) ha sido generalmente considerado como uno de los poetas más representativos de la poesía del siglo XX en México. Carlos Monsiváis argumentó que tuvo “la desgracia de ser el Poeta Nacional (63)”en la medida en que, como rastrea José Luis Martínez (XXVI), la popularidad de la “Suave Patria” eclipsó tanto para lectores como críticos el resto de su producción poética. Si bien no puede negarse la importancia que tiene la nación en la obra de López Velarde no habría que reducirlo a la simple etiqueta de literatura patriótica. La poesía de Velarde fue producida, en su mayoría, al mismo tiempo que se desarrollaba la Revolución mexicana. Martínez señala que en 1910, año en que inicia el conflicto armado, Velarde –instalado en San Luis Potosí donde cursaba sus estudios de abogacía– “y sus compañeros antireleccionistas fundan el centro oposicionista de San Luis. López Velarde es el secretario. En junio, cuando Madero es trasladado como detenido a San Luis, con la ciudad por cárcel, los pasantes de Derecho Santos y López Velarde toman su defensa legal. El poeta conoce al apóstol, lo acompaña al teatro y a excursiones por los alrededores de la ciudad (76)”. Respecto de este capítulo de su vida, Velarde escribió en una carta dirigida a Eduardo J. Correa sobre Madero que: “[m]e dice usted en su carta que le parece que la Revolución sólo ha servido para cambiar de amos [...] No estaremos viviendo en una República de ángeles, pero estamos viviendo como hombres, y esta es la deuda que nunca le pagaremos a Madero (32)”. Juan José Arreola califica que el impulso revolucionario de López Velarde no fue mucho más allá de su simpatía por Madero considerando que el hecho de que cuando inicia la Revolución el poeta apenas tenía 21 años, es decir, su quehacer siguió centrándose en sus estudios legales y su escritura poética. Arreola etiqueta a Velarde como un “católico progresista (53)”, así como Enrique González Rojo señaló que fue “demasiado católico para ser revolucionario (28)”. En este sentido, el trabajo posterior de sus biográficos y de los especialistas –así como de los intentos de reunir su obra póstuma por parte de Xavier Villaurrutia– le despojaron de ese matiz exclusivamente patriótico. Guadalupe Appendini examina, en sus análisis de “La Suave Patria”, que “López Velarde llegó a postular una patria, no histórica, ni política, sino íntima (31)”, que lo aproxima hacia un postmodernismo literario junto a escritores como José Juan Tablada.
Los estudios posteriores a una visión exclusivamente patriótica de Velarde no han dejado de tener otro centro de interés igual de importante: entenderlo como el “poeta de la provincia”. El propio Villaurrutia meditó que “[é]l abrió, el primero, los ojos de los sentidos para darse cuenta de que la provincia existía (15)”. Para José Luis Martínez (28) el apelativo de poeta de la provincia toma más fuerza si se tiene en cuenta la disparidad que hay entre los dos únicos poemarios publicados por Velarde en vida –La sangre devota y Zozobra– ya que el primero hace especial énfasis en su natal Jerez, Zacatecas, mientras que el segundo se desarrolla ya con un Velarde instalado en la capital del país siempre añorando su tierra natal. José Joaquín Blanco enumera que los tópicos principales de su poesía se pueden concentrar en “pureza y pecado, capital y provincia, religión, patria y lenguaje (628)”. Sin embargo, parece que sucede un problema similar con su encapsulamiento patriótico al referirse a Velarde como el poeta de la provincia en cuanto se hace, tanto de su obra como de la provincia misma, una suerte abstracción que idealmente es capturada por Velarde. Rafael Solana escribió al respecto que:López Velarde no fue el cantor de la patria. López Velarde ni siquiera conoció su patria, ni quiso abrir los ojos a sus trágicas realidades. Ni es el poeta de México, ni siquiera de la provincia mexicana, sino, apenas, el de un rincón de esa provincia, un solo y pequeño pueblo al que incesante ocurre y menciona en la mayor parte de sus escritos, no concediéndole la representación del país, sino únicamente reflejándolo como lo que rodeaba de inmediato la intimidad del poeta, de poeta tan íntimo que no se ocupó sino de sus propios personales problemas, y sólo trató acerca de lo que miraron sus ojos y de lo que tocaron sus manos, y mucho se cuidó de no ir más allá de lo que alcanzaban sus narices, fuese la fragancia de las rosas que pueblan después de la Cuaresma su jardín cuadrado de Jerez (738).
