Diamela Eltit
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Entrevista a Diamela Eltit (2011)
Diamela Eltit es una de las escritoras más audaces de América Latina y es muy apreciada por sus iniciativas vanguardistas en el mundo de las letras. Eltit comenzó su compromiso con la literatura en su natal Chile durante los años de la dictadura de Pinochet, cuando participó en el colectivo CADA, organizando acciones de arte contra la dictadura, y publicó sus primeras novelas, Lumpérica (Seix Barral 1983) y Por la patria (Las Ediciones del Ornitorrinco1986), de aclamación universal. Desde entonces, ha publicado, entre otros, El Cuarto Mundo (Planeta 1988), El padre mío (Francisco Zegers 1989), Vaca sagrada (Planeta 1991), Los vigilantes (Editorial Sudamericana1994), Los Trabajadores de la Muerte (Editorial Planeta Chilena 1998), Mano de obra (Editorial Planeta Chilena 2002), Jamás el fuego nunca (Editorial Periférica 2007) e Impuesto a la carne (Seix Barral 2010). Ha sido galardonada en varias ocasiones por organizaciones internacionales, entre ellas la Modern Language Association en los Estados Unidos y la Casa de las Américas en La Habana, y ha recibido becas de la Fundación Ford, el Fondo Nacional de Investigaciones, el Social Science Research Council, CONICYT, y la Fundación Guggenheim. Eltit también ha ocupado cargos como escritora en residencia en Brown University, Washington University en St. Louis, Columbia University, UC Berkeley, University of Virginia, Stanford Univeristy y Johns Hopkins University. Actualmente ella es Distinguished Global Professor of Creative Writing in Spanish en NYU.X
Diamela Eltit: Yo tengo que decir que llegué a la palabra “performance” desde otro término que era “acciones de arte”. Ese fue mi punto de llegada a estas prácticas menos formateadas, más interdisciplinarias, más, en cierto modo, no diría confusas pero yo diría más multisígnicas, ¿no? como es ese espacio. Mi primera aproximación a la performance fue en el sentido de producir ciertos actos estéticos y artísticos ocupando multidisciplinas desde el gesto, la ciudad, la voz, es decir, el cuerpo y toda su puesta en escena con otro espacio y especialmente con una función política. Pero, claro, las funciones políticas pienso que están en todas partes; no hay prácticas tanto individuales o artísticas, o laborales que no tengan un componente político. Pero en el sentido más intenso de performance pienso que son estos programas estéticos fluidos, podrían ser algunos rígidos pero básicamente fluidos, que van a establecer una narrativa equis. Muchas veces es una narrativa muy abierta que puede ser pensada y repensada por sus participantes. Pero también, precisamente a partir de una conversación contigo, Diana [Taylor], es que yo pude ampliar mi noción de performance para pensar cómo una actividad que acompaña la vida misma, en toda su dimensión, desde las prácticas también de vida, incluso, podrían ser pensadas como performáticas porque las prácticas de vida están insertas en protocolos y están insertas en rituales, rituales familiares, personales, laborales, en fin. Y creo que es allí, en ese protocolo, donde también podríamos hablar de una vida performática, de vidas performáticas unidas a la multiplicidad de yoes que portamos, es decir, cada yo de los múltiples yoes que conforman nuestras identidades, siempre en curso, siempre difíciles, complejas y múltiples, creo que en esa multiplicidad es donde se inscribe esta performática para poder operar de una manera posible en la vida, porque si no sería muy difícil.
Entonces, desde pensar la vida misma unida al concepto de performance es que también podemos ver todo el espacio exterior y sus nudos de performáticas a veces muy difíciles o angustiosas, hasta las más liberadoras. Digo las más difíciles que serían esas prácticas de vida por donde circulamos que son más represivas o coercitivas hasta las más liberadoras como podría ser la fiesta, por ejemplo. Entonces gracias a eso pude yo pensar más lejos lo performático; pensarlo desde la performance institucional que es la manera en que la institución genera su propio espacio y no puede sino ser a partir de ciertos rituales, como también ciertos hitos que estremecen la misma historia, y la conforman y la confirman y la sacralizan también. Entonces en ese sentido es que pienso que es un territorio muy fértil, que precisamente pensar de esa manera potencia, bueno, no sólo la vida de las personas, les da un estatuto divino también, no en un sentido religioso sino en un sentido de puesta en escena, diviniza como puesta en escena la vida de cada uno, le da un estatus ligado al teatro, a la representación, a la mutación, en el sentido de que sí somos teatrales, sí mutamos, sí obedecemos a la herencia de protocolos y de requerimientos hasta pensar de manera más fina la historia—más compleja también, más móvil, más fluida—la historia y sus movimientos.
