Jesús Martín Barbero
Entrevista a Jesús Martín Barbero (2002)
Jesús Martín Barbero es español de nacimiento, colombiano de adopción y latinoamericano por vocación. Ha sido presidente de la ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación), y fundador del Departamento de Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle, en Cali. Es investigador asociado del CES, Universidad Nacional de Colombia; y asesor en Políticas Culturales de la UNESCO y la OEI. Autor de Comunicación masiva: discurso y poder (Ciespal, Quito, 1978), De los medios a las mediaciones (G. Gili, Barcelona, 1987, traduc. al inglés, al portugués y al francés) Televisión y melodrama (Tercer Mundo, Bogotá 1992), con German Rey, Los ejercicios del ver (Gedisa, Barcelona, 1999), con Hermann Herlingahus, Contemporaneidad latinoamericana y análisis cultural (Iberoamericana/Vevuert, Madrid, 2000); Coord. Imaginarios de nación, (Ministerio de Cultura, Bogotá, 2001); Oficio de cartógrafo (F.C.E., Santiago de Chile, 2002); coautor de El espacio cultural latinoamericano. Bases para una política cultural de integración, (CAB/ F.C.E, Santiago de Chile, 2003). X
Diana Taylor: En los estudios de performance trabajamos exactamente esa parte de vida, del cuerpo, de la persona que ve, que reacciona, que actúa, ¿cuáles serían, tal vez, las posibilidades de pensar los estudios de performance en Latinoamérica?
Jesús Martín Barbero: Yo creo que, por lo que conozco, los estudios de performance son hoy un lugar teórico, metodológico, estratégico, para pensar esta multiplicidad de conflictos de hoy que atraviesan al cuerpo. América Latina es muy corporal; América Latina es muy expresiva, a veces demasiado, y se traiciona con esa expresividad, y se torna vulnerable. Lo que quiero decir es que América Latina vive, de un lado, esta tardo-modernidad virtual—que en cierta medida descoloca al cuerpo, lo desubica de su espacio—pero en medio de unas culturas en las cuales el cuerpo es muy importante. El cuerpo media todo. Yo diría que la educación burguesa, entre comillas, no ha podido con el cuerpo latinoamericano; no ha podido reducirlo a instrumento de la razón. Y eso nos causa problemas. Pero también es una fuente de subversión. Todo lo que en la expresividad latinoamericana sigue siendo derroche, sigue siendo exceso, es fuente de creatividad. Pero indudablemente choca con la racionalidad que impera en el conjunto de la sociedad.
En America Latina vivimos—quizás más fuertemente incluso que en Europa y los Estados Unidos—esta contradicción. Es una sociedad que, por un lado, se construye en torno a los flujos, se construye en torno a la información, se construye en torno al conocimiento. Y por otro lado, esta necesidad, cada vez más fuerte, de recuperar las dimensiones sensuales, corporales, afectivas—en el sentido fuerte de “afectar”; en castellano “afecto”, es algo muy fuerte, ¿no?, porque es ser afectado por otro. En este sentido, digo, los estudios de performance serían para América Latina un lugar estratégico para pensar todo los conflictos que atraviesa el cuerpo, desde la obsesión por el cuerpo que vive esta sociedad tardo-moderna, en términos de belleza, de juventud, de obsesión por la juventud, la obsesión por la belleza; esta especie de revolución que significa que ahora los viejos no valgan nada, cuando durante miles de siglos en los viejos estaba la sabiduría, estaba la experiencia, estaba aquello que permitía sobrevivir a los grupos humanos. Hoy día los viejos son un desecho improductivo, y el ideal es ser joven, pero el ideal en cuanto a joven no es la inteligencia del joven, es su cuerpo. Entonces, esta obsesión por el cuerpo como belleza joven, frescura, como salud, como higiene, que lleva a todas esas situaciones que estamos viviendo hoy de enfermedades juveniles, terribles, como la bulimia, y que, por otro lado, nos plantea, este cuerpo que envejece y que se exhibe como viejo, porque cada vez nuestras poblaciones, incluso en América latina, empiezan a tener expectativas de vida mayores, y resulta que, claramente menos, pero también, pero sobre todo en los países mas ricos, se están llenando de viejos. Nunca en la humanidad había tenido nada parecido. El otro día leía de las expectativas de vida del siglo XIX, comparado con hoy, cuando millones de mayores de 70 años tienen todavía perspectiva de vida de 15 años.
