Glosario de lo Común

Ronda de Preguntas y Discusiones - Mesa 2

Alhena: Yo quiero hacerle una pregunta a la mesa en general. En esta heterogeneidad que hemos visto en el proceso que ha habido ahorita y en el que hubo por la mañana, uno advierte también un lugar de diferenciación, no necesariamente explícito, pero sí  un vacío  de reflexión sobre algo que mencionaba hace un rato en las conversaciones de afuera y que tiene que ver con cómo hacemos nosotros para pensarnos en términos comunes las peleas y las luchas que se vienen dando en el campo de lo urbano y  aquellas que se vienen dando desde lo rural. Porque, evidentemente, sí hay cuestiones en común y no solamente se trata de organizarnos; evidentemente, tenemos que construir para poder evitar que haya una división entre lo rural y lo urbano. ¿Cómo ven ustedes esa posibilidad de dejar de pensar en esa dicotomía? en cuándo vamos a (???) formas rurales, cómo hacemos para dejar así?
 
Juan Ricardo Aparicio: Como desde el mismo lugar de (???), también como pensar como, Además de eso, (???) quiero pensar el tema de territorio y el  cuerpo, porque creo que las presentaciones ven el cuerpo como territorio que hay que defender, territorio que hay que (???) podría ser interesante y desde otros lugares, territorio responde como, digamos, a la forma clásica de entender el territorio, cierto? Entonces, digamos que está por fuera de lo rural y de lo urbano, cómo se puede pensar entre cuerpo como territorio de la vida.
 

 