Y también está la performance como praxis específica que sería también una matriz muy precisa, pero no creo que sea el único espacio, no se reduce la performance a lo que hemos entendido por performance que es la puesta en escena de un hito, de un issue, de un asunto. Entonces también—y eso ya lo hablamos, Diana—yo pienso que el movimiento estudiantil chileno que ha sido un hito histórico, y va a quedar como hito histórico por un siglo o más, por lo menos, porque marcó un punto de quiebre con un estado de cosas. Porque la pregunta es la siguiente: si los dirigentes estudiantiles estaban diciendo los últimos cuarenta años más o menos lo mismo, sus demandas, sus requerimientos, su destreza, la belleza de sus dirigentes en general fue más o menos la misma, ¿por qué fue ahora cuando alcanzó su punto más intenso de efectividad? Hay cuestiones aledañas que considerar como el que haya triunfado la derecha que paradójicamente liberó los cuerpos; los liberó de un compromiso con la Concertación que la mayoría de las personas no se sentía identificada, no obstante, la Concertación era aquello que garantizaba que la dictadura estaba lejos. Entonces yo creo que eso fue lo que mantuvo por muchos años el silencio.
En segundo término, Chile profundiza la desigualdad, se está transformando en el país más desigual, en algunas categorías, del mundo, y eso, pues, es muy peligroso. Ahí hay una hoguera social que está parcialmente quieta, pero va a estallar porque es un elemento de malestar. Pero eso ya estaba. La desigualdad estaba ya desde la dictadura, veinte años de desigualdad no movieron lo social. Entonces yo pienso que lo que hicieron estos estudiantes fue aceptar la diversidad; esa fue su gran inteligencia. ¿Y cuál fue la diversidad que aceptaron? Que fue que colectivos, pequeños colectivos de estudiantes, se manifestaran a ellos mismos, o se autorepresentaran dentro del movimiento; que el movimiento que es muy grande pudiera tener focos de autorepresentación. Y esa fue su inteligencia. ¿Cómo se autorepresentaron? A través de presentaciones performáticas. Entonces tuvo también un elemento como carnavalesco, en el sentido más pleno de la palabra "carnavalesco", porque en lo homogéneo de la presentación había una diversificación de autorepresentación y eso creo yo que fue lo que permitió que creciera.
Por otro lado, esa pluralidad de autorepresentaciones les dio a las familias seguridades. Las familias temen por sus hijos en pugna con el Estado; van a temer que pueda, bueno, todos tal vez temeríamos que nuestros hijos estén en la primera fila de la protesta pública sobre todo porque los aparatos represivos inevitablemente van a dañar a la ciudadanía en rebelión. Pero esa multiplicidad de autorepresentaciones permitió también que los propios padres se autorepresentaran en las autorepresentaciones. Hubo algunas de ellas que les parecieron adecuadas porque había desde lo más light—globos, besos, saludos, en fin, lo más light, lo más sencillo, lo que proviene más de los aparatos mediáticos de dominación más elementales—hasta cuestiones más complejas como estudiantes, tal vez las más decisivas, los estudiantes corrieron por días de días alrededor de la Casa de Gobierno; mientras los políticos querían entrar a la Casa de Gobierno, ellos la cercaban, la interrogaban, la cuidaban, en fin.
Entonces, creo que ahí la ciudadanía vio en esta performática un elemento que le dio una cierta seguridad, una cierta seguridad, y por otra parte siempre se sintieron autoreconocidos no sólo los estudiantes en sus prácticas sino también los padres y después la ciudadanía en general, que vio lo que se llamó la “buena onda” del movimiento, con todo lo que eso implica, que podría también establecerse varias preguntas sobre lo que se entiende por “buena onda”. No estoy diciendo… siempre hay una parte donde uno podría hacer una intervención crítica sobre el movimiento, celebrándolo pero también haciendo una intervención crítica.
