Itinerarios coreográficos: Pilar Medina

Silencio


“La crítica –escribió Octavio Paz– ha sido el alimento intelectual y moral de nuestra civilización desde el nacimiento de la edad moderna.” “Sólo ella [la crítica] puede crear el espacio –físico, social, moral– donde se despliegan el arte, la literatura y la política.” (OP, 1979: 43, 50)

La crítica dancística –decía Carlos Ocampo– existe en México y, “pese al desdén generalizado de creadores, medios masivos y revistas de alta cultura, se filtra en los resquicios de los editores descuidados”. (CO, 2005: 31) Unos quince años han pasado desde que Ocampo afirmaba (y encarnaba) dicha existencia e infiltración.

Bá-si-co ha tenido cuatro temporadas

Espacio alternativo Teatro La Gloria, cupo 12 personas. Sábados y domingos.

Y una única crítica publicada, la de Rosario Manzanos en junio de 2012 (véase), quien subrayó el hecho de que la obra se presentara en el estudio de danza de la coreógrafa y que “las nuevas formas de gestión cultural y las imposiciones del sistema no son para ella”.

Entre sus percepciones, anotó que se trataba de un “juego de piezas, como si se tratara de postales”; que la producción era “minimalista, sintética y no requiere más que unas cuantas lámparas de mano, pequeños spots, un cordón, la barra de ballet donde se entrena, un espejo, el baño con tina, unos cuantos ladrillos y un vestuario transformable”; que se creaban “diferentes espacios en uno solo”; así como subrayó la vulnerabilidad del espectador ante la proximidad con la bailarina.

Si la labor de la crítica es crear el espacio donde se despliegue la danza (Paz) o, más modestamente, mostrar cómo una danza es lo que es, atendiendo a la forma, describiendo con “minucia y cuidado la manera en que el objeto dancístico aparece ante nuestros sentidos” (Ocampo, 2006: 32), no lo sabemos. Pero en cualquiera de los dos casos esa labor ha quedado incumplida con Bá-si-co

Al encabezar esta reflexión como “Silencio”, no hay intención de apremiar a que se cultive y se difunda la crítica de danza, ni predicar acerca de nada. Rosario Manzanos terminó su texto reflexionando si la de Pilar Medina sería “una respuesta inteligente ante la dificultad de ser considerado siquiera en la programación de un teatro, o si las instituciones se encuentran en tal nivel de decadencia debido a su ostracismo, que los artistas se han visto obligados a replegarse asumiendo las consecuencias de no pagar más pleitesías”. 

Cabe aquí una reflexión análoga: este silencio, o casi, será señal de algo que esté sucediendo con la danza, o con la crítica de danza en México, o quizá se deba a que uno de los rasgos distintivos de esta obra (que no sería ésta y precisamente ésta sin su espacio alternativo) es que trae consigo su propio dispositivo crítico, pues a la salida, “en franca convivencia con los asistentes, logra completar el rito teatral de la escala humana, donde el performer logra compenetrarse con quien lo acompaña en el hecho teatral” (Manzanos, 2012).

Pilar Medina fue previsora y grabó en video testimonios del público: percepciones, emociones e ideas compartidas después de las funciones. En su bitácora de la obra asentó algunos. Recuperamos tan solo uno para demoler al mismo tiempo el encabezado “Silencio”: “Me sentí básico. No es lo mismo hablar de un cuarto que de un cuarto con alguien, no es lo mismo hablar de un cuarto con alguien que de un cuarto con Pilar y no es lo mismo hablar de un cuarto con Pilar que de un cuarto con Pilar bailando. Es como si fueran diez mil cuartos, te pone el mar, te pone el sol, te pone las constelaciones, el amor, el desamor, lo profundo, lo gozoso, y aquí me tienen encerrado en el mismo cuarto”.

 

Para leer

Manzanos, Rosario (2012). “Pilar Medina en Bá-si-co”, Proceso, 13 de junio. En: http://www.proceso.com.mx/?p=310754

Ocampo, Carlos (2005). “Disparen contra el crítico I”. En: DCO núm. 4, octubre-diciembre, págs. 30-35.

Paz, Octavio (1979). ¿Es moderna nuestra literatura? In/mediaciones. México, D.F.: Seix Barral, págs. 39-50.

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