Cien días de democracia: movilización sobre Plaza de Mayo, 1984
1 2016-05-01T21:08:27-07:00 Anjelica L. Neslin b03bc83eb0d91bc7c6a154e2e262d66484b2fc11 9467 2 El público promueve el movimiento físico plain 2016-05-01T21:12:16-07:00 YouTube 2015-10-28T21:52:20.000Z bbAxn783Fcg Prisma Anjelica L. Neslin b03bc83eb0d91bc7c6a154e2e262d66484b2fc11This page has annotations:
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2016-04-29T22:28:28-07:00
Soda Stereo
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Cuerpo, imagen, espectáculo
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2016-05-04T01:26:53-07:00
El grupo más emblemático del auge del rock nacional es también uno de los grupos más emblemáticos de las categorías del rock latino y rock en español. El trío Soda Stereo era el exponente máximo de todo lo que surgió con el rock nacional en los 80: un sonido new wave, el preferido de la industria, la integración de nuevas tecnologías, hasta los raros peinados nuevos que los integrantes usaban a lo largo de la década. Era representativo de todos los significados acumulados por el término rock nacional en la Argentina a partir de las Malvinas, pero con una peculiaridad: su éxito desenfrenado a nivel internacional. Como la banda más representativa del fenómeno del rock nacional, naciendo junto con ello, ofrece un buen punto de partida para profundizar el panorama desarrollado en la introducción de este trabajo.
Soda Stereo consiguió la popularidad masiva dentro y fuera del país gracias a los cambios producidos en la cultura argentina por la Guerra de las Malvinas. Participaban en la radiodifusión y la filmación del rock, se apropiaban de nuevas influencias musicales del exterior y aprovechaban del comercialismo para llegar a un nivel de estrellato antes imprevisto en el rock nacional. Y no sólo en el rock nacional, sino en todo el rock cantado en español. Entre sus hazañas, una de las más notables es el haber impulsado la internacionalización del rock latinoamericano; un fenómeno visible en, por ejemplo, la creación de MTV Latinoamérica. El grupo tenía una estética basada en la imagen; la cultivación de su apariencia y otros aportes visuales fueron claves en su éxito. La trayectoria de este éxito es parecida a una de las burbujas sugeridas por el nombre de la banda: una subida rápida e imparable, hasta su separación en 1997. En esta subida al estrellato, Soda Stereo encarnaba de una manera bastante precisa la modernidad líquida que marcaba los 80 en la Argentina. Su éxito en hacer rock nacional ilustra la importancia de los procesos de identificación abiertos por esta subcultura, a nivel tanto internacional como nacional.
HISTORIA
Como el grupo más emblemático del auge del rock nacional, era apropiado que naciera junto a este fenómeno durante la Guerra de las Malvinas en 1982. El cantante-guitarrista Gustavo Cerati y el bajista Zeta Bosio se conocieron como estudiantes en la carrera de Publicidad de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires. Dado sus gustos compartidos por bandas de new wave como The Police y The Cure, quisieron tocar juntos y componer sus propias canciones en español; para hacer esto, integraron al joven baterista Charly Alberti. En diciembre del 82, los tres tocaron por primera vez bajo el nombre “Soda Stereo” en la fiesta de cumpleaños de su amigo universitario Alfredo Lois, quien desempeñaría un papel imprescindible en la creación y manejo de la imagen de la banda. Aunque a lo largo de su carrera discográfica disponían de “músicos invitados”, la estrecha amistad entre Cerati, Bosio y Alberti hizo de la banda un trio impermeable. “Somos un bloque muy compacto en el que difícilmente puedan ingresar otras personas”, expresó Cerati en 1987 (“Gustavo” 19). Como se verá, este “bloque” era el único elemento sólido de una banda por lo demás tan líquida como su nombre indicaba.
