Glosario de lo Común

Relatoria Mesa 2

Relatoría Mesa 2

Territorio

El territorio es un espacio que ciertas lógicas económicas, sociales y políticas neoliberales han intervenido para producir  exclusiones y marginalizaciones, pero al mismo tiempo es un espacio donde se juega la emancipación de esas lógicas y donde se confrontan: son, por ello, espacios de luchas políticas. No se trata sólo de un espacio material geográficamente definido, sino un espacio de confrontación y emancipación.  De ahí que el territorio no pueda pensarse  como separado de la resistencia a esas lógicas, una resistencia que implica la producción de una nueva forma de vida y una nueva manera de relacionarse (de ahí que tampoco pueda separarse de la noción de vida digna o de buen vivir).

Esto parece ser cierto  para las luchas que se libran hoy en el Cauca (como lo mostraron Lisifrey y Alix), donde la economía de extracción como componente fundamental de un Desarrollo mal planteado ha producido desplazamientos, daños a la comunidad y  daños a las modos propios de producir.  Pero al mismo tiempo, en palabras de Alix, en el territorio convergen sueños y afectos, se constituyen modos de relación y modos de encuentro con los otros, se construye presente y se proyecta  futuro.  Es en este espacio donde emerge la comunidad y donde se habita con la memoria de los ancestros  y las raíces que configuran el  presente; a partir de allí, emerge la posibilidad de confrontar esas lógicas  que pretenden intervenir en el territorio para despojar la comunidad  y destruirla.

Esta vale también para los territorios urbanos (como lo mostró Sebastián), donde es necesario reconocer que las dinámicas de individualización capitalistas impiden el encuentro diverso y plural con los otros. Por ello, quizá, la acción política y la movilización son más difíciles de lograr en la ciudad, de ahí que parte de la lucha deba ser  una organización popular  y social urbana donde sea posible constituir un pensamiento propio y común para mejorar el país.  Pero el territorio no es sólo el espacio donde habita la comunidad, o el espacio donde puede reconstituirse el encuentro plural para enfrentar la lógica de la individualización urbana,  el territorio es también nuestro propio cuerpo y nuestra sexualidad  (como lo hizo ver Diana).  El propio cuerpo es un territorio donde se libran luchas  políticas, desde el que se pueden cuestionar ideas que afectan los propios cuerpos  y el modo en que estos son valorizados y vistos de cierta manera (por ejemplo, la idea de que los gordos deben sentirse responsables y culpables de su propio cuerpo implica la imposición sobre el cuerpo mismo de ciertos ideales de belleza y de salud que le dan  al cuerpo un lugar, un valor que tiene que ser cuestionado).

Resistencia y vida

Al hablar de resistencia, se trajeron a colación varias prácticas y varias perspectivas, pero parecían coincidir en que la resistencia implicaba un trabajo de cuestionamiento de marginalizaciones y producción de  formas de relación al margen de los mecanismos que producen esas marginalizaciones. Por ello, la idea de resistencia está muy relacionada con la idea de vida digna o buen vivir.
En este sentido, la resistencia implica cuestionar ciertas ideas que se han impuesto sobre nuestros cuerpos, a través incluso del humor ante las agresiones determinadas por esas imposiciones.  La resistencia implica también luchar en la vida cotidiana el machismo  que, como lo mostró Alix, puede haber, no sólo al interior de los movimientos mismos, sino también en la propia familia. La resistencia implica  un proceso constante donde puede haber retrocesos pero donde se pueden  ver transformaciones concretas y reales en prácticas cotidianas que permiten a las mujeres situarse en un plano de igualdad (tomar el megáfono allí donde le corresponde al hombre, tomar cerveza allí donde a la mujer no le corresponde). La resistencia implica entonces ponerse en plano de igualdad, hacerse reconocer como iguales y  empoderarse para cruzar fronteras que se han impuesto.

La resistencia es también un proceso de visiblizar lo que ha sido invisibilizado a través de prejucios y estigmas racistas y patriarcales, transformándolos de tal manera que la forma de ver el cuerpo, la raza, la mujer sea transformado.  Se trata de visibilizar también situaciones olvidadas por los medios de comunicación dominantes, unos medios  que construyen imaginarios y organizan cierta forma de ver la vida que marginaliza y excluye. Esto implica abrir un espacio de disputa frente a esos mecanismos masivos de invisibilización, en un espacio asimétrico de poder y de recursos  frente a los grandes medios, utilizando redes sociales, periódicos alternativos y formas artisticas (como lo dejó ver Sebastián).

