"Raros peinados nuevos": Subcultura y política en la construcción del rock nacional

Charly García

           Los cambios experimentados por el rock nacional en los 80 se vivieron plenamente en la carrera de una de las figuras más grandes de toda la historia del rock argentino: el mismo Charly García de los “raros peinados nuevos”. Cantante, pianista, compositor, productor, genio, loco—Charly cumplía muchos roles en el rock nacional, sobre todo durante su aparición como fenómeno masivo. Desde sus primeros días cantando en inglés, para luego participar en la contracultura con música folk, hasta emerger durante los 80 con una propuesta pop que atraía la popularidad masiva: su carrera ha sido un microcosmo de la historia del rock nacional.

            En los 80, Charly García irrumpió como la piedra de toque de la música popular argentina. La década presenciaba el cultivo y la consagración de su personaje como estrella de rock. Aunque por un lado parecía encarnar el estereotipo del rockero decadente, por otro lado se volvió una especie de motor del movimiento rock. Era tanto un pionero como un seguidor de la moda, y en esto se transformó en la figura que anclaba toda la cultura emergente del rock nacional. Hoy en día su nombre es sinónimo con éste. Como escribe el académico Oscar Conde, “La figura de Charly García se presenta dentro del panorama del rock argentino como la más prominente” (225). Incluso los otros próceres del rock nacional lo reconocen como un caso especial: “es un verdadero monstruo de la canción de acá”, dice Luis Alberto Spinetta (Marchi 43). En los 80, era uno de los impulsores máximos de nuevas tendencias en el rock nacional, y del rock nacional en sí, forjando una vinculación más fuerte entre rock y nación en la Argentina. A la vez, e igual que Soda Stereo, fue una figura clave en la difusión del rock en otros países latinoamericanos. Esta sinonimia entre Charly García y el rock nacional existe porque Charly aceptó sufrir las mismas transformaciones que el rock nacional en su conjunto durante los 80.

HISTORIA

            Carlos Alberto García Moreno nació en el barrio de Caballito, Buenos Aires, el 23 de octubre de 1951. Parecía destinado para la música, ya que nació con la extremadamente rara condición del oído absoluto. Según su biógrafo Sergio Marchi, “Charly era un niño prodigio de casi tres años, con un instintivo conocimiento musical” (3). Se educó en la música clásica, haciendo estudios de conservatorio y recibiéndose como profesor de piano a los 12 años. Parecía estar en el camino de una carrera como músico clásico, hasta que escuchó The Beatles en 1964 y todo cambió.

            Sus primeras bandas de rock, como las primeras de la historia del rock argentino, tocaban covers en inglés. Después de empezar a cantar en castellano, García tuvo dificultades para integrarse a la industria musical del país: como el rock argentino en general, sufrió “el sistemático rechazo en todas las grabadoras” (Marchini 55). En 1970 formó la banda Sui Generis con su amigo de la escuela secundaria Nito Mestre. Era un dúo de onda folk que se convirtió en uno de los grupos más importantes del rock argentino de los 70. El grupo enfrentaba la censura en el clima político conflictivo del país, y la encaraba a la vez con temas como “Señor Tijeras”. Aunque Charly evolucionaría tremendamente en su estilo musical a partir de este primer paso, ya mostraba su capacidad por anotar lo que estaba pasando en el país, una característica que mantendría a lo largo de su carrera. En 1975 despidió a Sui Generis, a pesar de su gran popularidad, con una megarrecital en el Luna Park, un “desafío sin precedentes para un grupo del rock nacional de la época” (Marchini 63). Charly García ya se establecía como un dirigente del rock argentino.

            Entre 1974 y 1977, García tuvo dos proyectos musicales. El primero era una especie de “súper grupo” del rock argentino acústico del momento, PorSuiGieco. El segundo, de los primeros dos años de la dictadura, era La Máquina de Hacer Pájaros, una banda de rock progresivo. La Máquina probó la capacidad de Charly de evolucionar musicalmente; reemplazó el folk de sus primeros éxitos con un rock sinfónico adelantado para su ámbito, pero que seguía los corrientes del rock internacional como Yes y Genesis.