En 1983 la banda ingresó en el circuito underground de Buenos Aires. El advenimiento de la llamada “primavera democrática” convirtió este circuito en un mundillo fecundo para los “grupos divertidos” del momento: bandas de rock como Virus y Los Twist que hacían música bailable e inspirada en nuevos estilos que llegaban del exterior, como new wave y ska. El hecho de que ahora se pudiera bailar al ritmo del rock nacional reflejaba el contexto más amplio en que la música existía. Cuando el rock se argentinizaba en los 60 y 70, “exig[ía] una audición cerebral, antes que corporal” (Alabarces 53). Y durante la dictadura, según Diana Taylor, “The Argentine military clamped down on the body with a vengeance” (93). Así que entre las aperturas producidas por la vuelta de la democracia, se encontraba la recuperación del cuerpo y el movimiento físico. Un ejemplo dramático de esta transformación fue la movilización para marcar cien días de la presidencia de Alfonsín: la multitud coreaba la consigna “hay que saltar, el que no salta es militar” (“Cien días”). Soda Stereo compartía este impulso hacia el movimiento corporal, declarando en su primera nota periodística “Proponemos no dejar más los cuerpos unidos a las sillas y los pies quietos” (de Pedro).
Como tantas otras bandas de la época pos Malvinas, se beneficiaban de la radiodifusión de un demo y pronto fueron contratados para grabar un álbum por el sello major CBS. Antes de grabar el álbum, participaron en otro fenómeno naciente de la música popular de los 80: hicieron un videoclip de su tema “Dietético”, dirigido por su amigo Lois. Fueron una de las primeras bandas del país en aprovechar este nuevo aporte tecnológico a la música. Para el lanzamiento del primer álbum, Soda Stereo, hicieron otra novedad al presentarlo al lado del vídeo en la hamburguesería Pumper Nic. Este espectáculo inédito de 1984 fue clave para ganar el apoyo de la prensa; también señaló el compromiso de la banda con lo moderno. En su primera entrevista, publicada en este momento, Cerati pronunció en cuanto al vídeo, “Esto es algo que tendría que darse un poco más en este país porque es un terreno casi completamente inexplorado” (“30 años”). Vídeos, espectáculos, la integración en la industria discográfica: las burbujas ya se levantaban para Soda Stereo.
Estas burbujas subían más rápidas con el lanzamiento del segundo álbum, Nada personal, en 1985. Lo presentaron en cuatro funciones históricas en el famoso estadio de Obras Sanitarias, con una puesta en escena notable diseñada por Lois. El disco se convirtió rápidamente en un éxito total, pasando a ser disco platino. En el espacio de dos años los Soda habían subido completamente del underground hasta las alturas del estrellato en términos del rock nacional. En 1986, dieron un paso más alto: emprendieron su primera gira de la América Latina para presentar Nada personal, tocando en Colombia, Perú y Chile. Según la revista Pelo, “Se convirtieron en el primer grupo de rock en español que recorrió con éxito esos países”, provocando “sodamanía” por todos lados (“Especial Soda”).
Al editarse Signos ese mismo año—en forma moderna, el primer disco compacto del rock nacional—la soda ya no cabía en el vaso. La sodamanía derramaba por todo el continente con la participación del grupo en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en Chile, trasmitido por televisión a muchos países latinoamericanos. El tercer álbum se convirtió en doble y triple platino en varios países latinoamericanos, y en 1987 la banda decidió hacer su segunda gira del continente, con una extensión mayor. Al subir hasta México en la gira, empezó a nacer la idea de “rock latino” en vez de rock argentino o rock mexicano. Como explicó Pelo en un especial sobre la banda, “Por primera vez, el rock en castellano fue tomado en serio” (“Especial Soda”). En 1988 y 1989 perseguían más novedades al grabar Doble vida, su último álbum de la década, íntegramente en Nueva York y al tener uno de sus videoclips, “En la ciudad de la furia”, como finalista en los MTV Music Awards. La banda se lanzó en una gira enorme de toda la Argentina, seguida por el resto del continente, para terminar la década agotando las entradas de dos recitales en el teatro The Palace de Los Ángeles. Al modo de las burbujas, habían subido desde el sur de un continente hasta el norte de otro: una hazaña insólita no sólo para una banda de rock nacional, sino para todas las bandas que hacían rock en español.
