Glosario de lo Común

Patricia Veloza

Patricia Veloza - Miembra de la Asociación Herrera - jepatricia1@hotmail.com

Muchas gracias por la invitación. Voy a ser también breve en mi exposición para darle paso  a las preguntas para las que haya cabida. Soy parte de la asociación Herrera, una organización social de Madrid Cundinamarca, y también de la Red Popular de Mujeres de la Sabana. Nosotras, como organización, trabajamos el tema del trabajo y la economía, desde una perspectiva de género. Trabajamos con mujeres trabajadoras y ex trabajadoras de empresas de flores y nuestra organización está conformada por jóvenes, sobre todo, hijas e hijos de trabajadoras de empresas de flores. También hemos tenido la oportunidad, obviamente, de trabajar allí, de documentar todas estas condiciones y esas repercusiones que ha tenido este modelo agro exportador en la sabana, tanto en sus repercusiones a nivel social como ambiental. 

La Asociación Herrera nace en el año 2009 y su nombre refiere al periodo pre muisca que antropológicamente se llamó Herrera, siempre teniendo en cuenta como hilo conductor el territorio.  Las comunidades de este periodo herrera son las primeras comunidades que pasan de ser nómadas a sedentarias y empiezan a desarrollar la agricultura. Entonces, desde ese momento, desde nuestro nombre,  empezamos a mirar qué se cultiva, cuáles son los usos del suelo, cómo son  la concepción de territorio y las visiones de desarrollo que se tienen en la sabana de Bogotá. 

Entonces,  como parte del territorio y como personas que hemos vivido en carne propia qué es que la mamá llegue tarde, qué es que los papás estén todo el tiempo expuestos a este trabajo que viola sus derechos laborales y los derechos ambientales, decidimos formar esta organización y empezar a trabajar desde la pedagogía, empezar a trabajar también desde el activismo, desde el feminismo, desde la organización social. Hemos venido trabajando con un grupo de mujeres que hemos tenido desde ese momento.  Se han venido vinculando muchas más y tenemos varios espacios formativos de la escuela de formación de mujeres que tenemos allí. Allí hemos trabajado diversos temas, sobre todo ligados al tema del trabajo y la economía, analizando   cuáles han sido los efectos de la floricultura. 

La floricultura nace más o menos en los años 70. Los estadounidenses traen ese sistema de producción aquí  y básicamente lo que hace es generar un proceso de floretarización del campo y la sabana. Entonces,  las personas ya no pueden cultivar y venden sus territorios para que hagan estos invernaderos.  Empiezan a vincularse de una manera precarizada a este trabajo. La floricultura se instala en la sabana de Bogotá básicamente por varias razones.  La sabana de Bogotá es uno de los lugares que más tiene agua y aguas subterráneas de Colombia. Por la fertilidad de los suelos, tiene una capa supremamente amplia de material orgánico. La floricultura se instala  también por la cercanía a Bogotá y al aeropuerto, para poder exportar, y también por la mano de obra barata y no calificada que hay en la sabana. Porque, obviamente, la sabana ha sido receptora histórica de los habitantes rurales de Colombia y también ha sido receptora de personas que vienen desplazadas del conflicto armado.  

Esta agro industria representa casi el 70% de los ingresos del municipio, Madrid, Cundinamarca, el que más exporta flores a nivel nacional. Entonces, allí hay cerca de 100 empresas de flores, que generan anualmente más de 1.200 millones de pesos. Es una industria que realmente produce mucho dinero y eso no se ve representado en los beneficios sociales que deberían tener los trabajadores. El  60-65% de personas que trabajan en estas empresas son mujeres y el discurso hegemónico de ASOCOLFROS  (Asociación Colombiana de exportadores de flores) es que ellos vinculan mujeres porque están  ligadas a unas características de delicadeza, de motricidad fina.  Pero vemos que, en verdad, hay unas condiciones sociales y económicas de fondo que llevan a que contraten a las mujeres.  Son madres cabezas de familia, que  pueden explotar mucho más fácil, pues tienen que responder por sus hijos y  porque no tienen una educación, secundaria o superior, que les permita decidir dónde más poder trabajar. Y tampoco es que haya mucho trabajo, otras opciones laborales en la sabana de Bogotá.  Está el sector comercio, vendedoras, revistar. Adjunto a eso,  en la sabana de Bogotá hay muy poca oferta educativa también. La parte de primaria y secundaria está cubierta, pero  en cuanto al acceso a la educación superior, uno se tiene que desplazar hasta Bogotá; y realmente eso no es tan fácil, porque estando aquí, tan cerca de la ciudad, los costos de transporte y los tiempos de desplazamiento son demasiado altos.  Cada vez más, ese proceso de conurbación, digámoslo así, de la sabana con Bogotá  lleva a unos procesos de usos del suelo donde comienzan a poner en el territorio bodegas, zonas industriales, donde los medios de transporte dejan de ser suficientes para la cantidad de personas que empiezan a llegar. Y los proyectos empiezan a generarse como proyectos de urbanización en la sabana de Bogotá,  pero no llegan acompañados de proyectos de otro tipo de trabajo, ni de escuelas, ni de  hospitales ni otro tipo de infraestructura, ni de proyectos que generen la garantía y los derechos de la sabana. 