Alix Morales: Bueno, yo estaba mirando las presentaciones y las discusiones que nos dimos esta mañana y frente a esas divisiones, a esas diferencias que hay entre vivir en lo urbano y vivir en el campo, creo que Lisifrey lo ponía muy bueno. En el campo nos conocemos, nos reconocemos, nos podemos saludar y nos tenemos confianza. Creo que eso es muy difícil hacerlo en las ciudades. Nosotros mismos salimos y nos asustamos no más de ver la cantidad de gente y la cantidad de rostros tan diferentes. También en las discusiones en los espacios del almuerzo, escuchaba  la posición y cómo nos ilustraba Feliciano acerca de por qué tantas diferencias entre las mismas organizaciones sociales, entre los mismos movimientos sociales.  Eso es algo que siempre preocupa. Han sido los mismos gobernándonos y nosotros siempre hemos sido los mismos votando por ellos, o sea, ¿cómo hacer para que la gente se piense un poquito de manera diferente, para que se reconozca y crea en cada uno y en cada una de ellas?
ven, ahora otra vez, bueno, los que estamos en las comunidades rurales,
 Es muy complicado. No sé cómo funciona lo electoral en las ciudades y tampoco me lo imagino, pero si ustedes ven a los que estamos en las comunidades rurales, el tiempo electoral nos divide con los de la ciudad. Inclusive, si somos de la familia y alguien está apoyando un candidato diferente al nuestro, ya no es tan cercano. Esas cosas electorales, esa construcción de poder y esa idea del poder que la tenemos errada de verdad  no nos llaman la atención. Creo que hace que nos diferenciemos en muchas cosas, aunque los proceso organizativos son muy similares.  Uno diría: “bueno, esos espacios de discusión que nos damos en estos espacios nos sirven de alguna manera para mirar qué tanto los del campo como los de las ciudades estamos haciendo un trabajo social importante. Estamos pensando, sí, en transformar, en cambiar y escuchar. Todas y todos hemos hablado de la vida digna y nosotras allá al principio en (???) y como mujeres hablábamos eso de la vida digna.  La campaña de detención de violencia fue: "mujeres en lucha por una vida digna, libre de violencias".  Luego decíamos con las mujeres: "¿Ustedes saben lo que es vida digna?". Dijo: "sí, pero eso está tan lejos, eso se ve tan a kilómetros, eso es una utopía". Entonces nosotras dijimos: “bueno, ¿cómo trabajar para acercar más ese tema de la vida digna? Entonces, hagamos una cosa como para vivir bien, por el buen vivir”.   Empezamos a camellarle a ese propósito de cambiar esas cosas chiquitas que hay en cada casa, en cada espacio, para poder transformar de verdad. Y eso qué significa, que en su casa usted ya tenga un baño porque en algunas casas del sector rural la gente no tiene el baño.  Yo tengo una nieta de ocho años. El día que hicimos el taller del buen vivir y qué era el buen vivir, ella decía: "Yo creo que lo mejor que le puede pasar a la gente es que tenga un baño para que pueda sentarse tranquila a hacer sus necesidades". Entonces decíamos que sí, porque a veces ir al campo y tener que ir a orinar al cafetal es incómodo.  Ella les decía: "¿por qué no hacen un baño en cada una de sus casa para que se puedan sentar tranquilas?". Y mire que uno en el baño se sienta y descansa, piensa hartas cosas. Tenía nueve años cuando hacíamos eso. Entonces, cambiar esas palabras que se ven tan lejanas como la vida digna por algo que nos acerque más, como qué es para mí el buen vivir (qué no significa  tener casa, carro y becas, sino que significa tener unas condiciones mínimas de dignidad para vivir bien en cada espacio donde usted esté), eso significa un cambio en general. Y creo que ambos procesos, de los procesos de los que han hablado los jóvenes, de los que hablaron las compañeras esta mañana, de los que hemos hablado, nos acercan mucho. Lo que pasa es que es muy difícil encontrarnos, es muy difícil también por la plata podernos encontrar, y por eso estos espacios a los que nos convoca, a veces la academia, a veces las organizaciones,  uno quisiera todo el tiempo que pasasen, uno quisiera  poderse reunir y poder compartir y poder hacer cosas. Pero el dinero nos aleja siempre, porque si hay con que mover a uno, no puedes mover el resto. Entonces, creo que estos espacios de encuentro hacen que de pronto podamos compartir y que podamos sumir esos esfuerzos y de alguna manera decir: “vale la pena lo que yo estoy haciendo allá, porque en la ciudad también están haciendo algo”.  Entonces, a veces nosotras nos ponemos a mirar. Cuando nosotras traemos la gente a las ciudades, a veces nos dan la opción de venir con dos o tres mujeres. Cuando ellas vienen acá, algo que les interesa muchísimo  cuando salen, bueno acá en Bogotá no tanto, pero en   Neiva o en las ciudades en las que hace calor, es el desperdicio del agua. Porque esa  ha sido una lucha de nosotras: “Miren, mujeres, pongamos una llavecita, cerremos la llave, ya no tengamos el chorro”. Miren que los de abajo no tienen agua y cuando vienen a las ciudades y ven la gente lavando el carro con la manguera media hora, dos horas, botando agua, dicen: “mire,  pa' qué putas yo ahorro agua allá si estos vienen y la botan acá en cinco minutos”. En la separación de las basuras,  que es una cosa tan sencilla,  a la gente en la ciudad  a veces se les hace tan difícil. Y uno dice: “la gente de la ciudad que a veces estudia tanto, que lee tanto, puta, (??) cogen el papel de la basura y lo tiran al piso. Les cuesta tanto echarlo a una cesta de basura, les cuesta tanto trabajo. Entonces uno dice: “a veces lo que uno hace allá, los de acá lo borran con toda”.  ¿Cómo hacemos para ponernos de acuerdo con esas cosas que son mínimas, pero que van a garantizar un futuro para la gente, un futuro para los niños, un futuro para los nietos? Bueno, nosotros no lo veremos, pero alguien lo debe de ver. Entonces, pongámonos de acuerdo en cosas mínimas que puedan realmente generar cambios.
 