Y en ese sentido hubo paralelamente otro espacio que es un espacio anti-movimiento que era lo que se llamó el “encapuchado”, los estudiantes encapuchados que quebraban estas performáticas porque ponían su propia performática que era más dura. Entonces, esos propios estudiantes duros que concitaban el rechazo de la ciudadanía, del gobierno, etc., permitía afirmar la “buena onda” del movimiento. Incluso para sus otros era positivo que estuviera. Y por otro lado la policía tenía en los encapuchados a su sujeto; liberaba al otro… En fin. Había muchos issues adentro de este movimiento. Yo creo que es complejo hablar y cerrarlo, tiene muchas cosas abiertas.
Ahora, el otro elemento es que estaba liderado por una mujer militante, comunista; que sabemos que en todas partes la ciudadanía tiene un rechazo al partido comunista, tiene adhesión pero también tiene un rechazo muy alto, pero sin embargo ella logró traspasar la barrera del anticomunismo por varios motivos: porque los estudiantes ya habían encontrado una metodología. Ya. La metodología era asambleísta, no era un sólo sujeto, estaban evitando el quiebre, no se iban a quebrar, entonces por lo tanto la militancia de la dirigenta estaba controlada por la estructura asambleísta. Ella tenía…tiene Camila [Vallejo] una gran belleza, pero una belleza que se puso detrás de la causa. Ella no cayó en los lugares comunes femeninos de rescatar para sí esa belleza. Ella puso detrás de la belleza su belleza. Y por otro lado tenía una gran sangre fría, es decir, ella nunca perdió su distancia con sus propias palabras, sus decires; es una chica que controla muy bien su emoción. Entonces, en ese sentido no representaba, aunque era muy bonita, lo femenino; es decir, no lloró, no gritó, no hizo ningún escándalo como se le acusa o condena tradicionalmente a lo femenino.
Ahora, ella consiguió traspasar lo nacional, se transformó en un ícono latinoamericano, salió en la revista Time como una de las 100 personas más importantes, pero ella perdió la elección. Es decir, una persona con esa capacidad mediática, de esa envergadura, que no se había visto, con una capacidad de inserción internacional tan alta, perdió la elección. Entonces también podríamos pensar en temas de género, que un sistema no pudo soportar. Ahora, ella fue analista comunista, pero su patrimonio era tan alto—su patrimonio mediático, cultural y político—que debería haber sobrepasado tal como soportó el sistema que haya sido una dirigenta comunista la que lideró el movimiento, debería haber sido reelegida ampliamente. Ahí hubo, yo creo que una práctica, un movimiento sincrónico al interior de los propios estudiantes de acotar su participación por cuestiones, por temas de género; así lo pienso.
Pero yo creo que ya se estableció más allá de eso, se estableció también una metodología que es lo plural, es decir—que creo que también está acá en los Estados Unidos—lo que estamos viendo. Que son grupos que se autorepresentan de distintas maneras. Que esa es la matriz de lo nuevo, que ya no son estos grupos tan militarizados, que la protesta ya no es una protesta militarizada bajo los mismos signos sino que es un tema o los temas donde cada grupo se autorepresenta de acuerdo a su bagaje cultural que pueden ser desde los más sencillos a los más complejos. Yo creo que eso es lo nuevo y eso es lo performático que tendríamos que pensar porque serviría también para los relatos del XXI, porque, sin pensar que los siglos son definitivos o tienen cortes tan severos, yo pienso sí que cada cambio de siglo también trae nuevos paradigmas, porque las convenciones son eficaces.
Entonces, yo pienso cuáles son los relatos, algo que me está dando vueltas, las nuevas narrativas del XXI. Entonces yo pienso que aquí hay una, que es ligarse, pero no de esa manera más militaroide del XX donde toda la gente concurría a un formato preasignado, sino que lo que está asignado es la demanda y el formato lo van construyendo los cuerpos. Yo creo que eso es algo que a mí personalmente me da vuelta. Por supuesto no está resuelto, no lo tengo resuelto, pero pienso que tal vez una manera de descomprimir lo social y darle una nueva contextura o—no una nueva contextura, sería muy pretencioso—sino ponerlo en una contextura más de otras políticas sería seguir abriendo lo performático a todos los lugares de la existencia. Insisto, desde lo más micro, desde la clase única, irrepetible y performática, a una manera de aliarse para que su voz sea escuchada por quien necesita ser escuchada. Y para eso entonces es entender el Otro como otro, como diverso, pero con esa diversidad tú puedes hacer algunas alianzas. A lo mejor no todas, pero algunas alianzas.