Entonces, en ese panorama es donde persisten esas iniciativas de jóvenes que trabajamos con mujeres, sobre todo trabajadoras y ex trabajadoras de flores, porque esas ex trabajadoras de flores son las que llevan en su cuerpo los efectos de lo que ha sido el desarrollo y de esa implantación de ese modelo agro exportador de la sabana. Las mujeres, o en general también los hombres, sufren de diversas enfermedades producto de sus largos años de trabajo en esas empresas: sufren del manguito rotador, sufren de problemas de columna, cáncer de piel (por la exposición al sol), sufren de problemas respiratorios (porque  la exposición a los agroquímicos  es supremamente fuerte). En cuanto a esto último,  ya se han hecho experimentos que dicen que se pueden producir flores sin agroquímicos, pero ellos tienen una conexión con esas empresas que los producen y ya es un negocio. O sea, ya no les importa afectar ni  a la tierra ni a las personas, no tienen interés en producir de una manera más limpia.  Nuestra posición, como organizaciones de la sabana, es que  la floricultura, obviamente,  le ha dado mucho empleo a muchas personas de la sabana, pero se inscribe en un modelo económico, en un modelo de exportación, en un modelo agroexportador, que a la larga no le ha traído beneficios a la población. Estas personas de la sabana se quedan siempre ahí y no tienen posibilidades de explorar otro tipo de trabajo. Y  básicamente es un trabajo que explota tanto al medio ambiente, como a las personas, entonces hay que repensarse también si este es el tipo de trabajo que queremos en la sabana de Bogotá o qué otro tipo de trabajo queremos.

Entonces, también como organización, pensamos que la función  de los movimientos sociales  es la de criticar, la de exponer las problemáticas, pero también la de proponer alternativas a esos efectos del desarrollo que hay en los territorios. Entonces, como parte de la organización, empezamos con un proceso de formación, de reconocimiento, desde la perspectiva de género. Un día las mujeres dijeron: “Bueno, sí, muy bonito que ustedes nos vengan a hablar aquí de que tenemos que cuidarnos, que nuestro cuerpo, que la familia. Obviamente, eso es supremamente importante, pero nosotras ¿qué vamos a hacer? Porque, si no tenemos trabajo, tenemos que seguir trabajando en las empresas de flores, tenemos que seguir empleándonos en otras cosas. Y el tiempo que nos queda lo tenemos que usar haciendo oficio en la casa, trabajando y manteniendo nuestros hijos. Y además tenemos  también que  sacar tiempo extra para una tercera jornada laboral, que sería  el trabajo comunitario”. Entonces dijimos: “pues empecemos a explorar también qué otro tipo de alternativas puede haber en el territorio”.  Empezamos a trabajar en el tema de la soberanía alimentaria en la sabana de Bogotá. ¿Cuáles son esos territorios que aún podemos tener para la producción limpia de alimentos, para poder tener  un ingreso que en este momento no cubre todas las necesidades de las mujeres que están en el proyecto, pero que sí empieza a generar otro tipo de conciencia y otra relación con el territorio? Además, esas mujeres  son de origen campesino y muchas llegan a la sabana de Bogotá a incluirse  en la floricultura, porque es un trabajo que está muy cercano  a las labores que realizaban cuando estaban en el campo, pero obviamente los incluyen bajo otras lógicas. 

Con la Asociación Herrera, este año, precisamente, ya llevamos trabajando más o menos como dos años en el tema y nos fuimos al campo madrileño.  Ahora tenemos una sede en la vereda Los Árboles de Madrid-Cundinamarca, junto con la sugimat, que es una organización  de mujeres que también trabaja el tema de la soberanía alimentaria. Estamos trabajando los cultivos y ya tenemos un cultivo de más o menos una hectárea, donde  se cultivan todo lo que es hortalizas, quinua.  El trabajo lo hemos articulado a una red de soberanía alimentaria que se llama Red Raíces de la Sabana, que son organizaciones comunitarias que están en diversos municipios de la sabana (y también aquí de Bogotá) con mercados orgánicos y plataformas, dónde hacemos mingas de trabajo e intercambios. Entonces, estamos ahorita articulándonos para poder fortalecer esas redes de producción y de intercambio de alimentos orgánicos, obviamente con una base de material, que es la producción en espacios comunitarios y  en las casas de las mujeres que hacemos parte del proceso. También, obviamente, es una forma de auto consumo y también una forma de poder vender o poder autosostener el proceso, porque muchas veces no es fácil. Como lo decía el compañero, todo tiene el signo pesos y no es fácil también mantener ese tipo de procesos.  