“Los estudios de performance son hoy un lugar teórico, metodológico, estratégico, para pensar esta multiplicidad de conflictos de hoy que atraviesan al cuerpo.”
Por un lado, asistimos a esta idealización de la belleza corporal, y del otro a una población enorme de ancianos que nos hacen presente como nunca este proceso de envejecimiento del cuerpo como figura de la muerte, de acercamiento a la muerte, que es lo que más aterra a esta sociedad. Entonces el cuerpo se ha vuelto una gran metáfora de las contradicciones de la sociedad, de las contradicciones entre su obsesión por la juventud, y su población cada vez más envejecida. De las contradicciones entre su búsqueda a toda costa de inmortalidad, de eternidad, todas estas drogas que nos van a permitir vivir no sé cuánto, y por otro lado, este miedo a la muerte, este hacer desaparecer a la muerte, es hacerla desaparecer de nuestra cultura, de la mirada de los niños, etcétera. Y por otro lado, yo diría, finalmente, el cuerpo está viviendo una crisis profunda en su relación con la virtualidad; qué hacer con el cuerpo en una sociedad en la que todo pasa por destrezas mentales y pequeños movimientos de los dedos, junto a este otro hecho, para mí cada vez más significativo, que es la relación entre la cada vez más acelerada obsolescencia de los objetos, los objetos cada vez duran menos. Todavía, cuando yo era niño, los objetos se hacían para que duraran para siempre, las mesas, las sillas todo lo que había en la casa se hacía para que durara. Ahora, no. Todo está hecho para ser desechable en un tiempo previsto y si no cambiamos de objetos el sistema colapsa.
Esta relación entre la obsolescencia de los objetos y quizás la aceleración de la obsolescencia del cuerpo humano. No quiero entrar en ese tema, pero ese tema es muy fuerte, y es, en qué medida haber tomado antibióticos nos ha hecho como cuerpos mucho más vulnerables que nuestros abuelos a cualquier tipo de infección que ande por ahí. Es decir, vivimos en una contradicción permanente, entre todo lo que la medicina ha ganado y el cuerpo humano que más bien se va volviendo también cada vez más vulnerable a todo lo que nos rodea. Y finalmente esto tiene mucho que ver, para mí también, con esta especie de estallido del relato. Ya no tenemos sino micro-relatos. Esta fragmentación, esta segmentación de los relatos, que a mi ver es como resultado del estallido de la sociedad, el estallido de la ciudad, que cada vez—y con esto quisiera terminar—ve más devaluado su propio cuerpo. Esta ha sido una línea que he continuado desde el comienzo en aquellas investigaciones sobre plazas de mercado. En el centro de mi trabajo actual sobre comunicación está la ciudad. Pero está la ciudad en este doble juego: por un lado, una ciudad que se informatiza, una ciudad que es rehuída por los que la habitan porque se ha vuelto insegura, agresiva, y la gente evita la ciudad. Los estudios que hacemos en América Latina muestran que, incluso en América Latina, la mayoría de la gente cada vez usa menos cantidad de ciudad. Hay una profunda desurbanización de la vida.
Por otro lado, lo que vale en la ciudad es que lo permite el tráfico rápido; por tanto, la ciudad está siendo rota, despedazada para abrir grandes y grandes avenidas, y el suelo vale si está cerca de una avenida. El cuerpo antiguo de la ciudad se devalúa. El cuerpo ya no vale. Lo que vale, más bien, es la rapidez con que se puede atravesar la ciudad. Y esto es lo que valora—esto es la contradicción—los terrenos que están al lado de una vía, que lo único que le produce a los habitantes es ruido y atasco. Yo diría que en alguna forma los estudios de performance tienen que hacerse cargo de esta multiplicidad de metáforas a través de la cuales el cuerpo es hoy una especie de catalizador tanto de las mayores pesadillas como de las mayores esperanzas de creatividad humana.
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