ESPECTACULARIZACIÓN
El éxito pasmoso que se observa en la historia de Soda Stereo en los 80 se debe a dos factores, señalando ambos importantes aspectos de la emergencia del rock nacional. Por un lado, su enfoque en la imagen ayudó a definirlos en los ojos del público, y a definir el rock nacional como su propia subcultura. Por otro lado, su compromiso con todo lo moderno los impulsó hacia un estrellato más alto del alcanzado por otras bandas antes del auge del rock nacional. A su vez, estos factores que hicieron de la banda un espectáculo posibilitaban la internacionalización del grupo.
Como se ha dicho, en los elementos estilísticos que caracterizaban a Soda Stereo—es decir, su estética—se destacaba lo estético, en el sentido etimológico de lo que se percibe con los sentidos. El trio cuidaba no sólo de su sonido sino también de su imagen, y vendía los dos. Fue una elección consciente: Cerati incluso dijo, “Prima en nosotros el concepto de la estética, del cual jamás nos apartamos” (“Gustavo” 4). Desde sus principios, ligaban sus ritmos bailables a propuestas estéticas para definir su proyecto musical. “Tenemos una receta para adelgazar bailando”, declararon en su primer reportaje en marzo de 1984 (de Pedro). Y a la vez, eran definidos en la prensa por su imagen. Según la revista chilena Super Rock en 1987, “Nadie deja de saber en Argentina que existe una banda de rock que usa camisas de seda, maquillaje, aros, ‘esos raros peinados nuevos’” (“Gustavo” 19). Además, Alfredo Lois creó todo un imaginario alrededor del grupo al diseñar afiches y tapas de discos y dirigir sus vídeos y puestas en escena. El hecho de que Lois se conociera como el “cuarto Soda” señala la importancia de la imagen para la banda.
En los 80, lo visual cobraba más importancia en la música popular. Con la posibilidad de hacer videoclips y, en la Argentina, la vuelta de los grandes recitales donde era posible montar una escenografía más elaborada, la naturaleza de la música rock cambió durante esa década para hacer más saliente la imagen de los músicos. Cerati mismo lo explicó: “El rock ya es un espectáculo multimedia y no simplemente de música” (Berti 140). El espacio cedido a la imagen en los 80 podía verificarse en las encuestas del fin de año de una revista especializada como Pelo, donde aparecía categorías como “Mejor Vídeo” y “Mejor Imagen”—muchas veces ganadas, cabe decir, por Soda durante la década (“Encuesta”). La nueva prominencia de la imagen también fue nutrida—y aprovechada—por la industria musical para promover la rentabilidad de un artista. Según Keith Negus, la industria fonográfica “is concerned with developing global personalities which can be communicated across multiple media; through recordings, videos, films, television, magazines” (1). En los 80, una banda con pretensiones al estrellato no podía descuidar su imagen. Soda Stereo—cuyos integrantes habían cursado carreras de Publicidad—entendía eso desde el principio y sacó provecho de su obsesión con lo estético.
En algunas instancias, lo estético incluso predominaba sobre la música en la banda. Esto se ve, por ejemplo, en los vídeos que hicieron de los temas “Dietético” y “Te hacen falta vitaminas”, del primer álbum. El enfoque decididamente no está en la música: cuando el trio aparece con sus instrumentos, no los tocan de verdad. Charly Alberti está en todos lados, menos frente al kit de batería. En cambio, se ve claramente el grupo sacudiendo sus cuerpos, saltando como locos. Los instrumentos con que deberían hacer su música son como nada más que accesorios para la puesta en escena, que sí importa. El énfasis en lo visual incluso llegó a infiltrar su música: según Cerati, autor de la mayoría de los temas, “Las canciones están llenas de imágenes que se van uniendo en una historia. Yo trabajo así, como si estuviera viendo un video” (Berti 137). Algunas letras suyas toman como punto de partida el acto de ver. “Te prefiero fuera de foco… Sólo así, yo te veré / a través de mi persiana americana”, cantan en el hit “Persiana americana”; “Me verás volar / por la ciudad de la furia”, canturrea Cerati al comienzo de “En la ciudad de la furia”. La primacía de las imágenes, de lo visual, impregnaba toda la estética de Soda Stereo.
