Ricardo Padrón, “Mapping Plus Ultra: Cartography, Space, and Hispanic Modernity”
La revolución cartográfica dio origen al mapa geométrico o euclidiano de la modernidad, caracterizado por representar el espacio en los términos bidimensionales de latitud y longitud. Este tipo de representación permite ver la relación de los objetos en el espacio de manera precisa desde un punto de vista abstracto. Para Padrón, esta cartografía viene acompañada de un cambio gradual en el imaginario espacial europeo. Según el autor, para el período que comprende la revolución cartográfica el imaginario del espacio abstracto que se corresponde con este tipo de representación estaba restringido a una minoría con conocimientos cosmográficos. Para probar este punto, el autor recurre al análisis de las nociones de espacio en distintos documentos españoles de los siglos XV-XVII. Las referencias sobre espacio más extendidas en las obras literarias españolas definen al espacio como tiempo (despacio) y como distancia (distancia entre un punto a otro) o línea unidimensional. En este sentido, el análisis etimológico demuestra que la revolución cartográfica de la modernidad fue un fenómeno reducido a un grupo selecto y que el imaginario espacial de la época estaba más relacionado con un espacio lineal y unidimensional.
Este tipo de imaginario espacial unidimensional se vincula al tipo de representación de lo que llama “mapa itinerario.” Este tipo de mapa consiste en la representación gráfica de una red de rutas o un recorrido que facilita el uso práctico mientras sacrifica la precisión geográfica. En los “mapas itinerario” los lugares aparecen como destinos donde detenerse durante un viaje y no como una ubicación en un espacio geométrico euclidiano. Un ejemplo de estos mapas son las representaciones indígenas de las Relaciones Geográficas. Según Padrón, la existencia de este tipo de cartografía, así como de las narrativas de viajes que tenían este mismo propósito, son evidencia de la heterogeneidad del imaginario espacial durante el período de revolución cartográfica.
La revolución cartográfica en Europa introdujo la racionalidad cartesiana en la representación del espacio la cual se convirtió posteriormente en la representación hegemónica. En este proceso se institucionalizó el mapa bidimensional y el “mapa itinerario” o unidimensional quedó relegado a la categoría de croquis. Asimismo, se consolidó la comprensión dicotómica de estas formas de representar el espacio: la europea y la amerindia. Como crítica a esta visión, el autor señala que en la historia de la revolución cartográfica europea hay un tipo de representación cartográfica que rompe esta dicotomía y demuestra que el en el proceso de colonización europeo hubo un enfrentamiento de múltiples imaginarios espaciales.
Según Padrón, la revolución cartográfica no se debe entender como una extensión del territorio europeo hacia el oeste sino como una elevación del punto de vista del observador a través de una mirada cenital que lo abstrae del contexto representado. En contraste, los “mapas itinerario” devuelven al observador a la acción dentro del mapa. En este sentido, para el momento en que se iniciaron los viajes de exploración y la colonización europea la cartografía que se utilizaba era la del “mapa itinerario.” Los navegantes portugueses, y posteriormente los españoles, usaban los mapas náuticos que tienen su origen en los llamados portulanos. Los portulanos eran descripciones verbales de la línea costera utilizadas para guiar la navegación. Posteriormente, con la introducción de la brújula, los portulanos se transformaron en representaciones cartográficas. En estos mapas se observa tanto la perspectiva abstracta como la rutas o líneas marcadas por las multiples direcciones del compás (ver imagen). Para Padrón, este tipo de representación es un híbrido en el cual coexiste la representación bidimensional y la unidimensional. Los portulanos y luego las cartas náuticas son entonces la representación cartográfica de transición que rompe la dicotomía entre la cartografía europea y amerindia.
“Even those charts that were never destined to be taken aboard ships remain rooted in the space of the voyage […] Whether or not they have their roots in the discursive portolanos of old, their dense rows of coastal toponymy invite the reader to trace itineraries across the surface of the chart. They thereby allow the spatiality of the voyage, as a unidimensional movement along a line of names, to subsist within the two-dimensional space encoded by the rhumb lines, or by the grid of the plane chart. The rhumb lines themselves, furthermore, extend a similar invitation. As a whole, they inscribe the two-dimensional space described above, but individually they invite the reader to relate to that space by tracing a voyage, real or imaginary, along one of the lines. The nautical chart, in both its late medieval and early modern forms, thus hangs suspended between the two spatial senses of espacio. Depending upon the point of view taken by the chart’s reader or user, the chart can be understood either as a graphic figure of an emergent sense of espacio as planar extension, or as a network of itineraries that reinforces the older, still dominant, sense of espacio as linear extension…” (52)