            En 1978, ya en plena dictadura, García formó Serú Girán, una de las bandas más importantes de la historia del rock en la Argentina. Esta “leyenda del rock criollo” (Marchini 67) también fue considerado un súper grupo, y fueron claves en empujar el rock nacional hacia la popularidad masiva. Probaron que eran la banda de rock más popular en el país a comienzos de la década de los 80 al tocar ante 60 000 personas en un concierto gratuito en La Rural, una cifra insólita. Sus hazañas con Serú Girán hicieron de Charly una de las figuras más visibles del rock durante la dictadura, lo cual tendría implicaciones positivas para su relación con el creciente público. En esta visibilidad, García siempre se mantenía en una posición alejada del gobierno militar. Cuando la policía intentaba detener a un joven en un recital, Charly lo impidió desde el escenario: “Si lo llevás, nosotros somos muchos más; OK?” (Marchini 72). En 1981 García ya mostraba su apoyo de lo nuevo en el rock argentino; declaró a Gloria Guerrero, “Creo que debe haber un montón de grupos impresionantes que valen, y yo ya estoy aburrido de que no haya nueva gente” (Guerrero 13). 

            En 1982, cuando la Guerra de las Malvinas cambió todo para el rock nacional, lo cambió también para el rock de Charly García. En este año se separó Serú y justo después del fin de la guerra, Charly grabó su primer álbum solista, Yendo de la cama al living. Junto con Clics modernos de 1983 y Piano Bar de 1984, formó una trilogía que marcaba este momento de apertura en la música argentina. Sus actuaciones en este momento también marcaron la politización del rock. El 25 de diciembre de 1982 Charly presentó Yendo de la cama al living en una función histórica en el estadio de Ferrocarril Oeste. El público se alzó en contra del gobierno, coreando “Sevacabar, sevacabar, la dictaduuura militar”, al que Charly respondió “¡No queremos milicos ni represión!”(Marchini 81). El momento más espectacular del espectáculo fue la presentación del tema “No bombardeen Buenos Aires”, una clara referencia a la experiencia recién vivida. La canción terminó con la destrucción con proyectiles de un modelo de la ciudad levantado sobre el escenario, una innovadora puesta en escena por parte de la artista plástica Renata Schussheim. Según Sergio Marchi, fue “Un espectáculo costoso y sin precedentes en nuestro país” (32)—tan costoso que tuvo que ser auspiciado por los jeans Fiorucci, hecho duramente criticado por el público y que reflejaba el creciente comercialismo del rock.

            Durante los 80 García no sólo lanzó sus propios álbumes seminales, sino también produjo los álbumes de otras bandas que formaban parte del auge del rock nacional. También compuso las bandas sonoras de varias películas y obras de teatro, además de dar importantes recitales en contextos internacionales. Con Clics modernos en 1983, Charly introdujo un cambio definitivo en el sonido del rock nacional, haciéndolo más bailable y adecuado para escuchar en un walkman. Eduardo Berti explica, “Tan amado como incomprendido en el momento de su aparición, este álbum brilla a la distancia como uno de los hitos fundamentales del rock argentino” (27). En 1986 firmó un contrato de tres discos por 100 mil dólares con CBS, otro hecho insólito para el rock nacional. Lanzó tres álbumes más durante el resto de la década: Tango (1986), Parte de la religión (1987) y Cómo conseguir chicas (1988). Éstos terminaron de consagrarlo como la figura definitiva del rock nacional, a la vez que el rock nacional fue consagrado como movimiento popular masivo en la Argentina.