Esta estética bien definida fue clave en establecer el rock nacional como una subcultura en la Argentina. Más que un fenómeno puramente musical, el rock nacional se extendía sobre el terreno del estilo, implicando ciertos vestimentas, maquillajes y, por supuesto, “raros peinados nuevos”. Los Soda fueron tanto criticados como alabados por su estilo a lo largo de su carrera. En su teorización de las subculturas, Dick Hebdige subraya la importancia del estilo en la creación de éstas. Según Hebdige, el estilo es clave en la formación de una identidad autónoma para los jóvenes, porque es una manera de negociar entre “the familiar and the novel” (77). Las subculturas se forman a partir de “objetos mundanos”—un aro, un peinado—asumiendo un valor simbólico. Estos objetos se transforman en “tokens of a self-imposed exile” de la cultura dominante (Hebdige 2). Al lucir raros peinados nuevos, los integrantes de Soda Stereo, y los numerosos jóvenes que se peinaban igual, señalaban su disonancia con la cultura de sus padres. Y esta práctica también se reforzaba la identidad de grupo de la subcultura (Hebdige 102).
Así que Soda Stereo se empeñaba en manejar su imagen, y esta imagen fue imprescindible en hacer del rock nacional una verdadera subcultura de la Argentina. Con nuevas tecnologías de vídeo, su imagen también podía ser trasmitida a lo lejos, incluso a otros países, permitiendo la identificación con jóvenes no necesariamente argentinos. No obstante, otros factores también desempeñaban papeles importantes en la espectacularización de la banda. Como se ha dicho, Soda Stereo subió como burbujas al estrellato. Esta subida, en la cual el grupo se hizo un espectáculo, tenía que ver con su manera particular de encarnar la modernidad líquida mencionada en la introducción de este ensayo. El trio ejemplificaba tanto la modernidad como la liquidez, una conjunción visible en su nombre mismo: Soda, lo líquido, y Stereo, lo moderno en términos tecnológicos.
A lo largo de su carrera, Soda Stereo siempre apostaba en lo nuevo. Su historia está poblada de novedades e innovaciones, una apropiación de todo lo moderno. Nunca dudaban en emplear tecnologías nuevas. Fueron una de las primeras bandas de la Argentina en hacer videoclips de sus temas, y fueron el primer grupo de toda la América Latina en editar un álbum en el formato de disco compacto. Pero su impulso hacia lo moderno no estaba restringido a lo tecnológico; en cambio penetraba toda su manera de actuar como banda. Sus giras del continente, el álbum grabado en Estados Unidos en 1988: estos también fueron actos modernos, imprevistos en su época. Y el grupo creía en la importancia de lo moderno. A fines de la década, Cerati explicó a Eduardo Berti, “creo que los dinosaurios [de la música] se tienen que morir” (142). Con su eterna acogida a lo moderno, Soda Stereo siempre se mantenía como una gaseosa fresca.
Esta búsqueda de lo moderno suponía cierta liquidez en la estética de la banda para que pudiera seguir lo nuevo. Es decir, al final de la década ni soñaban ni aparecían lo mismo como al principio. Cada álbum trajo un nuevo conjunto de letras, ritmos, hasta raros peinados que por lo tanto seguían siendo nuevos. Nunca se arraigaron en un solo estilo; eran líquidos, evolucionando desde los ritmos ska y la imagen new wave de Soda Stereo hasta el funk y la imagen gótica de Doble vida. Según Cerati, “cada álbum debe ser un riesgo asumido de manera consciente, una aventura por encontrar nuevos caminos creativos” (“Gustavo” 14). Además de los estilos musicales y de vestimenta, cambiaron su postura en cuanto a la industria: empezaron en el underground y subieron a la corriente principal. Así la banda proveía a su público oportunidades variadas de experimentar las identificaciones líquidas que eran tan significantes en el surgimiento del rock nacional.