Diana Pulido: Yo quisiera decir algo antes de responder las preguntas. Por ejemplo, escuchaba acá unas intervenciones y decía: “¿en qué se conectan las gordas con el tema del Cauca, con el tema de los jóvenes?”. Entonces, quisiera hacer esas precisiones un poco, porque, claro, en la presentación que yo les hacía de la organización, eso queda totalmente subconsultado (???). Lo primero, hay un tema que contemporáneamente se está tratando de abordar, desde lo institucional, pero que además las organizaciones sociales de los sectores LGBT también se han propuesto.  Es la pregunta acerca de dónde están las víctimas LGBT del conflicto armado.  Cuando esto se pone sobre la mesa, aparecen grupos focales, formas  de lograr sistematizar las experiencias, y se hace evidente una cosa concreta y es que las violencias en el marco del conflicto armado hacia las mujeres lesbianas son atroces, atroces, atroces; sobre todo con lo que tiene que ver con la violencia sexual y lo que eso implica. Cuando tú eres abiertamente lesbiana en el marco del conflicto armado y eres una mujer víctima de la violencia sexual y quedas embarazada, posteriormente recibes más amenazas por parte de los grupos armados, rechazo por parte de la familia, también un tema con tu pareja, una transformación de tu núcleo familiar, etc. Entonces, ahí viene un poco la pregunta de  qué hacemos con esas experiencias y con estos lugares de enunciación de otras mujeres, para quienes la pregunta principal no es si me miran bien o mal porque estoy gorda. La pregunta  ahí  está atravesada por otras preocupaciones que vienen del hecho de que  somos mujeres, de que somos lesbianas y por ende nuestro cuerpo está expuesto a esa serie de violencias.  Entonces, ahí viene una primera cosa. Cuando uno habla del conflicto armado, hay unos cuerpos que están invisibilizados;  cuando una habla de desplazamiento, hay unos cuerpos que tienen la posibilidad de  salir y hablar y otros que no tanto. Y otra cosa que es importante: al igual que la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de ser mujeres, estas violencias son ejercidas por los demás por el hecho de tener unas orientaciones sexuales y unas orientaciones de género diversas.  Eso marca una pauta diferencial. Y conecto un poco con lo que decía de la lucha grande que implica posicionar desde la voz de las mujeres algo concreto dentro de un espacio mayoritariamente masculino. No sé si todas las personas saben aquí que lo LGBT no es una comunidad, ni es una población, ni nada de esas cosas, sino que es una alianza estratégica que aparece en un momento concreto en Colombia (el espacio de la negociación de la paz hace unos bastantes años). ¿Eso qué quiere decir? Que hemos sido las lesbianas las que hemos puesto la L primero, porque esa sigla no existía antes del planeta paz.  Las lesbianas, , las mujeres organizadas en ese espacio (Triángulo Negro y Mujeres al Borde y las otras organizaciones que estuvieron cerca) dijeron: “la L va primero porque el papel de las mujeres se tiene que visibilizar”.  Por ejemplo, al interior del movimiento social del LGBT, todo la oferta en salud está pensada para hombres gays y para mujeres trans. Nadie se pone a pensar lo que implica para una mujer lesbiana mandarse a hacer una citología, cuando tú tienes el derecho a que te pongan un espéculo más chiquito o más grande, dependiendo del tipo de relaciones que tengas y los médicos no lo conocen y dicen "eso es estándar" o "yo no sé lo que pasa allí".   