            Tres factores hicieron de Charly García esta figura tan preeminente del rock nacional. Primero, compartía con otras bandas exitosas de la época la tendencia hacia la liquidez, mencionada en la introducción de este ensayo, en cuanto a su identidad musical. Como Soda Stereo, García siempre acogía lo nuevo, pero con la diferencia de que ya tenía una historia fuertemente arraigada en el rock argentino. Segundo, se empeñaba en la creación de un “personaje”, introduciendo así algunos cambios de valores en la cultura del rock nacional y solidificando a ésta como su propia subcultura. Tercero, se identificaba con “lo argentino”. Por ser tan representativo del rock y de la Argentina, García impulsó una nacionalización del rock en términos identitarios. Estos tres factores, que serán analizados a continuación, terminaron en el establecimiento de Charly García como la figura más vinculada con el rock nacional.

EL PIONERO

            Queda claro de su historia hasta el fin de los 80 que Charly García siempre tenía una capacidad de evolucionar como artista musical. Pasó por estilos tan variados como el folk, el rock sinfónico y el pop electrónico; además, tocaba en varias configuraciones, desde dúos y quintetos hasta súper grupos y solista. Esta facultad de liquidez, combinada con su habilidad de intuir las tendencias venideras, fue importante en el momento de la aparición del rock nacional, ya que la liquidez de este fenómeno posibilitaba la identificación de un público mayor. En los 80, Charly se estableció como un pionero y seguidor de la moda en el rock nacional. Dado el trono que ya ocupaba en el rock argentino antes de las Malvinas, tenía un papel significante en la introducción de nuevos corrientes musicales en el país. Éstos, que incluían la recuperación del baile y un sonido más divertido, fueron claves para mantener al rock nacional a la par con lo que estaba pasando con el rock internacionalmente. Y también dieron al rock nacional de la Argentina, y sus exponentes máximos como Charly, un rol protagónico en el desarrollo del rock en otros países latinoamericanos.

            García siempre lucía una actitud de receptividad hacia lo nuevo en la música, especialmente durante los 80. En esta década, “lo nuevo” en términos musicales cobró un sentido mayor, abarcando no sólo estilos musicales y sus correspondientes estéticas sino también a nuevas tecnologías para crear y escuchar música. Charly siempre estaba al corriente, y se mostraba particularmente dispuesto a seguir los gustos del público. En 1985, Gloria Guerrero le hizo una pregunta que señalaba la percepción común de García en esa época: “¿Cómo hacés para adaptarte a las nuevas corrientes sin perder tu identidad? ¿Cómo hacés para estar siempre ‘a la moda’, sin dejar de ser García?” (124). Esta pregunta apunta a la identidad líquida de que Charly, y el rock nacional en general, se valía; él podía apropiarse de elementos de disco y punk durante los 80, sin tener que dejar permanentemente sus otras identidades musicales. Su respuesta indica la fluidez a la base de su concepto de la música: “me voy adaptando a lo que está pasando, escucho radio, me compro discos, y estoy actualizado. Y encuentro que siempre hay una evolución” (Guerrero 124). También destacó la importancia de las nuevas corrientes musicales que entraban al país desde el exterior, opinando “Uno puede ignorar todo eso y seguir haciendo música como si tal cosa. Pero no sé si es bueno no influirse por nada” (Guerrero 124).