El compromiso consciente con la comercialización transformó tanta modernidad y liquidez en un espectáculo, produciendo una banda que parecía existir verdaderamente entre las estrellas del cielo. Aunque criticados por algunos sectores de la subcultura, Soda Stereo aprovechaba del nuevo acercamiento entre el rock nacional y la industria musical para llegar a tales alturas. El apoyo de una disquera major, con toda su maquinaria disponible para la promoción de una banda, hizo posible la siguiente nota sobre la primera gira continental: “Los Soda fueron recibidos como auténticas estrellas de rock, hicieron miles de reportajes, conferencias de prensa y provocaron el delirio de los fans” (“Especial Soda”). Según David Shumway en un trabajo sobre las estrellas de rock, el estrellato es “a collaborative project of the star and industry” (7). La estrella tiene que ser el objeto de “imagined personal relationships by fans” (2). Aquí entra la importancia de los “miles de reportajes” que el grupo hizo en una sola gira: cada vez que los integrantes de Soda Stereo aparecían en una revista jugando fútbol o hablando de sus vidas familiares (“Gustavo” 6-7), se posibilitaba la identificación con ellos.
Cabe destacar que no todas las bandas están dispuestas a hacer tanto trabajo con la industria. Soda Stereo nunca oscureció sus aspiraciones comerciales; ellos mismos declararon, “hay algo de comercialización en todo lo que hacemos, y eso es algo que teníamos claro desde un primer momento” (“Gustavo” 10). Cerati se mostró de acuerdo con la tesis de Shumway de que la estrella de rock es fundamentalmente un producto de la colaboración entre banda e industria: “estamos conscientes de que muchos fenómenos tienen que producirse, al margen de que nos satisfagan o no” (“Gustavo” 10). Soda Stereo quería ser un fenómeno—un espectáculo multimedio—y consintió a su producción por la industria como tal.
Al fin de los 80, la banda constituía un verdadero espectáculo. Habían subido como burbujas al estrellato en toda manera posible: desde el underground hasta la plena integración con la industria; en los charts y récords; desde América del Sur hasta América del Norte; incluso tenían que subir a techos para escapar después de un recital en Chile debido a la cantidad de fans en la calle. Literalmente habían subido al cielo: como Cerati le contó a Gloria Guerrero, “1986 fue el Año del Avión. El Año Nuevo pasado lo brindé en un avión, así que fue el símbolo de todo ese año” (177). El resultado de tal espectacularización fue la popularidad masiva de la banda.
INTERNACIONALIZACIÓN
Como una gaseosa que desborda el vaso, la popularidad de Soda Stereo derramaba por toda la América Latina. La prensa hablaba de su “conquista” o “colonización” de otros países, la cual tenía efectos complejos en cómo la banda se identificaba. Uno de los aspectos más significantes de la modernidad líquida del grupo fue su flujo entre países, desde los vecinos Chile y Uruguay hasta tierras lejanas como Colombia y México. Era moderno en el sentido de que ningún grupo, ni de rock nacional ni de rock en español, lo había hecho antes. Soda Stereo fue la primera banda de rock en español en apelar a toda la juventud latinoamericana, impulsando identificaciones culturales que no tenían que ser nacionales. Así la banda ilustra que los efectos del auge del rock nacional no quedaban restringidos a la nación, sino afectaban a casi toda la América Latina.