O nadie se pone a pensar lo que implica para un hombre trans, que ha sido víctima de violencia sexual, estar embarazado o ir a hablar de (???), nadie le va a hablar de (???)  ¿cierto? Entonces todas estas cosas aparecen allí conectadas y es que poner sobre la mesa la voz de las mujeres, sea en un espacio rural, sea en un espacio urbano, sea en un espacio afro, sea en un espacio de jóvenes, siempre es un reto gigante, porque hay una serie de situaciones estructurales (???), incluso en el espacio canino, tienes toda la razón. Entonces, hay un tema claro, y es una apuesta que nosotras reconocemos, y es que las lesbianas hemos estado invisibilizadas y silenciadas. Además, somos las que le hemos dado forma a lo que le permite al objeto hacer cosas el día de hoy.  Fueron las lesbianas feministas de Estados Unidos las que se pensaron ese modelo de sexo-género y orientación sexual que permite hoy a las instituciones del Estado hablar de que la orientación no está (???)  y aún así los Klinton (???) se siguen callando y se siguen quedando la plata con la que hacen un montón de cosas. Esa plata está destinada para, se supone, todas las letras que están en situación de vulnerabilidad. Bueno, venimos a lo mismo, y es que hay unos temas estructurales, hay un racismo estructural, hay un clasismo estructural, hay una misoginia estructural.  Creo que eso es un poco lo que debe llevar a las preguntas de cómo hacemos para conectarnos.  Otra tercera cosa que está relacionada con el tema de los jóvenes es que  las mujeres tenemos miedo de habitar la ciudad. Creo que el acercamiento que yo he tenido con grupos de mujeres rurales acá es que las mujeres tienen otros miedos al habitar el espacio público  en un espacio que no es urbano. Pero, en Bogotá, las mujeres tenemos miedo de habitar la ciudad porque es solo y oscuro,  porque lo que gira en torno a lo solo y oscuro pasa por la manera como se construye la feminidad. Entonces, una tiene miedo a habitar la ciudad porque es mujer, pero además tiene miedo de habitar la ciudad porque tiene una novia, pero además tiene miedo de habitar la ciudad porque está sola, pero además tiene miedo  porque es afro,  porque vive en Ciudad Bolívar o porque vive en Usme rural o lo que sea. Entonces esa es otra cosa que se va cruzando allí y es cómo se van cruzando estas cosas en los cuerpos de las personas y cómo ponemos las experiencias de nosotras sobre la mesa. Porque a la final, cada una de las expresiones que los movimientos sociales sacan nos llevan a dividirnos constantemente. Digamos, una de las cosas que hacen las negras lesbianas en algún momento es decir: "nosotras necesitamos un espacio en común distinto para hablar, porque no podemos. Hablamos sobre los hombres negros, sobre nuestros derechos como personas negras.  Hablamos con las lesbianas blancas sobre nuestros derechos como lesbianas. Pero, ¿dónde queda la violencia que se ejerce sobre mi cuerpo porque soy mujer-negra-lesbiana?”. Entonces, ese es un tema básicamente entra en la (??) y se llama interseccionalidad. Pero ahí viene el tema que creo que comparto con la compañera y es  ¿cómo hacemos para generar unas agendas en común? Lo LGBt se ha planteado unas agendas en común. Por ejemplo, cuando se habló por primera vez de un tema legal, los gays y las lesbianas no hablaron de familias, no hablaron de hijos, no hablaron de matrimonio, hablaron de derechos patrimoniales,  porque no se podía llegar en el noventa y algo a decir: "queremos adoptar!". Porque evidentemente, si no es posible hoy en día, en ese momento lo era menos. La agenda en común era decir "derechos patrimoniales" para que yo