El propio Martínez considera que la visión provinciana de Jerez en la poesía de Velarde se da a través de “la nostalgia por la felicidad perdida de la provincia y las lágrimas vertidas por esa tristeza vaga que es al fin la conciencia de la imposibilidad de recobrar un mundo definitivamente ido (XXXV)”. Para Guillermo Sheridan, la genealogía de este “topos jerezano (67)", que se vuelve una preocupación central para el poeta, no puede ser comprendida sin rastrear los orígenes familiares y territoriales de Velarde:[e]l linaje López Velarde fue de agricultores y mineros, las dos razones –y más la segunda que la primera –que atraían a aquellas sangres béticas o numantinas [...] Es claro que había una gran movilidad migratoria en tanto que los avatares políticos, los desastres climáticos, las epidemias y los abatimientos mineros obligaban a súbitas diásporas, y si consideramos lo prolijo de las familias no veo qué impida conjeturar una bíblica multiplicación de lopistas (16-17).
Sheridan ve una suerte de analogía entre los desplazamientos de sus antepasados directos y los constantes cambios de domicilio de Velarde. El poeta “[n]o volvió a tener una casa jamás [...] A partir de su salida de Jerez inicia un paréntesis habitacional caracterizado por la indiferencia confesada en las infinitas mudanzas (68)”. En este marco, Martínez piensa que “la pureza provinciana no existe en su libro antes mencionado [La sangre devota] sino como un deseo insatisfecho (19)”, así como Jorge Cuesta destaca que: “su aspecto más original es que reconoce como maléfico el retorno al pueblo provinciano de la niñez ʻal edén subvertido que se calla/ en la mutilación de la metrallaʼ, por lo difícil, por lo trágico que el retorno resulta. Entonces el retorno no puede sino ser poético artístico, pues la naturaleza lo niega (101)”. Tanto Sheridan como Blanco remarcaron la importancia que tiene la casa de sus abuelos paternos como un tópico que constantemente aparece como un anhelo que “ya no se puede habitar como se la habitó antes (67)”, al grado de que Jaime Torres Bodet piensa que “[l]a primera impresión que produce, a la lectura, una poesía de Ramón López Velarde es precisamente la de haber penetrado de pronto, en una casa saqueada (43-44)”.
El tópico de la provincia, con un especial énfasis en la imposibilidad de un retorno a la casa, han sido vistos como uno de los puntos más destacables de toda la obra poética de Ramón López Velarde. Más allá del fuero intimista con el que retrata a la patria, parece que los análisis posteriores a su encuadramiento patriótico volcaron la mirada hacia su condición de provinciano y de provinciano fuera de su tierra natal. Como se ha mostrado, la crítica literaria le ha dado un lugar cardinal a López Velarde dentro de la historia de la literatura mexicana. Institucionalmente, la figura de Velarde ha sido el estandarte de la literatura zacatecana: el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde y el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde han sido iniciativas que han fijado al poeta como la insignia de la cultura del estado y, sobre todo, de la provincia rural materializada en el municipio de Jerez.