Pero estos modos de resistencia tienen un fin productivo, pues no se trata sólo de aguantar; es aquí donde parece entrar la cuestión del buen vivir y la vida digna. Buen vivir implica, por ejemplo para Lisifrey, la posibilidad de moverse al margen de las lógicas extractivas económicas que el gobierno y las multinacionales quiere imponer. De ahí que esa posibilidad implica reivindicar una forma de vida y una manera de relacionarse que el discurso desarrollista considera atrasado y se rehúsa a entender, un modo relacionarse y de vivir que implica el auto-gobierno y la capacidad propia de producir.  Pero es necesario tener claro que la idea de vida digna no necesariamente es un concepto utópico inalcanzable, sino que también es necesario pensarlo (como lo señaló Alix) en cuestiones concretas y en las minucias de la vida cotidiana; es necesario cotidianizar conceptos que quizá pueden parecer muy lejanos. De ahí que la lucha también comience en la casa y en la familia, en las formas de alimentación y producción propias al margen de productos industriales que dañan la salud. Se trata, entonces, de defender lo propio, las semillas nativas y los alimentos criollos.

La resistencia implica, no sólo hacer visible lo invisible, ni sólo cuestionar ideas que marcan los cuerpos de las etnias y de las mujeres, implica también construir formas de relación al margen de las lógicas que se nos imponen. Esto involucra la construcción de nuevas formas de relación con nuestro cuerpo, con nosotros mismos, con los otros, con los modos de producción, con la manera en que llevamos nuestra vida cotidiana, etc. Por ende, la resistencia y la vida están completamente imbricadas.

Paz

En sintonía con todo lo anterior,  emergió a partir de la discusión la idea de que   la paz no puede limitarse a la firma de un acuerdo entre los actores armados, pues paz jamás habrá donde las mayorías  vivan en condiciones de exclusión, marginalidad y explotación. De esta manera, la construcción de la paz implica también la construcción de país a través del trabajo de la resistencia y la defensa del territorio, una defensa que  implica cuestionar el modelo del desarrollo actual. En este sentido, habría que tener en cuenta que la paz también se construye desde la minucia de la práctica cotidiana, desde las propias casas y las formas de relación dentro de la comunidad. Construir paz también tiene que ver con el encuentro con otros y con  la participación directa en un dialogo guiado a la construcción de un poder popular a partir del cual pueda generarse, como lo proponía Sebastián, un pensamiento propio acerca del nuevo país que queremos. Este trabajo, sin embargo, no puede dejar de reconocer que en esa violencia  se han producido invisibilizaciones de la voz de las mujeres y de los cuerpos que reivindican una sexualidad diferente, de modo que el proceso de construcción de paz debe estar acompañado de un proceso de visibilizar las violencias que se han invisibilizado.

Al discutir toda esta cuestión de la paz, emergió la idea de que la paz es inalcanzable si no se forma un compadrazgo entre las varias formas de lucha que atraviesan el país. Como dijo Lisifrey: lo que tiene este país jodido es pensar en nosotros y no en todos. Y esta afirmación abre una pregunta que atravesó gran parte de la discusión: ¿Cómo pensar un ser en común, una unión de estas formas de resistencia, sin dejar tener en cuenta las experiencias e ideas singulares que las constituyen? En cuanto a esta pregunta se sugirieron tres posibles caminos: 1) la posibilidad de buscar agendas comunes (aquí se señaló, por ejemplo, la lucha por la alimentación que implica la unificación del productor rural y el consumidor urbano;  se señaló también la oposición a un modelo económico extractivo y la necesidad de cuestionar las marcas identitarias en nuestra cuerpos, esto es, la necesidad de transformar los estigmas de lo que es ser mujer gorda, negro, indígena, etc.); 2) la posibilidad de reconocer nuestras raíces en lo rural, lo que podría implicar la generación de  lazos de solidaridad para enfrentar el problema común de la minería; 3) la posibilidad de construir espacios de encuentro, como este foro mismo, en los que se pueda conocer al otro, entender los lugares y las luchas de los otros para no negar sus procesos de resistencia.
 

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