El proceso de la internacionalización de la banda tenía que ver con los procesos de globalización comentados en la introducción de este trabajo. Una banda como Soda es el ejemplo perfecto de cómo funcionaban estos procesos. El grupo recogía influencias del exterior, como ritmos de funk o el “look dark”, y las transformaban de acuerdo con el entorno local. Cuando la banda se hizo internacional, lo inverso sucedió: Soda entraba en otros países latinoamericanos e inspiraba este mismo proceso, así ayudando en la creación de subculturas de rock en otras naciones. Cerati aludió a esta globalización del rock nacional cuando le dijo a Gloria Guerrero “me parece que se abre una puerta para los demás. En Colombia, por ejemplo, donde prácticamente no hay rock, ni bien tocamos se nos acercó un montón de gente que estaba en el ‘under’ colombiano, un poco como para agradecernos” (173). Lo expresó de manera más clara en otro reportaje, donde dijo que gracias al rock argentino, “ahora cada país está empezando a mirar qué pasa al nivel underground porque hay muchas bandas que ni tienen dónde tocar” (“Signos vitales” 14). El rock nacional argentino, con Soda Stereo en la vanguardia, abría una nueva categoría de identificación en los 80: el “rock latino”.
El advenimiento del “rock latino” problematizaba la idea de “rock nacional”. Con el éxito de Soda Stereo tanto fuera como dentro de la nación, surgían en los 80 cuestiones sobre el sentido de seguir hablando del rock nacional. Soda incluso parecía haber internacionalizado su música, en comparación con sus contemporáneos. Por ejemplo, en sus temas no empleaban el “vos”, una de las marcas más fuertes de la identidad lingüística argentina; tampoco recurrían mucho al uso del lunfardo, otra marca de la identidad porteña. Al preguntarse por esta ausencia, Cerati no admitió un propósito de distanciarse de un público exclusivamente argentino. No obstante, también habló de tener un efecto de “una poesía estándar” (Berti 143), sugiriendo un fin más universal que local.
A pesar de la creciente fuerza de la categoría de rock latino en la clasificación de la banda, todavía mantenían su lado argentino en la última mitad de los 80. Hicieron giras enormes del país, como la que emprendieron después de grabar Doble vida y antes de lanzarse en otra gira continental. Si bien no empleaban el vos o el lunfardo, sí cantaban con marcados acentos rioplatenses. Según Cerati, eran identificados como argentinos en el exterior. En otros países la gente se quejaba de no tener una identidad como Soda Stereo, y esa identidad era “Que sonamos a argentinos. En Venezuela y en Colombia me contaban que ellos reconocen en el acto a un grupo argentino por el sonido” (Guerrero 173). Y el grupo concebía su internacionalización como un fenómeno que les pasaba no sólo a ellos, sino al rock nacional en general. Al preguntarse “¿Qué se siente al ser el número uno de Latinoamérica?”, Zeta replicó “Uno termina volviéndose realmente orgulloso…del rock y la música argentina…. no hay dudas que Argentina está al frente” (“Signos vitales” 14). La identidad nacional los ayudaba a crear una identidad internacional, que a la vez fortalecía su identidad como argentinos.
Esta compleja dinámica de nacional-internacional era íntimamente vinculada a—e impulsada por—la espectacularización de la banda. La historia de Soda Stereo en los 80 ejemplifica muchos elementos del auge del rock nacional: la importancia de la radio, los efectos del comercialismo, la recuperación del cuerpo y el baile. Sus hits como “Cuando pase el temblor” y “Prófugos” todavía están pegadas a la estética de toda la época ochentera. Se hicieron aún más grandes en los 90; a pesar de haberse disuelto en 1997, Soda Stereo sigue siendo una de las bandas más populares del rock nacional. Y su popularidad no está restringida al ámbito nacional, hecho que subraya otras posibilidades abiertas por la emergencia del rock nacional en los 80. A través de Soda Stereo, el rock nacional se mostró capaz de trascender lo nacional para crear identidades juveniles más globales. La creación de MTV Latinoamérica en 1993 fue la consagración de una de estas identidades, espoleada al principio por esta banda tan emblemática del rock nacional. Lo que comenzó como burbujas porteñas en 1982—“Efervescencia pura”, según Cerati (“30 años”)—cerró la década como estrellas hemisféricas, listas para seguir llevando su especie de modernidad líquida a todos lados.