pudiera heredar, para que yo pudiera afiliar a mi pareja mujer al sistema de salud, para que yo pudiera entrar a verla mientras se estaba muriendo, pues no me dejaban hacerlo. Y en ese sentido, por ejemplo, las mamás lesbianas se sacrificaron y dijeron: "ok, no vamos a hablar de que nuestras familias también son familias, sino que lo vamos a desplazar un poco para poder entrar a hablar de derechos patrimoniales". Y así sucesivamente. Esa es la negociación que se hace en ese espacio. ¿Cómo negociamos lo urbano y lo rural? Es entendiendo  que son un par de conceptos que son producto también de un sistema neoliberal capitalista, económico, político además, que además nos hace pensar que somos radicalmente distintos. Hay un desconocimiento total de las problemáticas de lo rural y hay un desconocimiento total de las problemáticas de lo urbano. Pero eso no quiere decir que estén desconectadas y yo creo que sí hay una necesidad urgente de pensar (que no debería ser tan complicado) que nosotras las mujeres hablemos en los distintos espacios o que nosotras las lesbianas tengamos que tener un problema gigante con las mujeres heterosexuales a la hora de poder poner en la agenda, por ejemplo, derechos sexuales y no solamente derechos reproductivos. Entonces, es un poco la invitación a pensar que las marcas identitarias atraviesan los cuerpos constantemente y no solamente una a la vez, o sea, yo no soy un día lesbiana, al otro día soy mujer, al otro día soy clase media. No me pasan ese tipo de cosas y creo que absolutamente a nadie le pasan. Entonces, creo que una de las maneras de empezar a hacer agendas comunes es empezar a ver también cómo me atraviesa. Tambien hacer otro ejercicio que creo que es fundamental y es el cuestionamiento de los lugares de privilegio. Si yo no entiendo cuáles son los lugares de privilegio, no los puedo cuestionar. Y eso no quiere decir que tenga que renunciar a ellos, pero si yo no entiendo que no todo el mundo accede a la educación superior en Colombia y que además no todo el mundo tiene papás que se quieren endeudar con el ICETEX para pagarte una universidad como la Javeriana (yo estudié en la Javeriana) me es imposible entender la demanda del grupo de jóvenes, de.. ¿cómo se llama? TEJUNTAS. No podría entender sin eso que hay una demanda concreta para el tema de la educación y por eso hay un preicfes comunitario; no me sería posible participar como lo hago actualmente con un preicfes comunitario también para personas de sectores LGBT diciendo: "este es el conocimiento que yo tengo. Mira cómo te lo entrego, gratuito, comunitario, autogestionado y de intercambio de otras maneras". Pero esa es una necesidad, además, que también aparece con lo que los otros compañeros nos han propuesto.  Yo creo que hay una cosa clave también y es lo que tú decías; me gustó mucho esa frase, ¿cómo es? El de comer... El que está comido no se acuerda del que está con hambre. El hecho de que yo no tenga hambre no quiere decir que no haya una distribución inequitativa de la comida en el país, punto. Pero acá hablamos en términos de derechos.  En este país el tema es que los derechos se han vuelto servicios y entonces yo tengo la posibilidad de tener una ciudadanía plena porque tengo la posibilidad de comprar educación, posibilidad de comprar salud, posibilidad de comprar, de adquirir un trabajo en un tema de prestigio. Pero hasta que no haya tampoco un esfuerzo de entender que lo que no me toca a mí no quiere decir que no exista, creo que va a ser muy difícil lograr concretar una agenda en común.
 
