Refugio y Retorno: Historias de una comunidad reasentada en El Salvador

El campo de refugiados en Mesa Grande

Los campamentos en Mesa Grande, Ocotepeque, Honduras fue un trabajo con apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas Para Los Refugiados (ACNUR), Organizaciones Internacionales, Iglesias Hermanas; lugar donde los salvadoreños y salvadoreñas en búsqueda de la supervivencia encontraron el refugio en Honduras, después de haber pasado la terrorífica escena de las guindas y masacres en los años 80s.

Mesa Grande acogía a más de 11 mil personas el cual estaba conformado por siete campamentos, donde cada campamento tenía un comité de apoyo, que se encargaba de velar por las necesidades de cada familia. Estos comités ponían en práctica el igualitarismo; supervisando las distribuciones de recursos, los equipos de trabajo, los talleres cooperativos, y los bienes compartidos.​​​​​​

Había equipos de trabajo para la construcción de viviendas, aulas para las clases, letrinas, y sistemas de agua; para realizar la limpieza, para cocinar y distribuir la comida; y para trabajar en talleres cooperativos tales como carpintería, sastrería, zapatería, soldadura, y otras. También las familias aportaron cooperativamente en los cultivos de hortalizas comunales ubicadas en el alrededor de los campamentos.

Adentro de los campamentos también surgió la iniciativa de un sistema de educación popular. Algunas personas a pesar de que contaban con poca educación formal, se encargaban de compartir lo que sabían a las demás personas. De esta manera se alfabetizaba y se intercambiaba sus conocimientos. También, las clases servían para promover conocimiento de la historia y situación actual de lucha y sufrimiento, así fortaleciendo una conciencia política colectiva. Se expresaban estas vivencias mediante el teatro, la poesía, el arte, y la música. Pero aun estando fuera del conflicto en El Salvador, ellos no dejaban de pensar en lo que sucedía en su país natal. Se preocupaba por sus familiares y conocidos que seguían en El Salvador, algunos que estaban incorporados en la guerrilla, otros en guindas, desplazados, y perseguidos. No se sabía nada de ellos, si estaban vivos o muertos.La guerra se hizo eterno para algunos, pero para otros ya se estaban acostumbrando a vivir en el ambiente de campamentos. La música se hizo el lenguaje para poder expresar lo que cada salvadoreño vivía en mesa grande; donde se pedía por la solidaridad, justicia y el regreso a su patria El Salvador. 
 

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