Si hemos destacado la importancia que tiene el desplazamiento fuera de su tierra, la añoranza y el deseo de regresar a su primer hogar jerezano en la obra de Velarde es porque consideramos que actualmente –como Gerber Bicceci ensambló Nuevo Mercurio con Amparo Dávila– encuentra una inmensa resonancia con el reciente estallido de violencia que ha sufrido Jerez, secuela de las disputas territoriales entre los distintos cárteles del crimen organizado y que ha derivado en el desplazamiento de miles de jerezanos lejos de sus hogares. La desapropiación que pretendemos hacer de la escritura de Velarde parte de la intención de actualizar sus temas al relacionarlos con la situación reciente de Jerez siguiendo el razonamiento de Appendini, la cual propone que “[p]ara entender la poesía de Ramón López Velarde hay que conocer Jerez (24)”. En este sentido, consideramos que para lograr actualizar, a través de la desapropiación, el tópico jerezano de Velarde también se vuelve necesario conocer sus desplazamientos, por lo cual los esbozaremos.
La búsqueda del dominio del territorio enfocado en la sierra de Jerez, el cual es lugar de numerosas comunidades dedicadas principalmente a la agricultura y la ganadería, derivó en un desplazamiento sin precedentes de comunidades enteras convirtiéndose en pueblos fantasmas teniendo un incremento exponencial en 2021. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados define a las personas víctimas del desplazamiento interno forzado como:las personas o grupos de personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones de los derechos humanos o de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, y que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente reconocida.
Antonio Jairo López menciona que entre 2021 y 2023 fueron 17 casos de desplazamiento de poblaciones en Zacatecas, con especial énfasis en Jerez, donde:[s]i bien en principio los gobiernos local, estatal y federal trataron de desconocer o minimizar el tamaño de la crisis, al final tuvieron que aceptar, a través de la Secretaría de Gobierno, que durante esos dos años se desplazaron, de manera forzada, por lo menos cuatro mil personas de un municipio cuya población no superaba los sesenta mil habitantes. Esta aceptación fue producto de la movilización que realizaron las personas desplazadas y de los reclamos de las comunidades migrantes que ayudaron a visibilizar el problema (2).
Este desconocimiento ha sido un problema generalizado en los desplazamientos internos forzados en México, los cuales comenzaron a ser una problemática cada vez más constante desde la llamada “Guerra contra el narcotráfico” iniciada durante el gobierno de Felipe Calderón en 2006. Oscar Torrens escribía en 2013 que de las causas de desplazamiento enumeradas por la ONU “[a]ctualmente en México podemos agregar otra causal que es el desplazamiento forzado de personas que huyen de los enfrentamientos del crimen organizado (12)”. En el mismo año, académicos como Séverine Durin mencionaban la dificultad de visibilizar el problema del desplazamiento por la generalización por parte de las autoridades como un problema derivado más del narcotráfico (187). Históricamente, y como la genealogía familiar de Velarde también fue parte, en el estado de Zacatecas las causas de los desplazamiento habían sido, casi en su totalidad, efectos de la explotación minera. Verónica Vázquez García, Dann Ojeda Gutiérrez y Dulce María Sosa Capistrán consideran que Zacatecas ha sido, desde los tiempos de la colonia, un lugar de extractivismo a través de la minería. En la actualidad sigue siendo uno de los más grandes productores de plata a nivel mundial al grado de que el “31.64% del territorio zacatecano se encuentra concesionado para la exploración o explotación de mineral (41)”. El funcionamiento de estas grandes mineras requiere de la explotación de los recursos naturales, con especial énfasis en el agua, lo que obligó a pobladores de comunidades como Mazapil a desplazarse en su mayoría a otros lugares dentro del mismo estado. Dichos autores matizan esta forma de desplazamiento gradual como un “[d]esplazamiento forzado interno in situ (DIFIS), que se caracteriza por la invasión progresiva del territorio y despojo paulatino de los recursos naturales que son clave para el sustento (37)”. A diferencia de las comunidades de Jerez, los autores muestran cómo ciertas tácticas de apropiación de los recursos y su explotación se ven fomentadas a través de las promesas del aumento de trabajo para los locales, la inversión en la infraestructura, etc. La mina Peñasquito prometía, por ejemplo, una inversión considerable en la infraestructura de la agricultura local para su rehabilitación.