Laura Quintana: Gracias Diana. Lisifrey, ¿quiere decir algo? 
 
Lisifrey Ararat: Sí, claro. Yo, por ejemplo, planteo que el tema entre lo urbano y lo rural pasa por el auto reconocimiento. Y ¿el auto reconocimiento en qué sentido? Mire, en el 2008, cuando era representante legal del consejo comunitario La Toma, vine aquí. Estábamos cerquita al ministerio del interior para que me reconocieran, o nos reconocieran, como consejo comunitario. Y entonces, recuerdo que la persona del ministerio me dijo: "no, no te puedo reconocer porque ustedes no tienen la titulación colectiva".  Entonces me tocó  sacarle la cédula y decirle: "vea, yo soy Ararat, yo soy Ararat y ¿usted sabe de dónde vienen los Ararat?". Me dijo: "no sé".  Y le dije: "vea, para que usted sepa de donde somos los Ararat, nosotros venimos de África y especialmente por allá de Malí. Entonces, ¿usted cómo viene a decir que yo no soy comunidad negra y que no me reconocen el consejo comunitario?".  Entonces, ¿por qué digo esto? Si uno se pone a analizar la formación de la ciudad, yo diría que todos aquellos de los que están aquí, si no tienen un papá en el campo o el abuelo, vienen de esas raíces de allá del campo, de lo rural.  Entonces, cuánta  gente que está en la ciudad muchas veces no se auto reconoce que viene del campo, sino que en la ciudad hay una cosa como homogénea, ¿si? Entonces tú tienes que hablar, tiene que obedecer a ciertos comportamientos que tienes que tener en la ciudad, porque de lo contrario te hacen como esa separación de clases. Entonces ahí es donde está la dificultad. Tú por obedecer a ciertas cosas,  estás renunciando a un derecho que para mí es yo cómo me auto reconozco, yo particularmente: "ah, que nosotros de la Toma somos tal cosa". Sí, soy tomeño y culto y entonces creo que una de esas cosas es lo que a nosotros nos ha dado esa garantía.  Mira, hicimos el censo del consejo comunitario en Cali y  en Bogotá. De la gente que esta acá, habrá muchachos que nunca han ido a la Toma  y cuando los consultamos dijeron los muchachos: "yo soy de la Toma". Y les dijimos: "y ustedes ¿dónde quisieran ir a vivir?". "A la Toma". Y ¿saben qué dio eso? Ese ejercicio de nosotros de auto reconocimiento nos dio  que la gente que está en la ciudad  quiere ir a  morir y  quiere que los entierren en la Toma. Entonces, para nosotros es tan importante lo rural, pero también tan importante el campo. Yo recuerdo muy bien y, para mí, ahorita, una de las ciudades que  es más conservadora y todo es Popayán. Pero cuando a Popayán  se le hizo el paro agrario, que comenzaron a aguantar hambre, porque no entraba ni la papa ni la yuca ni la carne ni nada, eso hizo ciertas cosas que hicieron  a la gente en Popayán pensar: "bueno, hermano, la gente del campo tiene la razón". Cuántas veces, cuando nosotros paramos la carretera, e la gente dice: "ah, es que esta gente si molesta, no dejan que fluya el tráfico". Pero, entonces, por qué no se ponen en los zapatos del otro y dicen: "pero ¿esta gente por qué protesta?". Eso siempre lo he dicho y eso lo parto desde mi municipio. Muchas veces yo creo que hace falta sentir eso y vuelvo y lo digo. Es ser solidario cuando nosotros en el campo no la jugamos por no permitir la minería, ¿si? Bueno y entonces, es la discusión con Cali. Díganme, si allá arriba se contamina el río Cauca, ustedes en Cali ¿de qué van a vivir? ¿Y el agua? Es básicamente porque ciudad no produce agua, para poner un elemento. Y lo otro  tiene que ver  con el cuerpo versus territorio. A quién de los que estamos aquí no se le ha fritado un cayo(???) o una uña y le daña hasta el gen y te pone a caminar mal.    A veces en nuestro territorio se tumba un árbol y eso. "ah no, tumbaron un árbol". No le pararon bolas, solamente un árbol, pero la naturaleza es muy sabia, la naturaleza no se queda con nada. Nosotros lo que hemos vivido, lo que hemos aprendido, es que tenemos que vivir con la naturaleza, en naturaleza.  Mire, yo lo decía en algo, por ejemplo, en la zona nuestra, tenemos una creencia: que la tierra hay que ponerla a descansar. Entonces, nosotros cortamos la montaña, sembramos el maíz, sembramos la yuca y esa tierra hay que dejarla descansar Pero el que va allá y ve ese montarral ahí dice: "esa gente sí que es aragana, ¿por qué tiene ese montarral ahí? Entonces nosotros decimos: "no, es que eso hay que dejarlo descansar". Así mismo lo hacemos en la minería. En la minería no sacamos todo el oro de una vez y ¿saben por qué? porque el día que saquemos todo el oro de una vez dejamos de ser pueblo, chao, ¿si? Entonces son esa clase de relaciones que son de lógica. Yo digo que siempre en  las cosas, en el día y en la noche, no hay la separación, porque quisieron que eso fuera así, no, existen las lógicas. 
 