            Las influencias de García incluían las nuevas tecnologías de la época y los jóvenes deseando una música para bailar. Estas influencias se aprecian sobre todo en el álbum innovador Clics modernos de 1983. Descrito como una “propuesta de cambio” por Gloria Guerrero (71), el álbum presentaba un sonido actualizado con la música popular en Nueva York, donde Charly fue para grabarlo. Eduardo Berti describe este nuevo sonido como “arreglos minimalistas, ritmos bailables, máquinas de percusión, y una nueva mezcla: la voz y la percusión ‘adelante’” (27-28). Según Berti, esta nueva mezcla tenía una relación con las nuevas tecnologías de la década; fue “sin duda influida por la aparición del walkman” (28). Estas tecnologías—tanto las de escuchar como las de crear música, por ejemplo secuenciadores y samplers—dan preferencia al ritmo (Goodwin 157), una postura adoptada por García en su música de esta época. Charly tenía bastante orgullo en cuanto a su uso de estas máquinas. En la presentación de Clics modernos en el Luna Park, al comenzar el tema “Dos cero uno (transas)” con una máquina de percusión, Charly anunció “Miren lo que hago con mi amiga”. Cuando Clics fue nombrado el segundo mejor álbum del rock nacional por Rolling Stone, García destacó que “Es el primer disco que tiene un sample de James Brown” (“100 mejores discos”).

           Este álbum, además de estar al corriente, también permitió que Charly García determinara la dirección del corriente en el rock nacional. Charly efectivamente actuó como un nexo de la globalización, recogiendo influencias del rock internacional y transmitiéndolas al rock nacional. Berti escribe que “Alrededor del aggiornado García se gestó un núcleo…que encarnó el rock moderno o divertido” (27). Esta música más divertida marcó un cambio en la naturaleza del rock nacional, muy bien intuido por García. En julio de 1983, Charly expresó a la revista Pelo que “Sería bueno que el rock incitara a algo, a bailar, a cantar y no sólo a compadecerse de los pobres que sufren en este país” (Vila 113). Incitó a bailar con su propia música; en la presentación de Clics, gritó a su vocalista Fabiana Cantilo “bailá la salsa chica” durante el primer tema. Esta vuelta hacia el baile fue uno de los cambios más grandes sufridos por el rock nacional—y por Charly García—en su momento de masificación.

           Con su nueva música más bailable, Charly era pionero al nivel no sólo del rock nacional, sino también del rock en español internacional. Emiliano Aguayo introduce su libro sobre el movimiento de pop-rock chileno que ocurrió durante los 80 con la declaración “Este movimiento nace producto de la influencia argentina, donde Charly García tiene un sitial de primer nivel” (34). Según los protagonistas del movimiento chileno, el recital en 1984 de Charly en Chile marcó un hito en el rock chileno. García “abrió la cabeza de muchos”, según uno (Aguayo 120); elabora “Todo se encajó en este beat, que marca al rock and roll de la época. Yo diría que es Charly quien lo introduce” (Aguayo 122). Otro apunta lo innovador de sus puestas en escena: “Acá no teníamos el concepto de show… Nos dimos cuenta que no era sólo cantar, sino una puesta en escena” (Aguayo 190). Cuando el rock nacional argentino fue reconocido como un líder del rock latino en los 80, Charly García también cobró reconocimiento como el representante máximo de éste. En su análisis de los 80, Berti anota que “en esta década quedó demostrada la condición pionera del rock argentino, al punto de que Charly García ligó el simpático apodo de ‘tío del rock sudamericano’” (80).

           En los 80, Charly García demostró su capacidad para liderar el rock nacional hacia nuevas direcciones. Esta capacidad yacía precisamente en su habilidad de intuir cuáles eran las nuevas corrientes musicales que valdría la pena seguir, como los ritmos bailables y electrónicos. Charly mismo era consciente acerca de su posición de pionero, aunque con su habitual dosis de ironía; dijo a Gloria Guerrero que lo que él hizo para el rock argentino “es que muchos grupos van a empezar a tocar como mi grupo…(sarcástico)” (72). Sin embargo, no se puede negar su influencia sobre el panorama entero del rock nacional; como declara Marchi sobre esta época, “Charly marcó rumbos que después seguirían otros artistas” (29).