Entonces,  eso es  a grandes rasgos lo que hacemos. En cuanto al tema del territorio,  quisiera hablar  de que somos  una asociación  también pedagoga, digámoslo así. Como parte de una organización de jóvenes que  hemos sido estudiantes de universidades públicas,  t concebimos el territorio  como un entramado de relaciones, una construcción social dónde existen diversos actores.  Lo vemos  desde tres vertientes: una que podría ser una vertiente política, donde nos referimos al estado desde un punto de vista institucional; Otra podría ser una corriente cultural o simbólica, donde hablamos de las relaciones culturales y de apropiación colectiva que tenemos de un espacio; y la otra  puede ser una corriente económica, donde hablamos de  una visión hegemónica que  mira el espacio como una fuente de recursos, es decir,  las dimensiones espaciales de las relaciones económicas. Obviamente, asumimos que el territorio tiene una base material, (donde tenemos una producción de la vida) y que está producción material, este espacio material, está revestido de unas dimensiones políticas, culturales, simbólicas, que hacen que los actores del territorio tengamos también unas resistencias.  La resistencia no es simplemente  el aguantar esas consecuencias de los modelos de producción sino también proponer formas activas; proponer es también la resistencia. O sea, la resistencia no podemos resumirla  como algo pasivo, como una forma  de aguantar, sino que es una forma  de proponer también y estar constantemente en la acción. Entonces, esto es lo que hemos venido construyendo con las mujeres de la asociación.
También  nos articulamos, como les comentaba, a la Red Popular de Mujeres de la Sabana. Ya venimos desde el 2011  articuladas a ese proyecto y hemos hecho también diversas actividades como formación, creación de escuelas de comunicación, foros, ferias, asambleas, cine foros, e intercambios con otras experiencias de diferentes regiones del país. Hemos hecho una  articulación con otros movimientos y sectores como  son los jóvenes y  los campesinos de la ruralidad de la sabana de Bogotá. 

Esto se reúne en una plataforma mucho más amplia,  llamada el Encuentro Social y Popular Sabana, que lo venimos  articulando desde el 2006 con diversos sectores, como ya les comentaba. El objetivo es aportar a la construcción de un movimiento social más amplio que se articule precisamente con otros sectores y regiones del país.  Digamos que además de todos estos temas y estos conceptos que me parecen  supremamente relevantes,  también quisiera proponer que el tema educativo en los movimientos populares es relevante. ¿Cuáles son los espacios de formación que tienen los movimientos sociales? y ahí entra también la categoría, y más que la categoría es la propuesta, de la educación popular. Entonces, ¿cómo la educación popular y el diálogo de saberes desde una educación liberadora aporta a la construcción de movimientos?, y también ¿Cómo habilita  esto los espacios de diálogo e intercambio? También el tema del desarrollo  es algo que debemos tener mucho en cuenta y sobre todo estos nuevos términos que se empiezan a crear a partir del desarrollo, como desarrollo humano,  desarrollo endógeno, desarrollo sostenible, que son términos  tan ambiguos que muchas veces los movimientos los utilizan y  uno a veces no sabe a qué se están refiriendo.  El término desarrollo sostenible lo utiliza tanto la institucionalidad, como las ONG, y también a veces los movimientos. Entonces, ¿a qué nos estamos refiriendo? Porque, precisamente, en relación al tema del desarrollo sostenible,  hay  varias vertientes. Están los que defienden el statu quo y con  la idea de desarrollo sostenible se refieren los proyectos extractivistas. Están las perspectivas reformistas que dicen: listo, sí, hagámosle con tecnología y vamos proponiendo una relación más amigable con el medio ambiente, pero sin transformar las relaciones de toma de poder desde el estado. Y están unas versiones  mucho más trasformadoras,  mucho más críticas, que dicen que realmente debe haber una justicia ambiental y social para cambiar esas relaciones con el medio ambiente. 

Por último, quisiera aportar también que en el territorio existen  diversos actores que  tienen unas formas de acción en el espacio. O sea,  tanto las personas que hacen resistencia a esos proyectos hegemónicos, como esos proyectos hegemónicos mismos, tienen un poder  en el territorio (uno más hegemónico que el otro y el otro también con muchas más posibilidades de apropiación también). También quisiera decir que es  importante ampliar  los marcos de comprensión en los cuáles se inscribe también la lectura de las problemáticas. O sea, no es solo una cuestión económica, ni de un sistema de presión de clase, sino que, desde los feminismos de frontera, se propone que haya una interseccionalidad y una visión donde también hablemos de cómo se miran las problemáticas  desde una perspectiva colonial o  racista. En un país con una visión extremadamente antropocéntrica y andino céntrica,  ¿por qué en el país los proyectos extractivistas se localizan sobre todo en zonas donde están los indígenas, los afro, los campesinos?  También, desde una visión de género,  es importante ver cómo es un reto ampliar nuestra visión de las problemáticas, cómo podemos lograr esa ampliación sin  quedarnos en la lectura de  economía política (que obviamente es importantísima e indispensable) sino que podamos ampliar muchos márgenes de comprensión de las problemáticas. 

Asociación Herrera

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