Laura Quinta: Gracias Lisifrey, Sebastián, ¿quiere decir algo sobre eso?
 
Sebastián Quiroga: Pues, una cosa como muy concreta. Yo creo que Luis lo recoge todo, sobre todo frente a la clase urbano-rural. Yo creo que se trata de encontrar agendas comunes y las agendas comunes generalmente están donde nos afectan cosas comúnmente. Yo creo que hay dos cosas que hoy pueden articular el campo a la ciudad en términos de agendas comunes. El primero es la lucha  por la alimentación. Yo creo que ahí hay una lucha en común y una apuesta en común entre el campo y la ciudad, que tiene que ver con la patentación de las semillas, que tiene que ver con que la comida que tenemos está fumigada con un poco de cosas que nos hacen mucho daño, que tiene que ver con que hay mucha gente que no come en la ciudad, que tiene que ver con que los  productores agrarios no tienen suficientes ingresos. Yo creo que ahí hay una necesidad de articulación entre los productores rurales y los consumidores urbanos.  Y yo creo que hay otra cosa donde se articulan las agendas y es la lucha y la defensa del territorio contra la mega minería y contra el modelo extractivista, porque esa es una cosa que afecta tanto a los territorios urbanos como a los territorios rurales. Aquí en Bogotá, por lo menos, yo creo que tenemos  tres peleas contra minerías en toda la ciudad: está la pelea de Potosí en Ciudad Bolívar contra las mineras que le están sacando grava a la montaña, está la mina que está entre la Boyacá y la Caracas llegando a la Picota (que es una mina en la mitad de la ciudad y a uno le parece que no tiene sentido que haya una mina al lado de donde viven millones de personas en el sur) y el tema… Bueno, no recuerdo algún otro, pero creo que en eso de la defensa, bueno de la lucha contra la minería, hay puntos de agenda en común entre el campo y la ciudad que nos pueden ayudar a fortalecer eso.
 
Laura Quinta: Muchas gracias, una cosa muy breve que quería decir Natalia...
 
Natalia: Sí. Cuando hablamos de salud mental, creemos que nos estamos refiriendo a personas con algún tipo de enfermedad mental,  como bipolaridad, trastornos, , etc. Pero realmente la salud mental atraviesa también de alguna manera todos los entornos nos transversaliza, sea en el campo académico, sea en los territorios, cuando hay conflicto armado, tanto  las comunidades afro como indígenas se ven afectadas por todo el tema del conflicto y la violencia. La salud mental es afectada por ejemplo en jóvenes vulnerables de territorios realmente  muy complejos, con unos escenarios de violencia  muy álgidos. Entonces, digamos, lo que decíamos con Andrea es que eso también nos atraviesa y también nos acerca y también nos relaciona. Las redes sociales y de apoyo que muchas veces necesitamos se rompen porque a veces creemos que, por tener discapacidad, solamente nosotros necesitamos redes de apoyo  que nos acompañen, cuando no es tan cierto. Nos están construyendo bajo un sistema completamente individualista, donde creemos que solamente soy yo y tengo que mirar  a ver cómo todo lo resuelvo yo de una manera individual y única,  No queremos entender que todos y todas de alguna manera necesitamos redes y necesitamos apoyarnos unos a otros de distintas maneras. Para tomar decisiones igual, si? Por ejemplo cuando ustedes se compran algo de ropa, no sé o quieren hacer algo, siempre van a preguntarle o a un familiar o a algún amigo, qué mejor, qué talla me queda mejor o qué color de saco me queda mejor, o sea, ese tipo de cosas como tan, entre comillas, sin importancia, realmente si vamos a valorarnos mucho más y vamos a ampliar mucho más el espectro, pues tiene muchísimo que ver con lo que hacemos cada día, entonces como eso también se acerca y se relaciona con todo eso lo que estamos hablando.

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