EL ÍDOLO

            En cuanto García emergía como el pionero del rock nacional, también se establecía como la figura preeminente de este fenómeno. Esta aparición fue producto de la creación y el cultivo de un personaje, el de la estrella verdadera del rock. Este cultivo a su vez fue posibilitado por las transformaciones que a lo largo de la década iban convirtiendo al rock nacional en una subcultura más amplia de la sociedad argentina, parte reconocida de la cultura popular del país. Para constituirse en esta figura tan saliente, Charly aprovechaba los cambios que ocurrían en el rock argentino y terminó por instituir nuevos valores en éste.

            Cuando se hizo solista, García se desvió de algunas pautas tradicionales del rock nacional desde su época contracultural. Pablo Vila, en un estudio de 1985 sobre el rock nacional como movimiento social, analizaba “la transa” como una cuestión clave para la relación entre el rockero y su público. Vila define “transar” como “entrar en transacciones con el sistema” (127)—lo que hizo García cuando aceptó el patrocinio corporativo de Fiorucci para el recital en Ferro. Un músico transa cuando “ya no represente las necesidades de su auditorio, y se entrevea, en cambio, una búsqueda comercial” (Vila 128). Vila cita a algunos ex fans de Charly, quejándose de que “se vendió totalmente…transó en las letras y en las músicas, en su forma de actuar” (113). Según Vila, músicos como Charly García y Soda Stereo que transaron y se convirtieron en “superstars” deberían haber ocupado “un lugar menor en el movimiento” del rock nacional (134); si una banda hiciera esto, “dejaría de representar a su gente y perdería popularidad” (134).

           Sin embargo, los récords de ventas y convocatorias que lograba Charly—igual que Soda Stereo—aun después de “transar” no muestran un músico expulsado del movimiento o desprovisto de su popularidad. Lo que sí muestran es un cambio en la naturaleza del rock nacional. En 1985 Vila argumentaba que “el rock nacional es un movimiento que crea líderes pero no ídolos” (136). Escribió que el rock “divertido”, es decir el pop como Clics modernos que brotaba durante la primavera democrática, era “casi un insulto para los militantes más lúcidos del movimiento” (Vila 113). Antes de las Malvinas, el rock argentino en efecto sí podía entenderse como un movimiento contracultural, que necesitaba “líderes”—como el mismo Charly García—y no tenía cabida para súper estrellas. Tampoco podía abarcar un sonido más pop; hay acuerdo que el rock nacional nació con “la intención programática de definirse contra aquella música considerada comercial o conformista” (Kurlat Ares 148).

           No obstante, después de las Malvinas el rock nacional dejó de ser este fenómeno encerrado en sí mismo con militantes y llegó a ser disfrutado por un sector mucho más grande de la sociedad. Como señalaba el sociólogo Vicente Palermo en su comentario a Vila, el rock nacional ya no era movimiento sino subcultura, y por lo tanto podría tener ídolos como Charly y propuestas más pop. En la subcultura, “Más que transformar el sistema lo que se propone es preservarse en él” (Vila 153). Entender el rock nacional a partir de las Malvinas como una subcultura proporciona una lectura más favorable a la transa de Charly con Fiorucci, que le permitió cubrir los costos de la impresionante puesta en escena. García la describió como un intento de desmitificar “enemigos falsos que tenemos en nuestra cabeza” (Rosso y Albornoz)—precisamente “el sistema”, la industria musical y, cabe decir, la cultura dominante del país. Con su reivindicación del estilo pop y su voluntad de trabajar abiertamente con el sistema—y con otras bandas siguiendo su ejemplo—Charly García marcó los cambios de valores en el rock nacional durante los 80 que transformó a éste en subcultura.