Por otra parte, la facilidad del desplazamiento interno forzado para los habitantes de comunidades como Sarabia en Jerez es mucho más comprensible desde el entendimiento de la falta de infraestructura en cuanto su dinámica económica era de una agricultura y ganadería “[d]e subsistencia familiar que tenía bajo grado de tecnificación (5)”. De igual forma, Alfredo Valadez Rodríguez entiende que hay una relación ineludible entre el aumento exponencial de los desplazamientos en Zacatecas en lugares identificados como “[l]as zonas más marginales sin policías de ninguna corporación que realice los recorridos regulares (190)”. Entre el interés estratégico que los cárteles encuentran en la sierra de Jerez –como tierras de sembradíos pero también como rutas centrales para el desplazamiento de mercancías hacia el norte– y el abandono estatal los habitantes de los poblados de la sierra han perdido las formas de comunicabilidad que establecían desde sus relaciones con su territorio. Entendemos, como Emmanuela Borzacchiello, Valentina Glockner Fagetti y Rebecca María Torres que: “[p]odemos entender al territorio –al igual que el cuerpo–, como una construcción histórica y relacional, como un espacio funcional y simbólico porque reproduce vida, la cuida y también (re)produce significados (28)”. En coyunturas donde, como menciona Maria Inés Barrios de la O, las personas no regresan a los lugares de los cuales fueron desplazados hasta que no haya sido erradicado el problema que los hizo huir, la comunidad –entendida como las relaciones producidas por una serie de agentes en un espacio determinado con materialidades determinadas– se desintegra. La memoria, como una inscripción material dada a través de las relaciones efectuadas entre la comunidad y su territorio, también se ve amenazada. Gabriel Alberto Ruiz Romero argumenta que:[e]l territorio y la memoria son centrales en la comprensión del fenómeno de desplazamiento forzado. Son el territorio y las relaciones que un sujeto (individual o colectivo) ha establecido con él históricamente lo que, en primer lugar, se ve amenazado cuando tiene lugar el desplazamiento forzado. Las personas que de manera forzada deben separarse de sus territorios llevan consigo sus memorias, las del desplazamiento por supuesto, pero también las de esos lazos territoriales construidos pacientemente a través del tiempo (217).
En un lugar como Jerez –cuya economía históricamente ha sido dependiente de las remesas provenientes de los Estados Unidos y con un índice alto de población económicamente inactiva (83)– el desplazamiento ha derivado, también, en un aumento considerable en la migración hacia el norte. El aminoramiento generalizado de la problemática por parte de los distintos niveles de gobierno y las grandes carencias materiales e infraestructurales imposibilitan –a pesar de que el ejército mexicano ya ha recuperado algunos territorios– prevenir que sigan o puedan volver a suceder los desplazamientos. En términos de Rivera Garza, la agencia social de los desplazados jerezanos ha sido aminorada y limitada en exceso y, a pesar de ello, la visibilidad que han tenido ha sido por su papel activo en la problemática.
Las relaciones que se establecen por el desplazamiento en Jerez derivan del desvanecimiento de otras. La relacionabilidad de las agencias que están en juego, por más íntimamente que estén ligadas unas con otras, son de disputa y de control; es decir, la relación no implica vínculos de cercanía, sino que la forma en que los agentes se ven inmersos unos con otros también discurren desde la confrontación y la búsqueda de la eliminación de la relación misma. En este marco, consideramos que, si desde el oficialismo institucional y del canon literario mexicano, pareciera que no es posible hablar de la figura de Ramón López Velarde sin mencionar Jerez, quizá tampoco debería ser posible, en la actualidad, ignorar sus desplazamientos forzados al abordar la obra del poeta.
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