Entonces, el caso chileno, es un caso que… aquí lo vi relativamente, por la diversidad de personas, lo de la plaza [Zuccotti Park durante Occupy Wall Street], por la idea también de la plaza como centro, como un centro de mirada, la necesidad de ser visto, también esa necesidad de ser visto en los espacios públicos. Entonces yo pienso que en ese sentido tal vez, bueno, el caso chileno no son los Indignados, porque el caso chileno tiene una indignación que es que ellos piden algo muy subversivo: la gratuidad. Ese es su tema, gratuidad. Entonces ellos no están indignados, están tranquilos; ellos ya están completamente en paz, sino que están luchando por llegar a ese punto. La indignación ya pasó, se tranquilizaron y se organizaron. Entonces yo pienso que esa estructura asambleística mezclada con autorepresentaciones y estéticas—cuerpos, hablas, raptos de imágenes, de espacios públicos; ellos actuaban canciones de Michael Jackson, en fin—ellos acudieron al mass media más pleno, hasta cuestiones tribales, o cuestiones indígenas o cuestiones de ciencia ficción. Hicieron todo, pero ahí llegaron. Y el resultado fue cientos de miles de personas en la calle que no se veía, pues, hace mucho tiempo.
“Mi primera aproximación a la performance fue en el sentido de producir ciertos actos estéticos y artísticos ocupando multidisciplinas desde el gesto, la ciudad, la voz, es decir, el cuerpo y toda su puesta en escena con otro espacio y especialmente con una función política.”
Diana: ¿Y cuál crees tú que fue el rol de los medios tradicionales y los nuevos medios?
Diamela: Mira, los medios tradicionales en general están en poder de la derecha, entonces ellos por un lado tienen que mantener la capacidad informativa, pero desde otro lugar también la producen; producen la realidad social. Hay una realidad social que se autoproduce y está la otra producida por los medios. Los medios tradicionales trataron de bajar el perfil de las manifestaciones, su tarea permanente fue la de desacreditar a los dirigentes, pero por otro lado era la noticia, era una noticia. Entonces básicamente se volcaron sobre los estudiantes más conflictivos, obviamente sobre los más conflictivos, entendiendo que era relativo porque hay un conflicto. Entonces, los estudiantes que podían apedrear son parte de la estética de las imágenes conflictivas. Entonces, tampoco lograron romper.
Y, por otro lado, los medios tienen ese discurso muy fluido que está entre lo privado y lo público; entre el amigo, las afinidades, los motivos, yo creo que se está viendo dónde van las redes. Porque hay redes todavía, aunque es público tiene un factor privado que tiene que ver con afinidades, con amigos (como hacerse amigos, como en el Facebook) que pasa por esas estructuras que le pertenecen también a un universo privado. Entonces yo creo que todavía ahí hay un paso más que tejer, que ha sido muy eficaz, pero todavía se mantiene en un punto curiosamente clandestino. Curiosamente clandestinidad, aunque público, pero sin embargo los afectos, lo afectivo de eso que las mismas redes se autoasignan impides ese desplazamiento de los discursos periodísticos públicos. Yo creo que por eso no los han desbancado porque sino no tendrían sentido, no tendría sentido que existieran.
Diana: Ahora, al hablar de performance uno siempre tiene que pensar en lo eficaz, si es un acto eficaz, si produce algo. Entonces, ¿cómo juzgarías tú todo este movimiento estudiantil en términos de lo eficaz?
Diamela: No, ellos consiguieron desestabilizar los imaginarios públicos, y los imaginarios políticos y los imaginarios sociales porque arrinconaron la política. La política tradicional la pusieron en un lugar mortecino, la acorralaron, la denunciaron y en cierto modo quedaron sin función. Entonces todo el espectro político tuvo que pensarse con los estudiantes, por los estudiantes, para los estudiantes, y los estudiantes, a su vez, lo que devolvían es que precisamente la política profesional era ineficaz. Entonces primero controlaron la política profesional, los estudiantes controlaron enteramente la política profesional, si los diputados, senadores, ministros quedaron en lugares algunas veces ridículos, y eso es muy interesante, esa eficacia, es decir que las mismas políticas tienen que redefinirse a partir de eso. Y tienen que redefinirse porque quedó en un lugar muy dramático. Y en segundo término es una latencia; creo que su eficacia es su latencia. Para todos los lados, o sea puede ser la salud, pueden ser todas las áreas conflictivas. Es la latencia. Y eso es lo más interesante que tiene un sistema.
Diana: Súper interesante. Gracias, Diamela.
Diamela: Gracias por conversar con Diana hoy día.
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