           Dentro de la subcultura del rock nacional, García logró definirse como el ídolo máximo del entorno. Gran parte de esta definición yacía en el personaje que desarrollaba a lo largo de los 80: la estrella decadente del rock. Este desarrollo tenía que ver con sus desviaciones de las reglas del rock nacional. Según Marchi, su transa con Fiorucci fue parte de una propuesta artística, “la representación de un personaje” (32). Siguió elaborando esta propuesta con su típica ironía; “Dos cero uno (transas)”, de Clics modernos, comienza, “Él se cansó de hacer canciones de protesta / y se vendió a Fiorucci”. Eventualmente, este personaje floreció en una encarnación de la arquetípica estrella de rock, la cual hizo a García aún más visible en la cultura argentina de la época. Sus travesuras en los 80 son legendarias: o estaba tirándose en una pileta desde el décimo piso de un hotel, o estaba diciendo a Bruce Springsteen mientras “The Boss” tocaba en Buenos Aires “Acá el jefe soy yo”. Además, era infamemente adicto a las drogas. “Yo tomé mucha droga, a veces para experimentar, a veces porque sí”, recordó en 2013 (del Mazo). García conscientemente eligió actuar de esta manera y así cultivaba este personaje desinhibido; declaró a Eduardo Berti, “creo que el peligro enriquece a una persona” (156).

           Tal desinhibición es clave en la creación de una estrella de rock. Según David Shumway, “the rock star flaunted his or her differences from social norms…rock stars became defined by their rejection of social propriety” (17). En los 80, Charly García ejemplificaba la dialéctica entre la desinhibición y el estrellato en el rock. La baterista Fernando Samalea recuerda la gira de Parte de la religión, cuando Charly fue detenido por desnudarse sobre el escenario en Mendoza. Había convertido su banda en “los enemigos número uno de la provincia”, pero pudo salir de la comisaría “previa firma de autógrafos de rigor de Charly para jueces de turno, policías, sobrinas, hijas, nietas y demás parientes” (Samalea). A medida que el rock nacional emergía como fenómeno masivo con más acceso a la atención pública, las travesuras de García lo transformaban en la figura más visible de la subcultura.

           Gracias al cultivo de este personaje, Charly García tenía una “calidad de estrella” que valía mucho en el nuevo entorno del rock nacional a partir de las Malvinas. El baterista Samalea lo describe como “conocedor como nadie de las técnicas psicológicas de la persuasión popular”. En 2007, la BBC comentó acerca de Charly “Su personalidad y su música se confunden o, en definitiva, son la misma cosa” (Seitz). Según Shumway, para el estrellato “Performance and persona are very closely associated” (10). Durante los 80, García podía hacer “performances” de todo tipo—es decir, su personaje era una especie de performance de la estrella del rock—y difundirlos a un público amplio. Como declaró a la BBC, “Eso de ser superestrella del rock en castellano lo inventé yo” (Seitz). La consagración de Charly como el ídolo definitivo del rock nacional marcó la transformación de éste desde movimiento contracultural en dimensión establecida de la cultura argentina, una subcultura.

EL ARGENTINO

            La relación entre la música rock y la cultura argentina es otra área donde la contribución de García es innegable. El rock nacional no podría haber evolucionado en un fenómeno tan masivo si no hubiera tenido este vínculo entre rock y nación, sobre todo dado la experiencia de la guerra contra Inglaterra, la cuna del rock en general. Charly García, por su posición de preeminencia en el momento del auge del rock nacional, fue una figura crucial en ligar el rock con la cultura argentina, dando un significado literal al término rock nacional. Él es clave para entender tanto el auge del rock nacional como el rol protagónico de éste en la propagación del rock por la América Latina.

            Desde la época Sui Generis de su carrera, Charly había demostrado una habilidad perspicaz para captar determinados momentos en el país en sus letras. Muchas frases suyas se han convertido en eslóganes asociados con épocas particulares, como los “raros peinados nuevos” para los 80. Es significativo que muchas de sus canciones se conozcan como “himnos” del país en ciertos momentos o aspectos. Rolling Stone describió “Inconsciente colectivo”, del álbum Yendo de la cama al living, como el “góspel de la transición democrática” (“100 mejores canciones”). Muchas de sus letras tienen un marcado sesgo local, y no sólo por la notable cantidad del voseo. Están arraigadas en las experiencias no de cualquier oyente del rock sino de un oyente argentino, especialmente en su trilogía solista de la época de la transición. Frases como “la alegría no es sólo brasilera” de Yendo y “yo que nací con Videla” de Piano Bar se volvieron eslóganes generacionales para muchos argentinos que vivían la transición. Mara Favoretto apunta a la argentinidad de sus letras cuando dice “Para entender a Charly…tal vez haya que vivir o haber vivido en un contexto no muy diferente al que inspiró esas canciones” (11).

           A partir de esta “argentinidad” en sus letras, hay un sentido en su música de que él es realmente argentino. O sea, está vinculado con elementos importantes de la cultura argentina. Por ejemplo, su música tiene asociaciones con el tango. Lanzó un maxi-sencillo titulado Tango en 1986 y tiene letras como “Piano Bar” de 1984 que se refieren a Gardel, pero el sentido tanguero de su música va más profundo. Fito Páez lo insinuó a Gloria Guerrero en 1986: “Cuando Charly canta ‘No soy un extraño’, podría haberlo cantado [Edmundo] Rivero, y sería un tango” (154). García también tiene vínculos con la otra gran música argentina, el folclore, cuya exponente máxima es Mercedes Sosa. Ella, descrita por Rolling Stone como “esa especie de voz en off de la conciencia musical argentina” (“100 mejores canciones”), era gran amiga de García. Cantó “Inconsciente colectivo” al cierre del famoso recital en Ferro e incluyó el tema en su álbum Mercedes Sosa de 1983. Este acercamiento entre el rock nacional y el folclore probó que el rock sí era música argentina.

            La argentinidad del rock que Charly García se empeñaba en establecer es importante en el contexto de la América Latina. El rock como estilo musical existía en otros países latinoamericanos, pero el rock argentino fue el primero en ligar la etiqueta “nacional”. En un estudio sobre el rock en las Américas, Héctor Fernández L’Hoeste explica que a diferencia de otros países latinoamericanos, el rock argentino ha sido “perceived as an authentic celebration of national identity” (181). En América Latina, “Argentine rock was the first to gain…closer identification as a form of national culture” (185). En su música—letras, sonidos, músicos invitados—Charly García promovía esta identificación entre rock y nación en la Argentina, especialmente durante los 80. Este vínculo convirtió al rock argentino en un vehículo para difundir el concepto de un “rock nacional” en otros países latinoamericanos.

            Para contar con la identificación de un público más amplio, el rock nacional necesitaba representar la nación. Charly García, en sus letras que eran instantáneas de la década de los 80 y en sus asociaciones con otras músicas tradicionalmente consideradas argentinas, promovía esta conexión entre rock y nación. La relación entre el rock y la Argentina era tan fuerte en los 80 que, según Pablo Vila, el público en un recital de marzo de 1983 gritaba “¡Charly presidente!” (111). La Argentina era pionera en el continente en desarrollar este rock vinculado a la nación, gracias sobre todo a García, y las estrellas de los 80 como él exportaron esta modalidad a otros países.

            Todos los cambios que ocurrieron en el rock nacional, y promovieron su popularidad masiva, pueden verse en microcosmo en los cambios experimentados e impulsados por Charly García en los 80. Aunque entró en la década como un líder del movimiento del rock argentino, salió de ella como uno de los ídolos máximos de la subcultura del rock nacional. Se dejó influir por los cambios, adoptando un sonido más pop, recuperando el baile y empleando nuevas tecnologías. Pero al mismo tiempo, rescató la esencial argentinidad de la música. Vivía el rock tanto dentro como fuera del recital, inaugurando el rol de la estrella del rock en el contexto argentino. Su aceptación por el público en tal rol mostró que el rock nacional no era solamente un estilo musical sino que había pasado a ser una subcultura argentina gracias a los cambios de los 80. 

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